si se tratara de un vaso de vidrio al borde de una mesa. Bueno, ella ya no s
, porque ya veo que no eres esa persona que todo este tiempo pensé. Eres mala, eres... Yo ni siquiera puedo pronunciar la palabra. Lo que sé es que no mereces que nadie te quiera porque tú ni siquiera sabes hacerlo y has te has atrevido a jugar con esos sentimientos todos estos
rmario algunas cosas que iba a necesitar, como ropa. Le hubiera gustado no llevarse ni una sola prenda de lo que tenía allí, pues todo había sido comprado por ellos. Aún así, se iba a arrepentir luego porque no tenía nada, ni siquiera un centavo en el bolsillo para poder
r porque tampoco tenía ganas de hacerlo. Solo quería irse de allí, no verles la cara a esos dos. No importaba que no tuviera un rumbo fijo. Ya vería qué hacer, probablemente le tocaría recurrir a una amiga, que sí tenía. Además, era millonaria. Pero le daba ve
abía parecido bastante guapo la primera vez que lo vio. No podía imaginarse estar tan cerca suyo en esa hermosa mansión a la que había ido varias veces y de la que quedó enamorada no solo por sus alrededores, que parecía
fuera una vagabunda en la calle, cosa que, solo de pensarlo, le caus
ella lanzaría más fuerte. Todo ahora era difícil y ex
ía con Alicia, o quizá lo m
o una mujer joven de ojos verdes recibió a la muchacha. Por su uniforme, ya sabía que era la mucama, una mujer bastante amable a la que había tenido el privilegio de conocer antes por sus visitas a la
ra esa, ir a casa, no, a la enorme mansión de Alicia y hablarle sobre queda
pasa, no te quedes allí -de inmedi
recue
sup
aci
ó un
rápida e inesperada. ¿En qué te puedo servir? Quizás el señor pueda atenderte, él se encuentra en este momento aquí, no fue a trabajar -le informó a la joven. Esta sintió como todo su cuerp
quer
a hablar con él? Te lo a
a vuelt
iró
de que su intuición le decía que algo andaba mal y nada más bajar la vista y clavar los ojos en la maleta, supo más o menos lo que ocurría. Entonces la dejó allí. La mucama se había retirado p