ista de Bl
da. Mi rostro permaneció impasible, un lienzo en blanco que no reflejaba nada de la agitación que se arremolinaba en mi interior. El cáncer me hab
fusión, luego de irritación. Mi falta de reacción parecía frustr
llaves que estaba cerca, retorciéndose las manos nervios
ulló. Mi corazón martilleaba contra mis costillas. ¿Gabriela de verdad me
ca impecable atada con una cinta de satén. El vestido de novia de mi madre. Se
ndo con una alegría cruel. La arrojó descuidadamente sobre la pulida
oz goteando falsa dulzura-. E
icario de plata. El relicario de mi madre. El que Brandt había estado sosteniendo antes. El que tenía una pequeña ba
Dijo que era hora de que fuera para alguien que realmente apreci
Ese relicario... fue lo último que mamá me dio antes de morir. Un símb
ro ensanchamiento de mis ojos, y su sonrisa s
luminados de malicia-. ¿Querías
eaños. La sostuvo en alto, mostrándola por un momento, antes de que deliberada y minuciosamente, bajara su pulgar sobre la imagen en miniatur
ualquier patada. El rostro de mi madre, ahora marcado y arruinado.
uto-. Qué torpe soy. Como todo lo que tocas, Blake. Siempre
as, arrancadas de mi garganta. Fue un soni
a llenó la habitac
per. -Sus ojos, ahora ardiendo de triunfo, se encontraron con los míos-. Era débil, Blake. Igual que tú. ¿Y sa
cido a mi madre. Y me deseaba la muerte, el mismo destino que ya se cernía sobre mí. Un dolor abrasador estalló en mi ab
ada de rabia. Mi mano conectó con su cara, una bofetada
genuino miedo cruzó su rostro. Luego, se transformó en algo más, algo terriblemente astuto. Soltó un chillido agudo, un sonido diseñado para llamar
sangre brotó, carmesí brillante contra su piel pálida. Luego, con un jadeo dramático y una mi
-susurró, su voz apenas audible,
a máscara de horror. Vio a Gabriela en el suelo, la sangre, y luego a mí, de pie sobre ella, mi mano t
acia atrás, golpeando la pared c
adas de veneno-. ¡Lo sabía! ¡Sabía que no ha
o ardiente. Traté de hablar, de explicar, pero las palabras estaban atasca
uavemente, sus ojos abriéndose, enfocándose en
ébil, llorosa, totalmente convincente. Luego convulsionó dramáticamente una vez, sus ojos
jos ardiendo con furia protectora.
lo lárgate. Ojalá n
dre había pronunciado hace tres años. El dolor en mi estómago ahora se irradiaba por todo m
ros grabados con sorpresa e ira mientras contemplaban el cuadro: Gabriela, pálida y san
uñido bajo, desprovisto de cualquier calidez patern
n el brazo de Gabriela, luego mis manos temblo
. Un cañón suelto. Un peligr
ra de decepción, una emoción familiar que ha
traería caos. -Sacudió la cabeza, su voz pesada de desprecio-. Er
. Siempre me habían culpado. Siempre. Por la muerte de mamá, por mi fase rebelde, por las crisis fabricad
timo jirón de esperanza, el deseo desesperado y no dicho de que pudieran,
echo, obligándome a doblarme. Un dolor abrasador estalló en mi estómago, una marea de agonía que me robó el aliento. Mis rodillas s
Corriendo por mi barbilla, goteando sobre el impecable suelo de mármol. Un torrente. Mi cuerpo co
rostro de Fernando, generalmente tan compuesto, se aflojó por la sorpresa. Los
ue un susurro ahogado, un so
amudeó Corey, sus ojos sal
e se quedó allí, con una mirad
estómago, el dolor un infierno gritando. Mi ropa estaba empapada, pegajosa
esa y viscosa-. Siempre. Por todo. -Mi voz era apenas un susurro, irregular y r
mplazada por un terror genuino. Luego de vuelta a Corey, su rostro pálido, sus brazos todavía so
unda, un último intento desesperado de verdad. Mi respiración venía en
el destello de duda en sus ojos. Pero
do mi cuerpo, más sangre derramándose-. Una
l foco. Los rostros de mi padre, mi hermano, Corey, se desdibujaron en f
techo, buscando un escape-. Soy el chivo expiatorio. -Una risa amarga y rota escapó de
tí que caía, caía en una oscuridad profunda y sofocante, los soni

GOOGLE PLAY