nducían un automóvil. De vuelta a casa intenté no pensar en lo ocurrido durante los últimos días, pero el rostro de aquella mujer no se me borraba de
miraba perpleja, helada por el frío de la noche y, acaso, p
e alcohol y tenía que continuar así o si no iría a parar a la cárcel. ¿No lo he dicho aún? Marco convenció a la policía para que me dejase en paz, al menos por un tiempo, les juró que estaba rehabilitándome y que, por tan
reja de hermanos muy ancianos y, según les convenía, medio sordos. Él, Jaime, era un militar retirado y, a pesar de sus largos ochenta y cinco años, aún se conservaba en forma. Ella, Agustina, de ochenta
y las personas a los animales. Había infinidad de pequeños comercios que malvivían a la sombra de las grandes superficies comerciales que invadían la ciudad y se llevaban el dinero de los ciudadanos a manos llenas; desde muy temprana hora las cafeterías acogían a los parroquianos que iban a tomarse un reconfortante desayuno o a br
cuatro plantas. Una vez estuve ante la puerta de casa la abrí y descubrí que todo seguía igual: la cochambre lo inundaba todo y un insoportab
co! ¡Es
estarme? Algo en mí estaba cambiando y no parecía darme cuenta. Inmediatamente, como movido por un resorte invisible, comencé a meterlo todo en bolsas que irían a parar al contenedor más cercano: botellas vacías, restos de comida antidiluvi
frutando de los pequeños detalles, en lo que antes nunca me había fijado, de aquel lugar. Rótulos de tiendas, árboles, perros que pasean con sus dueños, la pareja de novios que discute a la puerta de
o. Me apoyé unos segundos en la pared para tomar aire y, después de esto, continué mi camino de ascensión. Me iba relajando a medid
patos de tacón de aguja a juego con el carmín. Dicen que los ángeles no existen, pero desde ese mismo instante comencé a creer en ellos y también en el amor a primera vista, pues hasta aquel día nunca supe el significado
n –repitió-, aq
desconocida, y menos a aquel bombón; apartándome de la puerta le abrí el paso. Entró y se fue a
de mesa, una estantería llena de polvo y un viejo camastro militar, regalo éste último de mi vecino Jaime. La cocina formaba parte del salón, ubicada a mano izquierda entrando por la puerta de la calle. Tenía un pequeño cuarto
gión de sirvientes a los que daba órdenes a media mañana y el resto del día lo ocupaba en actos benéficos, comidas y meriendas con las amigas y un par de horas en algún lujoso gimnasio para modelar su espléndida figura. Rondaría los cuarenta, quizás más, pero muy
evaba incrustado un enorme diamante que deslumbraba incluso en medio de la oscuridad. Tal parecía que emanase una luz interior i
ró, interrumpiend
aunque eso parecía formar parte de su manera de ser. Era como si lo l
la voz, al tiempo que encendía
puedo s
s de sentirse incómoda en un sitio tan falto de limpieza, quizá en algún momento de su vida vivió en un hogar humilde, aunque el glamour que despren
he tenido que contratar a un detective para dar con
uede saberse q
ue busque a
no contrató al otro detective? Si me encontró eso significa que
en. Algo debe de haber aquí que lo at
era de servicio. Lamentablemen
nterrumpió con decisión-; no he llegado ha
reten
mpirme, demostrando con ello su superioridad respecto a mí, un despoj
una simple corazonada. Pero era una mujer fuerte, al menos en apariencia, y como las mujeres fuertes tenía la necesidad imperiosa de demostrar hasta dónde estaba dispuesta
té, dispuesto a r
cheque e
verme así y con un suculento cheque, pensarían que la extorsiono para conseguir el dinero. Y acabarí
tiene que decirme cuánto y le daré la mitad mañana y el resto cuando
portaba aquel enorme pedrusco que tanto me había fascinado en cuestión de segundos. Si tengo una habilidad, esa
Si he esperado hasta ahora, puedo s
a envolvía y la hacía parecer irreal, como si aquel no fuese su época y ella ya perteneciese al pasado. Fue una sensación momentánea la que me llevó a aquel funesto pensamiento y quizá aquel no era el momento de comprender ese presentimiento, aún debía de esperar un par de días. Y puede que fuese esa visión la que me hizo enamorarme de ella sin apenas conocerla, sin darme t
de nada. Mis manos tiemblan y mis piernas no son las de antes; ya ni siquiera me qu
masiado incómodo; ante todo soy un caballero. La cuestión era que había venido a este agujero pestilente con la convicción de que yo aceptaría su cochino dinero desde un primer momento, igual que un perro hambriento acepta cualquier despojo. Estoy convencido de que no esperaba encontrarse con este contratiempo: mi rechazo total y mi poco interés hacia el motivo de su bú
e, tuve que apartar la vista y reanudar la
te me dedico a cobrar a morosos o a ayudar a
aquella mujer, tan misteriosa como atractiva-. ¿Le importa que fume? –me hizo la pregunta al mismo
o fumo. Lo dejé pa
adear ni siquiera el humo y expulsándolo con firmeza, como todo lo que hacía. Y yo, la verdad, no se lo estaba poniendo nada fácil con mi férrea negativa; llevaba muchos años sin ejercer la profesión y me sentía oxidado, éste no era la
nunca en vivir como la gente normal? ¿En una casa decente? Usted no es de esa cl
todo ello con sus ojos de acero cerrados. Así, recordándola en esa imagen congelada en mi memoria, parecía más bella y sensual que nunca, una diosa de carn
dos, algunos de los cuales pertenecen a agencias de gran prestigio. A ustedes los ricos les encanta el prestigio, el buen nombre d
, dio otra larga calada al cigarrillo y me intentó explicar de una manera muy burda el porqué de todo aquell
ema, le buscara a usted, que usted me ayudaría. Ahora no puedo desvelarle el nombre de esa persona, por el bie
soluto de esa persona que usted
erder su férrea serenidad y me clavó la mirada, una mirad
, Mirand
señora
nunca le llegué a conocer; de hecho, oficialmente nació
iño... ¿Cuánto
co a
, del que no tiene ninguna fotografía porqu
, sonriendo; una sonrisa a la que no estaba acostumbrada, falsa mueca en un rostro tan bello. Estaba visto que la paciencia se le había aca
de opinión... no quie
guste, señ
mera y la última vez que la vería con vida. Yo no podía sospechar en aquel breve instante en el que la vi desaparecer que tres días más tarde la encontrarían brutalmente asesinada,