nes y caminó con dificultad sobre los adoquines de la vieja calle, abriéndose paso entre la gente hacia su auto nuevo y lustroso. Abrió la puerta y se dejó caer en el
siempre la encontraban con su típica frialdad. Muchos le temían a su famosa ira, pero nadie la conocía realmente. Su poder había sido ganado a base de san
de invierno en una choza sin piso. Su madre murió en el parto entre gritos de agonía, pero
nsiderando que nunca lo fue, no realmente. Su apellido fue una condena que pronto sin
staba lejos trabajando. Sus numerosas madres de crianza la apodaron rubí, por una gem
leto a los negocios de su familia. Su padre no tuvo más hijos, ni siquiera tomó
fuego y confrontaciones con otros hombres. De vez en cuando la llevaban a los almacenes don
padre entraba y salía. Seguido por s
ue podrían ser capaces de comprar tierras y mansiones como los hombres ricos. Las honora
lo el rubí de su madre y se sentó frente a su querido padre que bebía vino bajo la luz de la luna. Él le obsequió
estros enemigos. Verás hija mía hoy cumples quince años y creo que es hora de que conozcas la verdad. Yo ya soy un hombre viejo. Creo que es seguro decir que no procreare más hijos y la esperanza de algún día tener un varón ha desaparecido de mi mente. Nunca lo quise tampoco, no considero que por se
s de tus ancestros, esas que te proveen de fuerza espiritual y te acompañan aunque no la
Lee también unirás a las dos familias para siempre. La guerra entre nosotros acabará y podremos consolidar nuestra posición como magnates en esta ciudad. Ya no más bailar no dormir a la intemperie, tendremos terrenos, mansiones y todas las joyas que puedas imaginar. Nuestros negocios crecerán desproporcionadamente y pronto se irán transformando en otras l
ncima de todo, la entregaría como un trofeo a un hombre. Asustada por la noticia nunca dejó ir por completo su inocencia, arrancada por las mano