riz grande y era delgado en extremo, sin ningún músculo apetitoso. A mí me gustan los hombres fornidos, musculosos, grandes, de enormes pechos y brazos fuertes y poderosos y Da
re de malandrines, de tipos que no valían la pena. En cambio a mí siempre me del
arina, porque ella era hermosa, alta, sobria, divina y mágica, bien cincelada en sus curvas y redondeces, con sus cabellos tan largos y el brillo de sus ojos que encandilaba a lo
los muchachos estudiosos y eso también confabuló en s
pasarela, hacía videos clips con cantantes de moda y aparecía en revistas impresas y también en el internet, por l
quedé mirando un selfie de ellos juntos, abrazados, muy acaramelados, en el zoológico de la ciuda
ntaba viajar a las estrellas eclipsada por los besos y las caricias de ellos y aullaba como una loba cuando algún tipo bien dotado la hacía suya. En la uni
mar, la brisa marina y disfrutar del canto de gaviotas, tostándome al Sol en una diminuta tanga extraviada en mi exuberante anatomía. Y mirando el self
me de Belmond-, no

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