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dr
Dos año
algo de la lasaña que seguramente la señora Grant me había dejado en el microondas, mientras leía un poco probablemente. Luego con suerte ir a dormir e intentar conciliar el sueño, algo que la mayoría de las veces me
orma en como hablaba sola, en como mordía el bolígrafo, en su sonrisa o en la t
tí muchas veces durante el día que no existía nadie inofensivo, que la experiencia me indicaba
n cosas, casi siempre se iba de lengua, aunque para ella eso no parecía ser malo en lo absoluto por el contrario era bueno y en ocasiones sentía que si me ace
go colocarlo concienzudamente en el margen de una hoja. Ni siquiera me es
me apoyaba en el marco de la puerta, esperand
ensi
se su día y podía apostar que había sido realmente malo. Tenía el cabello enredado en la parte de a
la oreja, nerviosa, porque la avergonzaba ser vista allí. Porque para su jefe aquello era una especie de castigo. -¿Qué hora es? Creo
tración. -Podría hablar con él, si tú quisieras. Ni siquiera los becarios pasan tan
a. Puedo salvarme sola. -Dijo con suavidad y poca convicción. -Además me van a pagar
terraza. -Le aclaré y me devolvió una de esas sonrisas que parecían iluminar toda la habitación. -No hay dobles intenciones
la cabeza, al tiempo que se a
entras se preparaba y dejé que mis labios se curvaran de manera casi perezosa, inconsciente de que observaba cad
tensa hasta que ella carraspeo po
te un poco de frío.
, o quizás debería decir que lo que no me gusta
a vivir. -Le dije tomando el único abrigo que se encontraba
la observaba por el rabillo del ojo, porque intentaba adivinar si ella sentía como yo que entre nosotros había algo más. Lo había sentido por primera vez, fuerte y l
ique con la mano que debía salir y me
en la que quería tocar al resto de las mujeres en las que intentaba trazar cada curva con dolor. Junto a Rebecca sentía que de alguna manera dejaba de ser yo, para ser alguien más, alguien mejor, alguien que solo quería acunarla
omado diferentes decisiones. No podía estar completamente seguro de nada porque los recuerdos se iban volviendo borrosos. Como si la distancia física, precediera inevitablemente al olvido. D
rnisa, colocándose en puntas
moso que he visto en mi vida. ¿Cómo sabias que esto me gustaría? ¿Qué me haría sentir mejor después de
r de mirarla de perfil, con la boca ligeramente
e siento mal, cuando creo que no hay un solo rostro amigable o estoy muy nerviosa de alguna forma estás allí. ¿Eso es raro? Porque en realidad
ieta esperando
as porque a veces necesito lo mismo, como ahora... Lo que quiero es bailar y puede que quieras lo mismo porque bailar es dejar de pensar,
la cabeza. -No se bailar, n
eguro de ser un gran bailarín, pero creo que leí que la música es curativa, puede hacerte sentir m
. Definiéndose entre lo que su mente le decía que era una completa locura y lo que
mo si intentase buscarle una
Rebecca apoyo su mano sobre mi hombro, asustada por lo
. Tomé el móvil que se encontraba en mi otro bolsillo para buscar una canción y le subí un poco
earan ligeramente como lo había hecho en el tren, analizándome de una manera tan intensa que sentí que algo se incendiaba en mi int
ndo, para ser franco simplemente nos mov
iel sobre la tela y le canté suavemente al oído, mientras sentía que temblaba ligeramente, se sentía tal como si una
audífono con mis labios rozando su piel. Me dejo acariciarla, casi sin tocarla. Sintiendo latir
yema de su pulgar trazando suaves círculos en el dorso de mi mano, hasta que la canción terminó de sonar. Aunque ninguno de los dos, dimos un solo
orque en aquel momento, en esa terraza, entendí que no podía ser su amigo. -Prométeme que nunca vas a dej
ontra mi
aba de manera perezosa sobre nosotros. Entonces entendí que no podía prometerle nada sin salir herido. Que necesitaba algún tipo de garantía. Por lo que me acerqué a ella, Rebecca no se movió cuando me incliné con cuidado, moviendo mis movimientos hasta qu
pesar de saber muy en el fondo que nunca podría ser correspondido. Era un amor condenado,