S ÁL
entada en el suelo del almacén, justo a mi lado, apoyaba
me cae bien -musitó Mía en un tono rez
ra carcajada-, ustedes son amigas
y yo no somos amigas. Ella es la mald
i mano hacia la chica que amaba y que jamás se enteraría de mis sentimientos por ella-, sabes que eso no e
e, entonces también se sacudió el polvo que se pegó a su ropa, pues el almacén era un sitio que
sistir a la fiesta de despedida que le haríamos a Lisa, nuestra compañera de vivienda que, después de c
e el abuelo nos heredó a mi hermano y a mí. Nos mudamos a ella para estudiar el bachillerato, pues,
os con él y, a mediados del primer semestre, Lisa se mudó con nosotros c
Lisa se iría a estudiar fuera del país, dejándonos a los que
uién me preguntó dónde nos habíamos metido Mía y yo, y
nas intenciones-, Mía dijo que le quedaban cosas por hacer y que en el camino se pon
suspirar luego de mirarme desaprobatoriamente-, porque cua
escaradamente y entré a mi habitación
re estaba pensando en ella y, la segunda razón era que no estaba seguro que Mía fuera ca