e de 1899, en la iglesia St. Mary's, una de l
angas y lazos de satén, lucía espectacular. El velo de tul, recogido por una tiara de flores,
ta, camisa blanca perfectamente almidonada y, alrededor del cuello, llevaba enrollada u
apola. La ceremonia se ofició con sobriedad. Robert pasó las arras a
ré de que no falte lo necesario en nuestro hogar, de
arte, todos los días de mi vida -declaró Madisson Clar
sa. La besó con castidad en los labios, absteniéndose a profundizar dentro de aquella deliciosa boca que tenía sabor a cer
n de manjares exquisitos y el vino se sirvió en abundancia. Entre risas y aplausos, la f
tusiasmo e ilusión. En más de una ocasión, a Robert le pareció ver sus ojos entristecidos, como si el hecho de casarse le hubiese pro
icos interpretaban una bonita canción y algunas parejas ha
sonrisa de cortesía, desprovist
s miradas admirativas de los allí presentes. Formaban una pareja envid
a ese matrimonio, pero estrechar entre sus brazos a aquel ángel, sentir su respiración suave en su cuello, notar las curvas de su cuerpo..., lo llenaban de dicha. No había sido un error, en absoluto; sino, una suerte
s de sus hombros, sin contestarle. Hizo el ademán de regres
me has contestado. Soy consciente de tu timidez, pero ya estamos casados, deberías animarte. No soy la clase de hom
testó visiblemente alterada-. Dame tiempo para acostumb
ier cosa. Poseía un sexto sentido para detectar los anhelos ocultos de las mujeres y notaba que Madisson se tensaba cada vez que la tocaba. Cuando él respiraba muy cerca de su cuello, ella contenía la
epositaba un beso afectuoso en ella-. Seré paciente y esperaré. Perdona mi entusiasmo, a veces... me dej
yor de Madisson, se acercó a ella y le habló bajito al oído. La novia palideció, se sirvió con su mano temblorosa un va
o-, he recibido una visita y he de aten
sorprendió él-. Si se trata de un
su copa de vino y la vació de un trago. Se sirvió otra y se levantó para saludar a unos amigos. Intentó no pensar demasiado en la desaparición de su recién
r ido? ¿Y por qu
comprobó que habían pasado más de veinte minutos desde que ella se marchó. Decidió que era mucho tiempo y comenzó a caminar en dirección hacia la casa. Necesitaba saber quién era la misteriosa visita que había alejado a su esposa
bía nada de la misteriosa visita. La inquietud in
ía encargado para ella. Deseaba sorprenderla, y unas rosas blancas serían una apuesta segura para la noche de su boda. No se consideraba un hombre romántico, ni solía per
e pensamiento hizo que su
que decidió casarse con ella, se hicieran realidad. Madisson sería suya. Apreció una
ría su piel suave, arrancándole suspiro tras suspiro. Jadeo tras jadeo. Y, justo entonces, en el momento justo de excitación, buscaría sus senos. ¿Cómo serían los pechos de Natalia? ¿Redondos y pequeños?, ¿grandes y turgentes? o ¿pesados y deliciosos? Desde que la conoció, aquella duda lo atormentaba y, hasta ese momento, los conservadores vestidos de ella, c
a estar con los invitados... Es
adisson, nadie sabe
r hace un momen
ha regresado desde entonces. Estoy preocupado. -Unas sombras oscura
tro de la mujer-. Nadie me ha comentado nada. Pre
visarla. Y no hay ni rast
va y viene, a saber donde se haya llevado a su hermana. N
suegra y yerno buscaban c
¿Dónde pudo haber ido una m