Darío se separó de sus labios al percatarse de que estaban acompañad
rse con rapidez provocando la confusión de Mariposa. Su gesto cambió, de
upone que h
fuese real. No lograba entender su comportamiento, tampoco la inesperada aparición. Era un local dedicado a ese tipo de encuentros, pero
e por el grito, intent
este trabajo. Está atendiendo a un cliente y yo no tengo queja alguna. Lo
ado. Mariposa agarró sus manos y las apartó de su cintura con fuerza, una vez libre del agarre se l
.. no pretendía, no
omo un torbellino furioso y la sostuvo del brazo. Comenzó a tir
cían bailes, estaba siendo regañada por hacer bien su trabajo. Que fuese ciega no quitaba que ya era una adulta, no tenían derecho a manejar su vida.
se lo digas a mi madre -el tono de su voz era temb
puerta, sin poder apartar los ojos de la bailarina mientras se alejaba. El hechizo en el que se había visto envuelto se difuminó en el momento que perdieron el contacto. El peso de su
de ella más que un calentón
rmosa, pero en ese momento habría dese
có a esa mujer? -gruñó
el trabajo. Bastante tengo con soportar que cada cliente q
ya no hay nada aquí que pueda desear. -Vio como la rabia se apoderaba de la mujer y la forma en que alzó el brazo para golpearlo, esquivó la b
contra de su voluntad, pero aquella lo disfrutaba o le era necesario. No se iba a detener a preguntar, sus motivos para estar en un lugar como aquel le eran indiferente. La
*
n suavidad los tacones de los pies y suspiró ante el alivio. En silenc
ude? -su voz parecí
hagas sentir más inútil de lo
eso, niña
la persona, con un corazón bueno y todos los que me tratan
ro es justo así -como siempre le habló
apaz de darse cuenta cuando no era del agrado de alguien. Cuando apenas era una niña de ocho años, los incesantes ruidos nocturnos no la dejaban descansar. La música del club, noche tras noche, la hacían imaginar qué estaría ocurriendo fuera. En una de esas ocasiones se leva
con una amargura que no comprendía. Mientras maldecía una y otra vez cuando sus esfuerzos eran premiados con una habilidad innata. Para lo único que sirvió el intento por superarse, fue para lograr más tiempo alejada de
Susana le había hablado, donde quizá consiguiera contacto de otras personas. Su único entretenimiento era bailar y escuchar las historias que Susana inventaba
o, y quieras hacerme creer algo que no soy. Quizá no diga nada, pero me doy cuenta de las
es. Me gustaría contarte tantas cosas par
quiero ser igual al resto apareces como hoy y me haces sentir que en realidad no soy igual. ¿Sabes qué haces con las ilusiones que intentas crearme? ¡
rpo. Los pasos de la mujer se escucharon en la habitación hasta dete
o interés en que nadie se te acerque. Estabas sentada en su regazo y por
tropecé, me ayudó a levantarme y me pidió que bail
pero no quiso hacerlo. Se sintió atraída hacia otra persona, la hizo sentir que era más que alguien que vivía solo para bailar, aunque comprendía que había sido una ilusión nada más. En el momento en que Dar
te alejarás. Habrá muchos hombres aquí que quieran más de ti de lo que debes ofrecerles, niña. No soy tu
a, pero me niegas t
star a solas con él. Su cuerpo había tenido reacciones con esa cercanía que nunca las había sentido ni en sus mejores sueños. Aún podía sentir el tacto de aquellos labios s
se molestó en saber su nombre. Podía ser que todo fuese una ilusión creada por su mente, que Susana tuviese razón y si volvía
de acuerdo con que estés metida en un mundo tan oscuro y pervers
dad cada día, ¿aca
abras. -De nuevo regreso a toc
expulsar el aire con un suspiro de resignación, y su mano
e tu edad, cometí errores y me enamoré. Ese amor me dio lo mejor y también lo peor de mi vida. Te juro que, aunque sea lo último que haga, te sacaré de aquí;
a sola. Susana parecía referirse a su propia madre como si fuera un ser desalmado. Sabía que ambas no se llevaban bie
s a su alrededor, pero por lo que conocía, la vida estaba repleta de verdades a medias. Estaba cansada de escucharla rogar que se mantuviese en el camino que le indicaba, que no se desvia
mi madre capaz de matarme si busco algo diferente?». No le hacía falta respuesta a su propia pregunta, porque sin necesidad de ver, sus otros sentidos le gritaban el desprecio que recorría a Roxana en su presencia. Algo
de Susana, pero aquel mantra ya no servía en ella. Apenas unos minutos en los brazos de un desconocido la hicieron replantearse el camino a seguir. No podía seguir engañándose a sí misma. La vida co