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tada una vez más, mi paciencia, mi amor, mi dignidad, todo se iría con él. Juro que me iría de este lugar para si
Su cabello lacio, el traje algo arrugado, y una expresión de... ¿disculpa? ¿o fastidio? en su rostro. Hizo un sa
zó el sagrado rito. El incienso flotaba en el aire,
"¿Estás bien, amor? Siento la tardanz
, respondí, la fatiga de cinco años de humillación impreg
juro por los Antiguos" . Su pulgar acarició mi piel con una familiaridad que ya no sentía. U
se posicionó para realizar el gesto de unión, ese momento crucial en el que las almas se entrelazan para siemp
ca, su mano extendié
a exclamación. Mis ojo
estaba fija en algo detrás de mí, sus ojos abier
amente, su rostro pálido y contorsionado en una mueca de dolor exagerado. Mis labios se c
tigo en el silencio. Ya no había rastro de la promesa en sus ojos. "Matilde, yo... no puedo. Bella
ido, un compañero constante. Pero esta vez, vino acompañado
mi rostro. "Por supuesto, Eduardo. Tu prioridad debe ser la salud de Bella. Ella
. "¡Matilde, lo entiendes! ¡Gracias, gracias! S
ida de un sarcasmo que, al parecer, solo yo entendí
la ironía. "Volveré, lo prometo. Te traeré una flo
asta Bella. Se olvidó de mis gustos. Yo era alérgica a l
ión, cristalizaron en ese instante. Él no me co
No a nadie más que a
Metí la mano en mi bolso y saqué un dispositivo de com
alla se iluminó con
z clara y fuerte. "S

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