on tanto. También tengo uno en la aldea de la provincia de Lleida donde nací, pero la gente que me rodea en estos momentos no lo sabe. En mi pueblo natal me conocen por la Blanca, heredado de mi madre, que tiene la piel como el jazmín. Cuando llegué, hace unos quince años, como
erederos de cada uno de los pensamientos que a partir de este momento exprese, sois los guardianes del resultado final de esta tarea iniciada en el día de hoy y que con seguridad tardaré en completar. Sin embargo, también quisiera que este compendio de pensamientos llegara a
de Argelia. Y además proclamo a los cuatro vientos, aunque les extrañe a algunos, que una pareja como la nuestra funciona. Y digo extra
era quien juzga sin saber. Aquí todo el mundo sabe que Hamid es valenciano, hijo de emigrantes argelinos, pe
de el primer momento sentí por él una fuerte atracción. Sensación rápida que llegó de manera inexplicable y que hacía tiempo no había experimentado. Y es que mi vida amor
vaba, parecía dubitativo y con la cabeza enfrascada en algún asunto. Iba bien vestido y bien peinado. Tenía un papel entre manos. Mi cabeza empezó a intentar adivinar qué podía ser. La conversación de mis amigos se había vuelto aburrida y no pude evitar la tentación de imaginar historias sobre aquel individuo. Lo hacía a menudo, miraba a la gente e inventaba un pasado, un presente y
trolífero, de negocios por Cataluña. Imaginaba que en su país llevaría una vida de lujo, viviría rodeado de s
el tema, todos los magnates del petróleo procedentes de aquellos parajes tan lejanos llevaban la vestimenta propia de su país, unas chilabas blancas y limpias, largas hasta los pies,
nte creía verdadera. Pero esto es ahora, han tenido que pasar años para ser consciente de mi error.
vender sus productos. El aburrimiento había puesto en marcha mi cabeza y no había manera de detenerla. Sin embargo, al analizar la nueva opción imaginada, la descarté automáticamente. Era imposible. Generalmente las empresas quieren caras occidentales para hacer v
leo, lo más probable era que fuera un empresario emprendedor intentando abrir mercado en Cataluña. Venían muchos extranjeros por ese motivo a la ciudad condal, de modo que era una posibilidad
ida de que iba a encontrar en la sección local la noticia que me sacaría de dudas. Recuerdo que un año antes había sabido que el hotel estaba lleno de arquitectos, mirando el apartado llamado agenda de las páginas finales. Era lo único que leía. Y lo recuerdo claramente porque conocí a uno de aquellos estudiantes de arquitectura que se pasaba el día escuchando charlas, unas más interesantes que otras, según sus palabras, y por
ginación me fallaba. Lo cierto es que no había caído en un detalle. Estaba perdiendo facultades imaginativas al no darme cuenta de que normalmente los congresistas continuaban la tertulia juntos
nfrascado con el pequeño papel que también me tenía intrigada. ¿Cómo no? Todo él era un misterio por resolver. De reojo, intentando que no se diera cuenta
engua emplearía? De nuevo la guionista de películas empezó a trabajar. A pesar de los años, recuerdo h
nocido. Tenía que conocerlo, lo necesitaba. Me urgía saber su realidad, no