e quejarse -enciende el motor
bús haciéndome sobresaltar,
hijo, tiene ocho años, es com
í y empiezo a sudar frío y a llorar en silencio, pensan
n niño -le dice e
dice la señora- lo vi
s -escucho que
papá me descubra, por lo que permanezco un poco más de tiempo agachado, estuvo a punto d
, aún tengo miedo- ven, vamos, confía en mí -extiende su mano,
viado, si logre escapar. Al poco tiempo me quedo dormido sin poder evitarlo, me sient
r al baño aprovechen
ués a la señora que baja detrás de mi, corro hasta el baño para evitar que me diga algo, antes de entrar lo veo conversar con la señora que viaja
egar? -le pregunto a l
lgo? -Niego- toma este pan, no es bueno q
y reanuda la marcha después de preguntar si falta alguien m
e mueve de un lado a otro la se
dónde vengo. Me voy a los baños, después de hacer mis necesidades y lavar mi cara, salgo aun con sueño, mojarme la cara
r aquí -me despierta el hombre
Sigo a un grupo de personas con la esperanza de que ellos también salgan de aq
y las bocinas de los carros hacen que me sienta aturdido.
s juntos, edificios tan altos ni tantas personas reunidas en un mismo lugar ca
a ciudad es muy grande para un niño de ocho años, además, como s
e ventas de comida, arepa y empanadas más que todo, la boca se me hace agu
alquier otra cosa por una empanada -le pido a la señora
ocas en aquel contenedor -me pasa el cepillo de b
omer sigo caminando viendo todo a mí alrededor, llego a un lugar que se l
, salto del susto al ver lo rápido que van, veo como todos entran y sale
ren avanza, siento una sensación extraña en mi estómago. Me bajo en la s
Caracas? No lo dudo, con lo rápido que iba es muy probable que me encuentre cerca
que está en la entrada me detiene, camino por alrededor del lugar y veo que hay un
uita, en donde vivo. Hay muchos juguetes regados por todas partes, en un costado, hay una casita pequeña e