. En silencio, odié a ese pedazo de persona con un faltante de estatura, supliqué al cielo que se atragantara
rista de clase mundial entre el resto de los concursantes de la villa. Hasta ese instante, debía dar gracias al cielo por mantener mi
ta sin llevar una maleta repleta de obsequios. Me ignoraría. Eso era
r la atención de mi amada. ¿De dónde sacaría más efectivo? La cartera de mi madre solía estar tan vacía como mi plato tras
i bautizo. Lo poco que conocí de él fue gracias a una foto que mi madre colocó en mi mesita de noche. Solo en los últimos días del mes de diciembre, cuando la nostalgia hacía
temblar. Deseaba su abrazo, lo añor
os; y yo creía en sus palabras. Al amanecer, me vestía con mi mejor ropa y me sentaba en el port
comprendí que mi padre era tan irreal como los reyes magos. Fue tal la desilusión, que durante mi adolescencia evadía la famosa llamada. Si él telefone
fondo, sabía que debía hacerle feliz en lugar de lucirme delante de una adolescente desalmada. Sin embargo, mis sentimientos me habían bloqueado las
ante décadas, ha brindado una variada oferta de suvenires y productos inútiles de alta demanda y elevado costo. Como todo mal pobre, yo elegí gastar mis ahorros en el comerc
mantenía mis ojos brillando. ¡Y ni hablar de la envoltura! Los empleados despilf
me arrepentí de no haber pedido a Patricia que me acompañase. Ella
l pintado con más problemas
r pro
l dinero no se reproduciría con un abracadabra. Treinta moned
lema
o me parecía poco. Quería comprarle confituras, cosméticos
ema t
ntas, no había manera d
aela una postal o una flor del jardín de doña Rosa (en el caso de que
ema c
uiera que me moviese. Calabazas era un pueblo diminuto. Allí todos nos conocía
blema cuatro me encaró y borró de go
ayudarte
ento que lo normal? Sonó como si hubiese dicho: ni se
ría en el idiota del pueblo aunque tuviese el más puro ADN de mujeriego del planeta. Pero no
o un obsequio
aparentes motivos de vergüenza. Mis músculos se mant
uesto en pausa los estudios universitarios para atender a su padre enfermo. Simpatizaba gra
ifícil. Treinta mone
e alcanza para dejarte propina
el dueño. Lando estará gustoso
as de alienígenas y la caja registradora abierta de par en par. Le eché una primera ojeada de refilón, como quien no quiere las cosas. Al parecer era un