ÍTU
-un peón de la hacienda Los Moró y mano derecha d
eos. Pasaba por ahí cuando Ramiro el encargado, me dijo que habían mat
acreedores, arró
on de un Instituto
...! ¡No encuentro mis lentes! ¡Pronto! ¡
que tiene con la escuela.
que yo pagaba puntual! Es la escuela de m
l imaginar a su sobrina necesitada. Octaviano le ofreció un asie
ícese don
er obra de ese maldito
é se r
sualidad de la escuela de mi
duda. Ese malnacido de Úrsulo le
a que ya los había archivado. ¿Cómo no desconfi
e don Jacobo.
ya no da para más. Tuve que despedir a casi todos los peones. Y a ti dentro de poco no voy a poder pagarte. El banco me va a embargar, lo
o se apure por los centavos. Debe haber algun
ue llegaste en
lo recuerda? Así que el que está en deuda soy yo... -luego mirando los otros
mía! ¿Qué d
planea venir para... ¡Hoy! ¡A esta hora debe
ulsiva y necia, se puede meter en aprietos. Ah y tenle paciencia es muy test
cupe. Yo sab
. No se debe de enterar de esto. Espero que se no quede muchos días. En cuanto ella regrese al instituto, tambié
pe. Primero voy por l
ruaje y salió rumbo al pueblo. No se imaginaba
Jacobo. Cuando la joven se acercó a Octaviano, él pudo ver el brillo especial en sus ojos y algo dentro de ambos aceleró sus corazones. A él se le dificultó pasar saliva, y a ella el soltar la respiración. Para el hombre fue una sensación de deseo y admiración hacia la mujer. Mientras que para ella la simple postura de
co y fijando altivo y con indiferencia
pondió ella de una manera altanera,
o... Soy Octavi
lar con los peones...! Fue entonces que Octaviano s
ecibió mis cartas? Pero Octaviano callado, sólo la miraba por momen
No me diga que se vo
d dijo que no ha
inuó en silencio y negó despreocupado con su cabeza un par de veces. Entonces ella sin
que se alzó un poco el vestido y le dio un
e pasa oiga? - gritó Octaviano
que muy mu
rajo! - volvió a gritar Oc
n llorón... ¿Dónde
r ayudarle con su maleta a l
oiga - di
dijo ella rehusándose a
do su boca le quitó la
abajo...
n señor...! ¡Y en cuanto llegue a la hacienda
a de burla e indiferencia, ech
ras él-. ¡Mira que dejarme a mí con la palabr
ego le abrió la puerta y le extend
a -dijo la joven molesta. E intentó subir pero resba
to del otro. Él la había tomado por su pequeña cintura y e
sta entrar a la carreta con el corazón a punto de estallarle. Mientras Octaviano
o al quitarle su maleta. No sabía porque tenía unas ganas de sacarle los ojos, aunque a
está tan guapo... Es un chocoso y arrogante. Muy
u jorongo para cubrirse de la fría ventisca, pudo sentir el
e es ese? - se dijo suspirando