mbre,
ciembre. Los hogares colombianos se vestían de luces, adornos navideños
belleza, rodeadas de hermosos cafetales y árboles de guayacán
mbras de desolación eran lo único que adornaba la finca en la que él vivía. Año tras año era lo mismo; por esa razón, él siempre acudí
ecorar el nacimiento. Su padre se encargaba de montar la estructura del pesebre, como base cartones y pedazos de madera servían pa
do a otro hasta que las cálidas ma
ta prisa? -cuestionó
del nacimiento -rebatió ella-. Carm
icadeza giró el cuerpo de su esposa para perderse
a buscar -expre
ía a su esposo muy bien, entonces co
mbio? -cuestionó mi
a el hombre tomó la boca de su mujer en un apasionado e intenso beso. Luisa
ugar -expresó ella guiñ
observó em
ocupará tu lugar en mi corazón, has sido, eres, y s
podré acudir a nuestro encuentro -comentó y se alejó con prisa hacía la cocina para dar unas indicaciones antes de empre
*
más
lsas, en las que cargaban pasto, flores, p
una gran capa de musgo en todos los cartones, cubriendo por completo los objetos, con ayuda de los niños, iban abriendo caminitos col
e piñas, que en días anteriores habían pintado en tonos verdes, los fueron colocando como especie de arbolitos por todo el nacimiento. Después Miguel, sacó de una c
sido colocadas, de diferentes formas y colores, se prendían y apagaban dando lugar a figuras de navidad. Carlos y Joaquín, salieron corriendo e
-Los dos niños se quedaron callados, observándose e
ta -contestó el más p
piano -respo
edían: carros de juguete, bicicletas, patinetas, juegos de video
Luisa Fernanda, sonrieron con el niño, para el pequeño, ese gesto no fue una negat
*
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llenos de fundas con regalos navideños para toda la familia, mientras en la casa de Carlo
Luz Aida? -investigó-
e... Yo no sé en qué estuve pensando
Es tu hijo! -regañó
se casó con Luisa Fernanda y yo debo sop
dolor muy profundo se anidó en su alma, al escuchar las palabras de su madre, subió a su habitación y se encerró e
da, no le dio permiso, y a él no le gustaba hablar con
ue la navidad no era una fecha solo para recibir regalos; sino para compartir, es así que después de agasajar a los empleados de la hacienda, partieron rumbo a las comunidades aleja
*
bolsillos y la mirada triste recorrió el camino lastrado que conducía de su casa a la Momposina. Cuando llegó pudo percibir los exquisitos olores que venían de la cocina, en
natilla; pero el pequeño ni siquiera los probó. Salió de la cocina y fue a indagar en la casa, esperando encontrarse con el piano que tanto le había pedido a
estaba empezando a leer, entonces se acostó en la cama de Joaquín, esperando a que él llegara para desped
subió corriendo cuando le comentar
te con nosotros a reparti
un secreto... Nadie puede enterarse-
no diré nada -
r fuerte, valiente y decidido. No
, arrugó el ceño sin comprender por
nos vamos a ver? -Inquirió el
sé a qué sitio; pero no puedo
ver si la orquídea ya floreció. -Sollozó Joaquín, abrazando a Carlos, quien sentía miedo, apenas era un niño de
s, mientras Joaquín, no paraba de llorar. Fue entonces que el mayor, cargó su morral en la es
de caminar un largo tramo, en medio de verdes praderas Carlos percibió que alguien lo venía siguiendo, entonces
arl
Joaquín a lo lejos, se regresó hasta don
? -preguntó Carlos
ayas solo, yo te acompaño -respond
u mamá van a estar buscándote preocupados
eparando buñuelos, natilla, pavo, y varias cosas más, además vamos a r
ún lado, a vos si, por eso de
Joaquín-. Yo no
Carlos, al ver que era inútil t
ban más y más de la hacienda, sin ni siquiera saber a dónde se dir