Herrer
vuelta. No quería que viera la patética gratitud
o lo hago por ti. Lo hago por ellos. Es lo menos que se merecen después de que... -Se interru
znido seco. Huí de la habitación ant
urante dos días estaba arrugada y manchada. No tenía nada más. Nada apropiado para usar en el funeral de
izo saltar. Antes de que pudier
ue llevaba una selección de vestidos negros. La sonrisa de Brenda
teando falsa preocupación-. Le pedí a María que sacara algunas
los vestidos en la puerta del armario. E
por un vestido de seda-. Insiste en que tenga lo mej
do su poder, su lugar en la vida de él. Ella era a quien él consentí
ojos encontrándose con los míos en el espejo-. Más centrado.
mi pecho. No podía usar su ropa. Se sentía como otra capa de
oz tensa-. Pero usar
vaciló por
mente agudo. Se dio la vuelta y salió
el suéter arrugado con el que lleg
Había sido el conductor de Mateo durante años, un hombre a
de par en par por la
ra? ¿Sofía? ¿De
e, una débil sonris
ed estaba... -Se detuvo, su rost
verdad. Las palabr
istoria -dije,
o por un rato, luego F
Despidió a todo el personal antiguo, a cualquiera qu
abía borrado sistemática
ojos en el espejo retrovisor-. La señora Garza... Brenda. La trata como s
a hecho. La última pizca de duda que tenía se extinguió. No fue un rebote.
sola vez. Había sido el comienzo. Se había estado enamorando de ella incluso entonces, mientras toda
al lado de la otra bajo un gran roble. Roberto Herrera.
a en la fría piedra de la tumba de mi madre y lloré, mi cuerpo temblando con sollozos silen
z quebrándose-. Arreglaré esto. Lo p
ional y físicamente agotada. Todo lo que quería hacer era
n el pasillo. Sosten
lta en su lugar-. Hice que en la cocina te preparara
Dudé. No con
risa s
susurro conspirador-. No tienes que fi
e. ¿Cómo? ¿Cómo podía sab
estaba revisando -dijo, sus ojos brillando con un triunfo
r del té me revolvió el estómago. Sentí una oleada de n
contenido de mi estómago en el inodoro. Las arcad
mano, Brenda estaba apoyada en el marco de la puerta, con los b
í con el hijo de otro hombre y recupera
-dije, mi voz temblando con un
resopló-. ¿Nos t
rió. Mateo estaba allí, su rostro como una nube
rostro se arrugó, sus ojos se llenaron de lágri
ía decírtelo así. Pero
íos, se convirtieron en hielo. Caminó hacia mí, su
a? -exigió, su vo
-