qué estaba dando el consentimiento. Y así, absorta en delirios imaginativos, que en alguna ocasión me hicieron pensar si sería una buena guionista de películas, no
sé... estaba pensando en otra cosa. ¿Qu
to valenciano sin incorrecciones y sin acento delator de que fuera extranjero. Había fallado en todas mis especulaciones. El chico me preguntaba, muy educadamente, por una dirección donde tenía que ir al d
sí, espera, ¡una dirección
ue ya había dejado la adolescencia años atrás, derrumbé el refresco, que cayó primero sobre la mesa y luego al suelo, vertiéndose el contenido encima de mi falda. El líquido me empapó la ropa, y fui notando, al mismo tiempo que el líquido se deslizaba por mis piernas, un bochorno centrado en las orejas y el rostro que me hizo pensar que mi cara, siempre tan blanca, se había vuelto roja. Y lo es
ito, fuera de tono, que inexplicablemente salió de mi garganta. ¡Qué espanto! No solo llamé la atención de mis amigos sino también la de las personas que estaban sentadas en las
crita en este papel. ¿Me podríais ayudar? Se lo he preguntado primero a vuestra amiga porque he visto que no estaba centrada en vues
ar valenciano tenía nombre árabe. Ahora sí que no entendía nada, pero no quería imaginar más, ya lo había hecho antes y fue erróneamente. No sabía si quería volver a verlo. Por un lado, me consolaba pensar que al volver ya no estaría, mis amigos le h
y con curvas por todo el cuerpo, del grupo que tiene donde pellizcar, como me dicen los que me quieren. Y tal vez por una vez en la vida, si el tópico era cierto, no usar la talla 38 me era beneficioso. Porque tengo que confesar que mis kilitos de sobra me han atormentado por culpa de los estereotipos de la sociedad que nos rodea en la cual el culto al cu
s. Este fue el motivo por el cual dejé Barcelona. Hamid fue la causa que me llevó a descu