pe que me asestó ella, igual a una daga ardiente que me destrozó el busto y el corazón, po
embargo no habían pruebas que me involucraran. Las minas donde sacaban el oro ilegal no estaban a mi nombre y los que transportaban el metal precioso para el aeropuerto clandestino que teníamos escondido en los cerros, ni sabían quién era Kate Garret. Siempre acusaban a un sujeto apodado "Banana" qu
ón. Me interesé en saber quién era ese sujeto, picada por la curiosidad porque ya les digo, yo le debía mucho a él.
un hombre muy apuesto, hermoso, dominante y avasallador. Lo pensaba también alto y lleno de músculos, con sus manos enormes, repleto de músculos y los bíceps de acero, como un héroe de caricatura que salvaba siempre a la dama en peligro, pero el tal "Banana" resultó un tipejo enj
estaba involucrada en el tráfico del oro ilegal y quien me había salvado de caer en manos de la policía era ni más ni menos que el hombre de
e dijo Garner, riéndose de mi sorpresa, celebrando
de la dolce vita, también gozaba del peligro y del jet set. En condiciones normales Garner no le interesaría a ninguna chica. Yo, por ejemplo, estaba desilusionada de verlo tan poco interesante e igual debía ocurrir
e dijo Garner riéndose. -La última
ba yo sin embargo inquieta, porque la
a "Banana" y no a mí ja j
olo a la inteligencia de estado, sino también a la policía y él se enteraba de todo
especial que no me resistí a la tentación de quitarle el corcho y brindar por nuestro éxito con Garner. -¡¡¡Por
tráfico del oro y ese topo le hizo un identikit de "Banana". El soplón lo había visto en la entrega hablando con los compradores.- Creo que ese es su hombre-, fue lo que le dijo a Karina. Ella estaba en la oficina de uno de sus casinos, bebiendo brandi, desconsolada después de la
ó atónita. -¿Estás seguro que ese tip
nsistió el soplón. Karina ya le habí
endo en forma enigmática, con su rostro ahora pinta
e antes de caer prisioneros. No había otra opción. Matar al secretario de estado no es fácil, más po
etió Karina. Ella era una mujer de palabra y sus asesinos
amante y moderno hospital en una zona exclusiva de a
molaron entonces haciendo estallar sus cargas explosivas mientras "entrevistaban" a Garner: -Díganos ¿qué se siente morir?-, fue la única pregunta que le hicieron al secretario de estado y de
-¿Qué fue eso, chicas?-, me sobrecogí porque el estallido rebotaba en el silencio como un eco de muerte. A l
su móvil. La noticia ya estaba en los port
estado?-, quedé desc
s cuando declaraba a los period
ana" y ahora él estaba muerto. Ni siquiera cené y me
e cubrirá las espaldas, perra?-, decía sorbiendo del licor, por supuesto refiriéndos

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