itía hacer que la siguieran para comprobar su infidelidad, realmente ya no me importaba lo que hiciera con su cuerpo mientras no afectara su embarazo y eso iba a dejárselo muy claro, el amor que creí
dedicado tanto tiempo y esfuer
sa, pero se había trasladado a una de las habitaciones de huéspedes, lo que acepté de buen grado, la acompañaba a las consultas d
ia que exigía, sus ausencias de la casa eran notorias, algunas veces los niños querían compartir algo con ella y tenía que entretenerlos sacándolos de la c
mbre que yo escogí porque no hubo manera de tener esa conversación con Fionna, pensaba involucrarla y acercarla un poco a su hijo escogiendo su nombre, pero no hubo forma de que accediera a sentarse unos minutos conmigo a tratar ese tema, lo dejé por la paz y cuando le dije que ya tenía un nombre solo se encogió de hombros. Finalmente me prepararon para asistir al nacimiento de Archer, esta vez me mantuve del lado del médico y no tomando la mano de Fionna para darle
la imaginé en el baño, pero después de un buen rato fui a buscarla porque el bebé seguía llorando, seguramente de hambre como había dicho la enfermera, no la encontré, solamente estaba la bata de hospital tirada en el piso, tuve un horrible presentimiento, comencé a llamarla por teléfono y al oír el timbre dentro de la habitación encontré el celular de ella en la papelera del baño, había borra*
buscarla, pero no quería que la regresaran, solo pidió informes y que documentaran sus pasos. Antes de llegar a su casa recibió el aviso de que habían localizado el automóvil del guardaespaldas de Fionna y lo estaban siguiendo, Boris y Fio
da vez, había planeado su fuga fríamente
cido, tomó una ducha, se vistió y regresó a la clínica, buscó al director y luego de recriminarle furiosamente su complicidad, aunque no podía probarlo, sacó a su hijo de allí. Su madre se ofreció a a
nocieran los planes de su hija, les permitía visitar a los niños, pero bajo ningún concepto podían salir de la casa con ellos. Les dolía, no obstante, co
itres, no perdían oportunidad de llamarlo, o de ir a su casa e incluso un par de ellas osaron buscarlo en su oficina,
cho por ella, es decir, no la extrañaban, él quería sacarla de su mente por lo que mandó a tirar todas sus pertenencias y decidió cambiarse de casa. Ese mismo día contrató los servicios de una inmobiliaria, cuya representante no perdió oportunidad para insinuarse descaradamente, por lo que Gas
ara sus juegos, con áreas separadas según sus preferencias, también disponían de una amplia biblioteca con escritorios
re se había convertido en un témpano de hielo con sexo ocasional en un lujoso y exclusivo club, su fortuna continuaba aumentando cada día y su ostr