ene un punto débil... la gran Bestia está caíd
el tono bajo que a veces en sus más remotos sueños le susurraba su nombre, su promesa. Y lo conquistaba, lo seducía con
o hermanos. En realidad, estaban lejos de serlo; sus padres se habían unido años después de que ambos nacieran convirtiéndolos en algo que, definitivamente, Azael dete
o ella, su niña de ojos verdosos, era su mundo. Más que su amiga, más que su hermana, más que s
lla
repugnante; o que ella -con esa sonrisa suave y los ojos brillosos- era tan monótona e insípida como para avergonzarlo en público. La había alejado, y ella, aunque al principio parecía imperturbable, poco
n tocarla, sus brazos rodearla, sus labios besarla; cada parte de su piel quemaba de deseo. Y él, sin saber cómo
o más que detona