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Los Marginados han gobernado sin oposición por más de un siglo, pero la rivalidad entre los hermanos que buscan hacerse con el trono, desbalancearán el sistema que les consagró el estatus del cual han gozado, trayendo desgracia y calamidad aquellos sin poder. Capítulo cada semana, todos los jueves sin falta, no te pierdas de esta gran historia.
En un esperado final, resurge algo nuevo, el héroe de la rebelión, parte 1
Los reflectores de la arena calentaron sus agobiados músculos, múltiples moretones decoraron su piel y finos torrentes de sangre escurrieron desde su rostro hasta la espalda. Las feroces expectativas de muerte que inundaron la atmósferale dificultaron inhalar una simple bocanada de aire, si la muerte tuviera aroma, sería éste; el de sangre y sudor mezclado en la arena a lo largo de los años, el putrefacto aroma ya era un olor familiar, conocido, suave. El cuerpo luchó para adormecer el dolor al liberar un torrente de adrenalina; su cerebro chocó contra las paredes del cráneo en busca de una salida. La sangre se filtró por los lagrimales y las luces le arañaron las retinas, por momentos todo se vio rojo, se nubló y apenas se percató del enorme rival frente a él.
Su oponente, con doscientos kilos de peso, hizo temblar el suelo al aproximarse. Se había tomado su tiempo para dar un espectáculo decente, pero su profesionalidad le demandó concluir con lo que las apuestas dictaminaron sería el resultado del combate antes de haber empezado. Concentró las expectativas del público en su siguiente golpe para recibir la añorada y satisfactoria reacción de los fans.
― Vamos, ya dimos un buen espectáculo. ¿No puedes darme un respiro? ― Su rival sonrió con malicia.
― Cambio de planes, esta vez no saldrás vivo. el jefe quiere un mejor espectáculo. ― Ese era el entretenimiento de esta noche, ¡una pelea a muerte!
Vio el golpe aproximarse, debía esquivarlo, pero sus piernas se rindieron. El enorme puño, más grande que su cabeza, impactó contra la última protección con la cual contó para salvar su existencia. La potencia lo mandó contra la barrera de madera destruyendo la estructura de está; no podía creer su suerte, ¡seguía vivo! El suelo evidenció la rabieta de su oponente por acallar los abucheos que atendían contra su intachable profesionialismo.
Se recriminó por no prever esta situación, las últimas semanas el público bajó, la calidad de las peleas fue menos que mediocre, necesitaban sangre para atraer de nuevo las ganancias, un sacrificio para la demandante muchedumbre, pero ese golpe no calmó la violenta e insaciable hambre del público, los gritos aumentaron, al igual que la frustración de su oponente igual. El sudor le escurrió por la frente y una nítida gota, atravesada por los rayos de la luz, cayó al suelo marcando el lugar donde su lápida sería erigida.
Una ráfaga de golpes regresó su mente a la pelea, eran un constante martilleo por sus brazos y abdomen, sin aire, volvió a caer en la arena y los abucheos se hicieron presentes. No puedo, no puedo más, sólo quiero descansar, repitió constantemente. Sintió la tierra mullida, cálida, sólo me dejaré envolver por el suave abrazo de la tierra, un minuto más y todo acabará. ¿Por qué pasó esto? Hice lo que me dijeron, he dado un buen espectáculo como las otras veces y ahora para mantener su intachable profesionalismo, me matará sin dudar, no puedo creer que admirara a quién será mi verdugo. ¿Por qué a mí? Teníamos un trato, yo pierdo y el favorito recolecta las ganancias.
El tiempo se alentó para él, observó las tribunas, donde las esbeltas curvas de las animadores y tonificados cuerpos de los meseros dispersaron la atención del público del combate. Percibió una vez más el aroma de la arena, ahora le pareció que olía más a desechos humanos. Al final lo único que conseguí será morir en un basurero como este y las apuestas de la siguiente pelea tienen más importancia que mi muerte Vio la sonrisa de su jefe perdida entre los pechos de la chica en su regazo, tenía los dientes tan torcidos como su ética, no prestaba el menor interés por la maquinación que efectuó en la arena. ¿Por qué debería de darte el gusto? Voy borrarte esa sonrisa.
