ista de Bl
e que resonó en las cámaras huecas de mi corazón. No ib
los cuidados paliativos, todo costaba dinero, dinero del que ya no me quedaba mucho. Mi fideicomiso, la herencia de mi madre que se suponía que aseguraría mi futuro, seguía bloqueado, inaccesible. Y estaba la otra parte, la razón
nsa hacienda de los Garza, una mansión que una vez se sintió como un hogar, ahora una jaula dorada de r
una mano, un gesto de consuelo vacilante, pero yo retrocedí, un reflejo nacido de años de maltrato emoci
algún lugar por encima de mi hombro. El aire entre nosotros era den
eña maleta de lona. Prefería cargar mis propias cargas, físicas o de
de tensión. Ahora, el silencio se alargó de nuevo mientras caminábamos por el gran vestíbulo,
lce como la miel, afi
De verdad
a majestuosa escalera, una visión en un vestido pastel, su sonrisa demasiado brillante, demasiado perfecta. Me abrazó, un abraz
n tanta facilidad. Pero estaba equivocada. La chica que conocía se había ido, reemplazada por alguien vaciado, alguien que no tenía fuerzas para batallas triviales. Mi enfermedad me había quitado mucho,
da se desvió hacia el anillo de compromiso que brillaba en su mano izquier
íneas. Me asintió secamente, un reconocimiento distante. Su frialdad era un peso familiar, una constante en mi turbulenta vida.
as. Mis ojos escanearon el en
, mi voz cortando la fachada educada. Mi fideicomis
mujer amable que siempre me había tratado
... -su voz se apagó, sus ojos mi
Ya lo sabía. Un pavor frí
dt, su voz plana-. Le quedaba precio
por el dinero, no por su afecto, sino por esto. Por el vestido de mamá. No era solo tela; eran recuer
s palabras con sabor a ceniza-. ¿Con quién? -Ya lo sabía, en el
triunfante que apenas se molestó en ocultar. Lev
! Me lo propuso el mes pa
un para siempre. El chico cuyas manos me habían roto la pierna, acabando con mis sueños. El chico que había elegido a Gabri
, tan claramente, defendiéndome en la primaria, apartando a los bravucones, su pequeña mano firmeme
escuchando sus historias de sonido inocente, creyendo sus lágrimas fabricadas. Recuerdo el día que los encontré en la biblioteca, su brazo alrededor de ell
es tan frágil. Siempre haces una escena". Sus palabras habían sido un golpe físico, p
s todo lo que tengo". Él había apartado mis manos con suavidad, pero c
pared, su agarre como hierro, su cara a centímetros de la mía. "¡Eres una perra enferma y retorcida, Blake! ¡La lastimaste! ¡Lastimaste a Gabriela!". La patada, rápida y brutal, a mi rodilla. El crujido nauseabundo que resonó en mis h
on ella. Usando el vest
lo habían llevado todo. Mi madre, mi lugar en la familia, mi carrera, mi cordura, mi amor. Ahora, incluso el últi

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