Monte
e la puerta, decidida a salir del coche po
y había abierto mi puerta. Me levantó de nuevo, su agarre firme e inflexible, y me llevó d
eran torpes mientras desenvolvía una bolsa de hielo, sus dedos tropezando con las vendas. Estaba claro que nunca había hecho est
s envolvía mi tobillo, su toque sorprendentemente
o de preocupación. Era un ciclo diseñado para mantenerme desequilibrada, para hacerme anhelar las pequeñas migajas de afecto
arte de mí que solía analizar cada uno de sus estados de ánimo, que intentaba
labras educadas y vací
ostro, claramente esperando algo más. Una crisis de llant
té, mi tono tan neutral
ie, con el c
preguntarme s
la cabeza
N
uenta pública, llena de fotos de sus viajes recientes. Llevaba dos
o de huéspedes -anuncié,
ra bloquear
tácticas habituales no estaban funcionando-. Necesitaba un trabajo. Su último proyect
e emoción. Entendía de negocios. Esto s
ando de encontrar una g
hora solo somos
ije, saltando en un
o, su toque ten
agamo
no como si fuera u
voz afilada-
a visto antes. En todos nuestros años juntos, a través de todos los tra
, su voz volviénd
huéspedes, cerrando la puerta firmemente detrás de mí. No la cerré con llave
do a la prestigiosa firma de Garza y Asociados no porque tuviera que hacerlo, sino porque quería estar cerca de él, apoyarlo. Les había dicho a todos que yo era una arquitec
a frialdad distante que aplicaba a todos los demás, y nunca, jamás, me reconocía como su compañera. Había vertido mi
ta de renuncia apretada en la mano. La directora, una mu
raba. Siento mucho o
í el
é ca
ensombreció, una mirada
obre la reestructuración? Tu puesto de líder en el proyecto
s años desarrollando el concepto, convenciendo al ayuntamiento, asegurando la financiación inicial. Era el proyecto a
tí, mi voz un susur
de renuncia. Martha la tomó, sus ojos llen
cial en su escritorio
bela H
pulida fría contra mis manos húmedas, el mundo inclinándose violentamente sobre su eje. No
a dado
 
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