or de un mate se despiertan los instintos, se desatan las pasiones y el co
s músicos, ese ser de aspecto viril, de mirada imperturbable y rostro seco, pero que sin embargo había causado en mí algo muy especial, una sensación que jamás había experimentado y que ahora se estaba propagando por todo mi cuerpo, invadiendo mi mente, mi alma, hasta carcomer mis huesos y llegar a mi corazón; y al parecer el sentimiento era reciproco pues de pronto y sin previo aviso, comencé a sentir el calor de su mirada, la misma que al principio era inexpresiva, ahora se había vuelto de fuego y me gritaba que yo era el objeto de su deseo, debo admitir que en un principio aquella situación me cohibió un poco, sin embargo esa sensación desapareció casi de inmediato, para dar paso a un sentimiento de absoluto placer y complicidad, no existía duda, nuestras almas se encontraban sumergidas en la más sublime de las conexiones por medio de nuestros ojos, a nuestros rostros les resultaba imposible poder disimular la química que se había generado entre ambos, y lo mejor de todo era que a ninguno de los dos nos importaba. Por fin el concierto terminó y el público retribuyó a los artistas con una gran ovación cerrada y de pie, acto seguido los asistentes fueron abandonando poco a poco aquel auditorio, yo también me disponía a hacerlo, cuando uno de los tramoyas de la orquesta se me acercó y tras un saludo reverencial, sin decirme nada me hizo entrega de una tarjeta, para luego alejarse con una sonrisa en el rostro, al tomar ese diminuto trozo de papel entre mis manos, pude sentir como mi corazón despertaba ante una nueva ilusión, podía notar como sin querer mis mejillas poco a poco se iban enrojeciendo, y la boca se me secaba, mis manos temblaban y por más que quisiera evitarlo, era imposible alejar la sensación de curiosidad y expectación de mi espíritu; sin mayor preámbulo abrí esa pequeña pero significativa tarjeta, con la secreta esperanza que su procedencia no fuera otra que de aquel maestro de orquesta que había en
acababa de darse un baño, estaba
sta entre los que se encontraba el asistente que me entregara la tarjeta, aquel diminuto trozo de papel que en unos pocos instantes había cambiado mi vida por completo, unos minutos más tarde aquel guapo y varonil hombre volvió junto a mí, y sin previo aviso y haciendo gala de su osadía y faceta de seductor, me dio un dulce beso en la mejilla, yo me quedé sin respiración, sin palabras sin aliento, regocijándome en mi incredulidad, fascinada y aturdida. Así comenzamos a hablar y con el correr de los minutos, nos fuimos quedando completamente solos en aquel lujoso espacio, Fer
dijo Fernando, después
nozco mucho acerca del ritual del mate- agre
rayendo en sus maravillosas manos, un hermoso y elegante mate de calabaza. Yo que h
o Fernando me miró con una sonrisa pi
acer de probar el sabor de tus labios en
ué es eso? - agregué
ás tarde sacó de un bolsito cuidadosamente, arreglado, la yerba para preparar aquel brebaje de dioses, puso cuidadosamente un poquito dentro del mate, luego le agregó un chorrito de agua bien caliente, para más tarde poner delicadamente la bombilla tratando de remover la mezcla lo menos posible, un instante después cubrió la bombilla con otro poco de yerba
consumía en el agua hervida -Cébalo tú primero- dijo extendiéndome el
palabras pues la expresión de mi rostro lo decía todo, Fernan
s y charlando, dejándonos llevar por la seducción, danzando al compás del tango y su ritmo cadencioso, hasta que nos sorprendió la noche y nuestros labios se confundieron en un ardien
uella sublime experiencia y tanto Fernando