ítu
late,
-, pero Madisson se cubre la cabeza y se rehúsa a levantarse, pronto viene a su men
intiera como en un bote a la deriva en la peor tormenta. El olor a café recorre los pasillos, Madisson se apresura al corredor, con el cabello húmedo y sus mejillas descoloridas, - deberías asolearte en estos días niña,
i, acompáñeme por favor -, Madisson la sigue por el elevador, unos pisos arriba, el lugar
cristales puede ver a Elizabeth analizando un par de documentos, c
beth sonríe, - bien, ¿por dónde te gustaría empezar? -, le pregunta, Madisson trata de ser astuta, - bien, ese hombre, el que le acompañaba, ¿quién es? ¿es su esposo? -, Elizabeth deja escapar una carcajada, - si no conociera su trabajo, señorita Tammi juraría que trata de averiguar información sobre Alexander, lo cual es muy tierno -, Madisson se sonroja, - no, c
ver con la exuberante rubia" -, se repite constantemente, y aunque trata
por la mañana -, advierte Elizabeth. Madisson abandona la oficina y mientras camina por el pasillo de regreso, el aroma de aquel dios griego que la hizo arder, se disemina por los pasillos, "Alexander" resopla. Wolfgang camina seductorame
mejilla, la dopamina regada en su cuerpo la emborracha de pasión y su corazón la
n fuerza le golpea en la cara, -¿por qué esta sedada? -, pregunta Madisson, - su madre tuvo algunas complicaciones por la mañana, no se siente bien, así que le sedamos para que pudiera descansar -, las cejas de Madisson se arquean, suavemente besa la frente de su m