s ma?anas se levantaba á las siete, y cantando como un pájaro, aseaba su peque?a sala y el gabinete de las f
n ella toda su ventura: mirábala cambiar el agua de sus tórtolas y darles alimento, y esperaba con impaciencia
inábalos con maravillosa agilidad y los enlazaba despues con graciosa forma detras de su cabeza: un vestido blanco era su única gala en el vera
lia á recibirle. ?Cuán dichoso debia sentirse aquel hombre al estrechar contra su corazon á su angelical esposa y á su in
lce de Margarita; no obstante, el corto tiempo que perma
ta acostaba á su hijo y volvia á su bordado, miéntras mecia la cuna con su lindo y ligero pi
enfrente de ella, escuchaba su voz en una especie de éxtasis, y el jóven esposo,
s atestiguaba más que nada la lucidez modesta de su talento; de un talento que brillaba con la