junto con una patada en el estómago. Me retorcí de dolor mientras que sentía a mis órganos encogerse también. Lo siguió otra patada antes de que pudiera siquiera quejarme
no me hablas así, soy tu c
que sólo significó una patada en la
porque estaré por estos lados bas
ero aún dolía. Era una suerte que el cuerpo de los vampiros se recupere con mayor rapidez que el de u
l charco de sangre
día en el que te vea rogando piedad. Sólo necesito a esa chica, necesito descubrir el s
hacían todo lo que estaba a su alcance para recuperarse lo antes po
e me ayudaría a levantarme lo antes posible. Me quejé de la forma más lastimosa que pude y oí cómo salía un suspiro ahogado,
-preguntó una agu
de mi actuación internamente
el charco de sangre que hasta hace poco
me encontraba, podía sentir el corazón de la pobre chica latiendo con dificultad por el miedo y la expectación, escuch
ojé un pensamiento que la incentivaba a ayudarme. No me gustaba mucho -realmente no me gustaba- meterme en las mentes humanas, solían ser muy bulliciosas y el dolor que me queda luego de esa gracia era terrible, por lo mismo, evitab
ue su débil mente sucumbió ante mis órdene
con mi cuerpo tirado en el piso. Reprimí la sonrisa, mi sed p
gada y bastante pequeña, no sabía cómo pensaba «llevarme a un hospital» con
a sólo me cabreaba. No sólo le impactó mi magullada imagen, estaba seguro, sino mi aspecto en sí. Esto era algo de lo que generalmente sacaba provecho, ya que muchas mujeres quedaban -por decirlo de una manera- encandi
o. Un desaliñado chico rubio de cabello semi lacio, piel pálida, -que ahora lo era mucho más- con pecas decorando los pómulos elevados, algunos lunares, rasgos definidos y unos ojos azules que durante días soleados sol
susurro, solamente para que la