Para mi maldita suerte me pusieron a este tipo con la habilidad de endurecer su piel. Maldito mundo, maldita suerte. Justo me ponen a este tipo y ni siquiera puedo darle un buen golpe, su piel es demasiado dura para mí. Aunque quisiera arruinarle los planes a ese desgraciado, echar por tierra sus ganancias de esta apuesta, ¿cómo podría? Una risa infantil se escuchó en su aturdida cabeza, ¿quién dejó entrar a una niña a aquí? ¿Tan pronto buscan enseñarle la ley que rige a este mundo? Una vez más se escuchó la risa y cuando pensó que era sólo su imaginación, vio una cabellera dorada semejante a la de su hermana recordándole la razón de estar ahí. Tantos golpes lo dejaron viendo cosas, no hay forma que ella este aquí, ¿o sí?
¿Quieren un espectáculo? ¡Bien, lo tendrán! El tiempo volvió a normalidad, el instinto de supervivencia se activó y la adrenalina recorrió su cuerpo a gran velocidad, los vasos sanguíneos se dilataron y la sangre fluyó por cada uno de sus músculos. Por menos de un segundo evitó el pisotón de su oponente, rodó a un lado ganando suficiente tiempo para levantarse. El dolor disminuyó, pero aún le costaba respirar, sabía que no podría pelear por mucho, debía de acabarlo pronto. Su oponente rezongó al no sentir la tierna carne bajo la planta de su pie.
El mastodonte de doscientos kilos corrió hacía él como un hipoduso al menos eso pensó de acuerdo a los relatos que ha escuchado. En el último minuto realizó una finta a la izquierda y giró a la derecha, su oponente cayó en la trampa y tuvo oportunidad de ponerle el pie. El estadio vibró ante el impacto de su cuerpo contra la arena. El público volteó sorprendido y el lugar enmudeció. Cerró la distancia entre ellos con rapidez y con todas sus fuerzas llevó su rodilla al rostro de su oponente y por primera vez en la noche, lo hizo sangrar. Tu piel no es tan dura en todo tu cuerpo maldito.
Con todo el impulso del momento impactó la planta de su pie en su rostro; rematando la nariz. Su oponente aún de rodillas sólo pudo cubrirse el rostro de la tempestuosa furiaque le accedíadesde arriba. Algunos en el público comenzaron a alentarlo. ¿Sí hay locos que apostaron por mí?
Al final sus puñetazos hicieron poco contra la dura piel de su oponente, era como pegarle a una placa de metal. En una pequeña abertura de su ataque recibió de regresó un golpe certero en el abdomen. Mientras rodaba al otro extremo del ring sus animadores callaron. Lo hizo sangrar, ¡sí podía matarlo!, debía de continuar sin darle un respiro. Encajó los dedos en la arena y tomó un puñado en ambas manos.
Sin saber de dónde, sacó fuerzas para levantarse antes de que su oponente le diera el golpe de gracia. Arrojó el primer puño de arena al rostro, pero ese truco lo conocía muy bien y se cubrió los ojos a tiempo, pero fue lo suficiente para dar un golpe certero a la entrepierna. Saltó a un lado y esquivó el golpe cargado de frustración ante esa agresión. Fue en ese momento que arrojó el segundo puño de su mano izquierda cegándolo por completó. Ante esa nueva brecha, saltó hacía el rostro del gigante y concentrando todas sus fuerzas impactó una vez más su rodilla contra la castigada nariz. Aún sin poderlo ver, su oponente lo aprisionó con sus manos, podía sentir la inmensa presión con la que lo apretaba. En un intento desesperado pateó de abajo hacia arriba una vez más la nariz, el agarre cedió y poco a poco los inmensos dedos que lo sujetaban lo fueron soltando.
La enorme masa de músculos permaneció estática en su lugar, el público estaba en silencio, hasta el mismo jefe estaba atento a lo que aconteció en la arena. Su oponente tenía la mirada perdida. El cuerpo se balanceó de lado a lado y como una enorme plancha de metal, cayó hacía atrás sacudiendo de nuevo la arena y las ilusiones de sus apostadores. Sin fuerzas para celebrar, colocó una rodilla en el suelo, no podía desplomarse. Tomó una bocanada de aire y después una segunda para reincorporarse. El silenció se rompió por sus pocos animadores que gritaron de júbilo al hacer una gran fortuna, el resto le gritó amenazas y maldiciones.
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