destinos estaban entrelazados. Su relación nunca estuvo llena de altibajos dramáticos ni inseguridades. Desde el principio, la comunicación y el respeto fueron los pil
eriores la llevaba a tener proyectos de renombre, aunque nunca dejó que su carrera opacara su rol en casa. Ricardo, por su parte, era un hombre de negocios exitoso, dueño de una agencia d
o leía el periódico en la mesa de la cocina. Las tazas de café humeaban en la me
hoy? -preguntó Dulce mientras or
da y sonrió, sin aparta
Pero no te preocupes, prometo no alargarme dema
irviendo el café en las tazas con una s
no le prestó mucha atención, acostumbrada a que su esposo siempre tuviera alguna llamada o mensa
lce, al notar la pequeña
ápidamente, metiendo el teléfo
ialmente cuando se trataba de proyectos confidenciales. Ella respetaba su espacio y confiaba plenamente en él. No
utos parecían alargarse más de lo habitual, y Dulce comenzó a sentir una ligera inquietud, como si hubiera algo que no encajara del todo en la no
lma de siempre. Ricardo no había llegado aún, lo cual no era raro, pero lo que sí llamó su atención fue el mensaje
o, como si algo estuviera a punto de romperse. Dejó el móvil sobre
porte elegante, como siempre. Llevaba su traje oscuro, con la chaqueta ligerament
e, levantándose del sofá con un
tuyo? -respondió él, colgando su
ntos hoy. ¿Te parece? -preguntó Dulc
intió con
e un proyecto. Me va a tomar un poco de tiempo, pero te
da en su pecho. Había algo en su voz, una pequeña som
por su día? A veces las mujeres tienen un sexto sentido, y Dulce sabía que algo no estaba del todo bien. Decidió esperar
Dulce no pudo evitar mirar hacia la puerta del despacho una vez más. Aq
nte inquietud en su pecho le impedía concentrarse en cualquier otra cosa. Mientras picaba una ensalada, su mente seguía dando vueltas a los pequeños detalles que no encajaban. La leve d
. Él apareció en la entrada de la cocina, con la camisa desabotonada en el cuello, ya sin su chaque
preguntó Dulce, trat
seriedad en la voz de Ricardo hizo que Dulce se tensara.
para iluminaba sus rostros. Ricardo comenzó a hablar, pero
endo más rápido. El tono de su voz no le gustaba nada. -Tú sabes que la empresa ha estado creciendo, y con ello las respo
n su estómago. Por alguna razón, temía lo
-Ricardo hizo una pausa, mirando a Dulce a los ojos. -Es una joven
zo sentirse incómoda, como si él estuviera preparándose par
Dulce, a sabiendas de que esa
ndamente y se pasó un
. En su forma de comportarse conmigo. A veces, me siento incómodo con la forma en que actúa. -Un destello de cul
preguntó Dulce, su v
rimera vez en la convers
consecuencias de sus palabras. -Ella ha mostrado un interés más allá de lo profesional. Y aun
uación era diferente. Eliza no solo era una joven atractiva, también estaba trabajando cerca de su es
pecto? -preguntó Dulce, in
cia adelante, su expr
iero que esta situación afecte lo que tengo contigo. Te lo prometo. -Su v
segura de cómo sentirse. Por un lado, Ricardo parecía arrepentido, pero por otro, su falta de acción hasta ese momento la hacía sentir despro
ver qué tan lejos estás dispuesto a llegar para proteger lo que tenemo
iendo la gravedad de las
a suceder. -Se levantó de la mesa y se acercó a ella, tomándola de
olvidar lo que había pasado. Sabía que el camino hacia la reconciliación s
*
esperaba. Había sido paciente, había jugado sus cartas con astucia, pero su jefe, al que había estado seduc
que quería, y lo que quería era a Ricardo. Si su matrimonio era un obstáculo, entonces tendría que hacer lo que fue
abía hecho más
prometido que hablaría con Eliza y que pondría fin a lo que sea que estuviera sucediendo entre ellos, pero algo dentro de ella no podía calmarse. No era simplemente la idea de una tentadora s
Eliza, sino también por ver a Dulce tan distante. Cada vez que la miraba, sentía que la conexión que siempre habían ten
za. Estaba escrita a mano, con una letra cuidadosamente estilizada, y decía lo sig
centrado en asegurarse de que su conversación con Dulce no fuera en vano, pero sabía
riendo con una seguridad que hizo que su corazón latiera más rápido. Ella no parecía preocupada, no parecía arrepentida por
do su tono serio y profesional. -Sabes que tene
rio, fijando su mirada en él. Su sonrisa no desapareció, pero su
o que ocurrió ayer. -Su voz era suave, casi seductora, y sus palabras parecían estar cargadas de un su
no perder el control. Sabía que Eliza estaba mani