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un beso, sino con mi esposo, Alejand
des. Pero cuando llegué, Brenda ya estaba allí, usando mi bata de seda favorita, sonriendo con
sado conmigo. Él había orquestado la adquisición hostil que destruyó la empresa de mi padre, lo llevó a la muerte y
estaba desequilibrada. Pensó que me había enterrado, pero mi amigo de la in
después, h
estra que tiene al mundo de la tecnología en vilo, y es
uerta. No tiene idea de que el
ítu
, mi prima de cara inocente. El aroma a champaña y rosas todavía flotaba en el aire, chocando con el sabor amargo
e se desvanecía de una vida que creí tener, una vida que nunca fue real. Sentía la espalda rígida, helada. Otras mujeres habrían
a de la familia por parte de Alejandro. Sus ojos estaba
s bien?", preguntó, su
mirada era un muro. Retiró la mano, su sonrisa vaciló y rápidamente se disculp
lejandro rara vez entraba. Mis dedos, firmes como los d
surro, pero firme. "Soy Elena Rivas. Necesito i
Villarreal? ¿Está segura? Esto es bastante repentino. ¿Está todo bien?". El
alabra una piedra cayendo en un pozo profund
a hora mañana. ¿Hay algo específico que le gustar
desprovista de emoción. "Le daré los detalles
emecer. Una notificación. Era de Brenda. Mi est
da sobre una almohada. La almohada de Alejandro. Y alrededor de su cuello, brillando débilmente, estaba el dije de z
ejor a mí, Elenita. Y la verdad, tiene razón. Siempre fuiste demasiado... seria par
eza palpitaba, un tamborileo incesante contra mis sienes. La habitación giraba. Me afe
dro. Su nombre parpadeó en la pantalla, un rojo atormen
a de una furia apenas contenida. "¡Arruinaste toda la noche! ¿Qué
ada. "Supongo que no me sentía muy festiva,
enda está molesta. Necesito que empaques tus cosas. Puedes quedarte en la casa de hués
do la mano y retorcido mi corazón. La casa de huéspedes. Me estaba echando de
la palabra un son
ué dijiste?". Alejandro sona
traña y oscura calma apoderándose de
gas una escena. Enviaré a alguien para que te ayude". Y luego, colgó. La
s amables ojos sonriéndome. Esta casa, esta vida, todo comenzó con él. Su legado. Podía sentir
nvernadero bañado por el sol, un lugar que mi padre había amado. En la esquina, casi escondido detrás de un helecho crecido
erré los ojos, recordando su risa, la forma en que me explicaba algoritmos complejos en términos simples y mágicos. Él confió en A
a muerto esta noche. Pero algo más estaba floreciendo en
un clic, revelando un compartimento oculto. Dentro, entre planos descoloridos y un diario encuadernado e
Mi padre. Y su legado. La memoria se sentía fría contra mi palma, un

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