inmediato intentas borrar de su mente el dolor que causaste, pero al sentir su frío silen
poca es la atención que pone a tus ruegos de perdón, empiezas a divagar y piensas, piensas que tal vez exagera, piensas que tal vez tiene razón, piensas que puede ser el segundo f
s ilusiones, conviertes a tu mente en una fábrica de posibilidades para lo que vas a decir y lo que puedes hacer, para que una de esas miles
que todavía te sigue atormentando, es entonces cuando decides no llorar más por esa herida, cubrirla con la divagancia de tu cordura y dejando entrar las adicciones, después
nta seguir con su camino, tú, apresurado por dar fin con su despedida, con el último esfuerzo que te queda, te paras en frente del silencio abrazador y le pides una explicación, cansada de tu insistencia te responde con odi
te muestras como un ser indefenso que necesita de sus cuidados, al verte triste y derrotado te da la mano y te hace saber que todavía pude olvidar tu fatídico err