pa, limpió la sangre y fluidos que había entre sus muslos, los infelices abusaron de ella sin ninguna piedad. Levantarse fue una toda una odisea, su cuerpo se encontraba m
te. El dolor era profundo e intenso, jamás volvería a escuchar su voz, ni su risa, no sentiría de nuevo su abrazo, todos los sueños
abajadores que iba arreando un gan
r el cadáver de Gustavo. Los gritos ensordecedores de la muchacha estremecie
e morían de viejo no con un tiro entre ceja y cejas. Todos quería saber quién hizo algo así y clamaban
ado y la única testigo estaba casi al borde de la locura. A Micaela
ndo despertó ya se encontraba un poco más tranquila; Yeudiel y Edmundo
entía en su pecho no tenía nombre, su hijo era su orgullo, su primogénito, tenía todas las esperanzas puestas e
tada en su cama con la
mano y le habló con muc
amos saber lo que pasó, el que realizó esta infamia de
cansancio y una tristeza pro
a vacacionar con sus barraganas*. Por otra parte, ya Edmundo Montenegro con el pasar de los años y con el cambio de gobierno dejó de ostentar un sitio privilegiado en Caracas. Luego estaban ellos los Mattordi unos inmigrantes judíos que, aunque poseían tierras dinero y ganado, jamás se podía equiparar al de
an del pueblo. Querían robarnos Gustavo le
ero su suegro también est
la sangre de mi hijo clama justicia y la tierra no
que solo alumbraba las luciérnagas, escuchamos caballos acercándose, ellos se percataron de nuestra presencia, intenta
a su hija y le
o lado, ve la condición en la que está mi
os ojos para cont
bien e
San José de Tiznado estaba desolado, el luto se sentía en
os habitantes se abocaron al lugar, querían ver por última vez al carismático Montenegro
do, sus ojos estaban rojos e hinchado, nunca en su vida ha
alma gemela, le arreba
an y le daban el pésame, pero no prestaba atención a l
mento mucho su perdida -ella giró la vista y
cima a golpearlo, a descargar una pistola en su humanidad, otra hubiera gritado a los cuatro vientos que lo
mas que brotarían de sus ojos, se levant
ndolencias? -le preguntó con un sarcasm
rutó con
con el mismo tono y altanería al ver que ella no lo había denu
razó y deslizó su mano lentamen
tuya, que no vale nada, me desquitaré con lo que más te duele, no tendrás paz ni sosiego, te haré sufrir
literatura oral del folklore venezolano, cuant