dos, pero cuando levantó la vista, lo que vio frente a ella la hizo olvid
el y un corrientazo viajó por su cuerpo; algo que nunca había sentido. Pensó que tal vez era de eso de lo que hablaban los poetas, cuando describían al amor refiriéndos
re que le sonreía disculpándose por su torpeza. Ella aceptó las disculpas de bu
y que si sospechaba de su escape lo alertaría de inmediato. El hombre implacable no le perdía ni pies ni pisada, y viendo que no encontraba manera de concretar la separación decidió rendirse e
que si alguien los veía juntos los matones de su marido le sacarían los ojos; pero luego a llegar a casa examinó con cuidado el trozo de
empo en el horizonte se dibujaba una posible amenaza, una gran empresa que podría suponer una compe
o de lo que creía era suyo por derecho. Engullendo sus ambiciones y alimentando su ego al destruirlos. Pero un nuevo enemigo se alzaba por el oeste. Un joven qué heredó la fortuna de su familia y se
n luchado para construir. El joven era importante, elocuente, bien educado y sobre todo noble. No usaba sus empresas para transportar productos mal ha
a los rumores sobre su pasado. Cada ficha policial, cada acusación en su contra había sido borrada de los archivos, y desde que se unió a la política nunca
egocios. Nunca había visto a su marido tan asustado, y era porque sabía que no tenía manera sucia de ganar la guerra que se le venía encima. Si llegase a ocurrirle cualquier cosa
Librar una guerra más serena y destronar a su oponente sin balas o cuchillos, y a eso
gran cena de bienvenida para él en tu propia casa. Todos lo hombres ilustres de la ciudad recibieron una invitac
ebería lucir hermosa e inteligente, reír mucho y hablar poco y solo sentarse allí durante las horas qu