alisco, añ
s para descansar. Viven en una vecindad por el Vigía, un barrio viejo de Zapopan. La chica tiene catorce años es delgada y agradable, desprende el olor de la adolescencia y eso llama la atención de su padrastro. El hombre es un borracho que invita a sus amigos a la casa, j
pero al padrastro nada de esto le gusta. La ve platicando fuera de la casa y la mete a empujones. Luis sabe que el padrastro la quiere
rta abierta. Wendy está lavando en el patio sin ser consciente de que su padrastro observa y espera a que la madre esté lo suficientemente lejos para cogerla d
padrastro está sobre ella, quiere penetrarla. Luis aprovecha que el hombre está distraído para asestarle un golpe en los riñones con el puño cerrado. Este siente tal dolor que arquea la espalda, m
re hacia la casa. El padrastro sangra y se queja de los golpes recibidos. Todo el mundo lo observa, incluso e
ver a verlas, las recogí de la cal
dentro de la casa, lejos de las miradas de los curiosos. Ella gatea y lo sigue. Wendy no tiene a dónde ir y no quiere pedir perd
san por el panteón de Altagracia. Suben varias manzanas y se meten en una calle angosta;
rasposas, una cocineta y mucho patio. Luis señala el camino con un gesto. Paredes de tabla roca dividen un rincón del resto, una cama con sábanas sucias y almohadas de piedra. Luis entra
is no es delicado ni considerado, en unos segundos le tiene dentro. No le importan ni sus quejidos ni sus sollozos. Rechina el viejo colchón. Los hombres de afuera escuchan en silencio y miran mali
nte solo comparten el color de piel morena. Por eso ofrecen dinero por estar con ella una noche, si fuera una hija, ya mirarían mucho ofender al Sapo con tal proposición. Los admiradores de la muchacha, que son muchos, se desilusionan cuando el hombre les echa del hotel al ver los billetes sucios encima de la mesa. Wendy observa desde la distancia, no quiere que ninguno de esos borrachos la toque, se escaparía si no fuera porq
tarlos a su nueva vida. El chamaco es grande y sabe que fue arrancado de la mano de su madre; es difícil conseguir un comprador para un niño tan mayor. Luis se justifica dicien
orque lleva años en el negocio y un niño tan mayor es complicado de colocar. Tiene que pensar qué hacer con él. ‹‹Hay que enseñarle a
das sobre su mano temblorosa. Él quiere regresar con su madre y solloza, pero no pide ayuda por miedo; sabe que si dice más d
uación. Sabe que hay que tomar precauciones, pero el miedo a que Luis la eche a la calle la hace callar. Ahora siente náuseas y siempre está cansada, con sueño. No quiere que la vea desn
aricias y le confiesa el secreto. Este se en
ue cuidar! -Se muestra agresivo y malhumorado-.
el rostro y cae al suelo; la patea, pero no se siente satisfe
por la oscuridad bajándose el vestido, anda sin rumbo. A cincuenta metros está la finca más próxima, un corralón que por las noches parece abandonado. Alguien la sigue, escucha las pisadas y acelera el paso. «¿Será Luis que viene a matarme?», se pregunta angustiada. Una mano callosa y
o astuto, lleva años haciendo negocios oscuros y manipulando a la gente. Sabe cómo engañar a una chiquilla dolida con su novio. Le jura que la valora
rte cuando recibe el segundo golpe que lo deja sin aire, el último lo hace temblar de dolor tal como ella lo hacía cuando la golpeó. El señor Sapo sale con la
ropa le causa dolor, entra en la cama y cubre los dos cuerpos con un cobertor grueso con la imagen de un jaguar. Escucha la respiración lenta y el
nada parece alterar el ir y venir de los
dice a la pareja que se
ue Luis acceda a la propuesta, tiene miedo pero él la defendió del padrastro, la recogió de la calle y está embarazada; van a tener un hijo, nunca la vendería por dinero. Pero, a pesar de eso, sabe que no se puede fiar de la gente, ni s
on las piernas y él cae de nalgas al suelo; esto provoca la risa de las personas que los miran. Colérico se levanta, toma a Wendy d
arandea con desesperación, s
Luis huye creyendo, que esta vez la golpeó con demasiada fuerza y que ella no lo perdonará. Esculca sus bol
ale en busca de ayuda, toca en la primera casa y luego en la siguiente hasta que le abren la puerta. «¡Santa madre de Dios!», excla
sea confraternizar con nadie, sabe que los ojos indiscretos pueden tirar por tierra su negocio. Por eso cuando el hombre le relata lo sucedido la rabia lo inunda, quiere encontrar a Luis y ma
llorar, se siente inestable y cae desmayada. Pensaba ponerle el nombre de Luis si era un varón, y si era niña Guadalupe como la Virgen. Llegó a imagin
n el hijo que nunca nacerá. No guarda cama, camina como distraída y a veces se
al viento y lim
egar, besa las pantorrillas y sube sus manos hasta los muslos. Wendy ama a Luis a pesar de todo, se enamoró del hermoso rostro cubierto de mugre, del pelo mediano y grasiento, de la piel blanca sin un solo lunar,
racho y atolondrado, casi lo hace desaparecer. Ya no tiene que buscarlo, lo encuentra durmiendo plácidamente. Viene acompañado de d
to lo inquieta y lo aterra «¡¿Qué me van a hacer?!», piensa. El señor Sapo le informa que Wendy no le va a poder dar un hijo nunca, no quiere revelar delante de nadie que temió por su negocio porq
aturdido cae al suelo, suplica clemencia y trata de huir. Convulsiona al recibir la segunda descarga, las venas del cuerpo parecen
uis llora como un niño, suplica entre balbuceos y gemidos. Pide clemencia
sollozos, añade que responderá por él. Nunca volverá a pegarle po
ue los vecinos ahora están pendientes del hotel. El Toques obedece, poco le importa estar más o menos con el pobre desgraciado porque ya cobró sus buenos pesos. Guarda todos los ca
se mira a la muchacha y le dice que todo esto lo hizo por ella. Es mentira, pero nadie olvidará durante una larga tempora
sa que la electricidad continúa en él. Llora porque contempla su
ñor Sapo trae un fulano que se hace llamar doctor, el cual le administra una droga elaborada con productos na