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Esta historia no va de lo buena persona que soy, de lo buena esposa que he sido durante 15 años, la mejor compañera, la mujer intachable que la sociedad piensa que soy. No, no, nada de eso. Porque no he sido alguien buena desde... bueno, desde que tenía 10 y me di cuenta de que podía conseguir todo lo que quisiera con solo esforzarme un poco, o decirle a mi padre que lo quería. Ventajas de ser hija única de un multimillonario empresario. Lo que no sabía, era que no podía comprar el amor del único hombre que me ha importado desde que soy una niña, el hombre que retuve a mi lado todo lo que pude, a base de todo tipo de engaños y manipulación. Y la única cosa que yo siempre quise fue que me amará, solo eso. Pero nunca lo conseguí, aunque él pensó que lo llego a hacer en algún punto de nuestras vidas, porque tuve la suerte de que nuestros padres fueran amigos y nos hayan presentado desde niños, educados en los mismos colegios y en la universidad.
Esta historia no va de lo buena persona que soy, de lo buena esposa que he sido durante 15 años, la mejor compañera, la mujer intachable que la sociedad piensa que soy. No, no, nada de eso. Porque no he sido alguien buena desde... bueno, desde que tenía 10 y me di cuenta de que podía conseguir todo lo que quisiera con solo esforzarme un poco, o decirle a mi padre que lo quería. Ventajas de ser hija única de un multimillonario empresario.
Lo que no sabía, era que no podía comprar el amor del único hombre que me ha importado desde que soy una niña, el hombre que retuve a mi lado todo lo que pude, a base de todo tipo de engaños y manipulación. Y la única cosa que yo siempre quise fue que me amará, solo eso. Pero nunca lo conseguí, aunque él pensó que lo llego a hacer en algún punto de nuestras vidas, porque tuve la suerte de que nuestros padres fueran amigos y nos hayan presentado desde niños, educados en los mismos colegios y en la universidad.
La primera vez que nos besamos en la adolescencia supe que él tenía que ser mío para siempre, la primera vez que hicimos el amor (donde tuve que mentir para que él creyera que yo era virgen) me di cuenta de que no quería a nadie más al otro lado de mi cama, pero yo era una mujer infeliz, al lado de un hombre que nunca supo amarme ni un poquito. Ni por todos los intentos que hice. Y, entonces, apareció Henry y me di cuenta de que podía tenerlos a los dos, porque uno no me amaba lo suficiente y el otro me amaba demasiado.
Los años que pase lejos de Alejandro me bastaron para que él se enamoraba de otra y quisiera huir con ella, pero para mi suerte, mi suegro no era bueno en los negocios y perdió toda su fortuna y no estaba para nada decidió a vivir en miseria, por lo que vendido a su propio hijo para garantizar una vida de lujos a su familia. Alejandro y yo nos casamos demasiado jóvenes, pero a mí eso no me importaba, porque desde niña soñaba con aquel momento, y lo hice realidad, me diseñe el vestido perfecto, hice que mis padres gastaran una fortuna en una boda que no era más que un trámite y lo vi en sus ojos, cuando titubeó al decir Sí, acepto o cuando me iba a besar. O cuando no quiso llevar el matrimonio como era debido, pero aun así teníamos que aparentar frente a la sociedad. Mi padre puso toda nuestra fortuna y empresa en sus manos y él se dedicó a multiplicarla con los años, mientras yo me acostaba con su mejor amigo, pretendiendo que era él. Cuando me iba de viaje de negocios solo para poder quitarme la máscara y disfrutar de algo de placer. Cuando me quede embarazada de otro hombre y pensé que era el momento perfecto de darle lo que siempre había querido, pero que yo me negaba a darle, un hijo. Así que, lo emborrache y drogue y fingí que habíamos hecho el amor, solo para decirle semanas después de que estaba embarazada, sus enormes y hermosos ojos azules se le iluminaron, pero para mi desgracia, ese bebé nunca nació, porque Henry no estaba dispuesto a fingir que no era suyo.
Las cosas se enfriaron demasiado después de eso entre nosotros, entre mi marido y yo, y entre Henry y yo. Pero a este último, lo tenía comiendo de mi mano desde los 10 años. Solo me basto desnudarte frente a él en nuestra casa, mientras su mejor amigo estaba en la habitación de al lado.
Pero ahora era diferente, mientras lo miraba desde mi silla asustada, asustada porque ya sí era cierto que nada de lo que hiciera lo retendrá a mi lado. Esta vez no. Las manos me temblaron, así que las escondí bajo la mesa. Mi última carta en su contra era el dinero, que si me dejaba lo perdería todo y su familia también, no funciono. Porque estaba enamorado y no iba a renunciar a eso. Lo observé quitarse los zapatos, la chaqueta y la camisa y arrojarlo con fuerza y enojo al piso. Para luego lanzarme las tarjetas de crédito a la cara y las llaves de los coches. No podía creer que lo había perdido, que se había enamorado de otra mujer, que era capaz de hacer aquello por alguien más joven que yo. Sin dinero, una chica que apenas estaba empezando a hacerse camino en la vida. Y yo, estaba furiosa. Quería acabar con todo con tal de retenerlo a mi lado. Me sobresalté en mi silla cuando lanzó el teléfono contra la pared y después se marchó.
No sé cuánto tiempo pasó entre que se fue, me abandono, se largó. Me puse en pie y tiré todo lo que encontraba a mi paso al suelo. Pequeños adornos carísimos destruidos a mi paso, llegue a nuestra habitación y tire todo al suelo, toda su ropa la lance por el balcón, sus estúpidos y caros relojes que tanto me gustaba comprarle, sus corbatines de 200 dólares, sus perfumes caros, todo lo lance y cuando acabe quería lanzarme yo también por la ventana. No imposible que se fuera, que me abandonara, a mí, si se lo di todo. Me senté en el suelo de la habitación y lloré, lloré como nunca había, las lágrimas se sentía de lava sobre la piel de mi rostro. Ya no estaba, jamás volveré a encontrarlo en su despacho, en la sala de estar o en la estúpida área de juego que tanto se empeñó en hacer para su sobrina. Debí quererla más. Tal vez, esa otra mujer sí la quiere y juega con ella.
Una clase diferente de rabia y enojo me subió por la espalda, me puse en pie y bajé las escaleras de dos en dos. Me encontré a la señora de la limpieza (nunca me he molestado en saberme su nombre) quitando todo el reguero que él dejó en el comedor.
-Quiero que borres todo el rastro de que alguna vez existió en esta casa- ella solo asintió con movimientos repetitivos de su cabeza- para cuando vuelva no quiero encontrar nada suyo en esta casa.
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