En un mundo donde la opresión del Rey Thomas ha devastado a su gente, una joven, Haley, vive en las sombras como una plebeya común. Pero detrás de su fachada ordinaria yace un secreto extraordinario: ella es la princesa perdida del reino de Velstand, oculta por una década tras la caída de su familia ante el régimen tiránico de Thomas. Cuando el momento para la revolución finalmente llega, Haley se encuentra en el corazón de la resistencia, decidida a restaurar el legado de su familia y liberar a su pueblo. Sin embargo, su camino hacia la victoria está plagado de desafíos inesperados, incluido un obstáculo que nunca anticipó: el príncipe Alexander Larssen, heredero del hombre que destruyó su vida. A medida que Haley y sus aliados luchan por derrocar a Thomas, se ven obligados a enfrentarse a dilemas morales y emocionales, cuestionando lealtades y sacrificios en un mundo donde la línea entre el bien y el mal se desdibuja. Mientras tanto, la creciente conexión entre Haley y Alexander amenaza con desatar una tormenta aún más tumultuosa, desafiando las creencias arraigadas y desencadenando consecuencias imprevistas para ambos lados. En esta épica historia de coraje, traición y redención, Haley y Alexander se ven atrapados en un juego mortal de poder y pasión, donde el destino del continente pende de un hilo y cada elección podría sellar su destino.
*29 de abril de 1542 D.D.*
Despierto de repente cuando escucho decenas de pasos apresurados recorrer los pasillos adyacentes a mi habitación. Sus voces se pierden a través de las paredes, pero puedo identificar con claridad que algo terrible está sucediendo fuera. Justo en ese momento, mi niñera principal, Amelia, entra a mi dormitorio asustada.
-¡Levántate rápido, cariño!- Me apremia con una expresión de terror dominando su rostro.
-¿Qué sucede, Amelia?- Pregunto con extrema preocupación.
-No hay tiempo para explicaciones, debo ponerte a salvo junto a tus hermanos.
Veo como rebusca rápidamente algo de ropa en el gran armario, mientras yo me incorporo frotándome los ojos con sueño. En unos pocos segundos ya ha escogido un traje cómodo y unos zapatos del mismo estilo.
-¿Dónde están mamá y papá?- Aún no logro entender qué está pasando y por qué tanta prisa.
-Cariño, ahora no hay tiempo para todo eso. Tus padres deben encargarse de la situación, sabes que es así cuando hay alguna emergencia. Me han ordenado que te ponga a salvo y eso es lo que haré.
Le hago caso mientras el nerviosismo comienza a apoderarse de mi sistema. Amelia me lleva casi a rastras por los pasillos del palacio, bajando las escaleras con urgencia. Por el camino nos cruzamos con decenas de guardias que se dirigen corriendo a la salida principal.
Sin embargo, nosotras tomamos un camino distinto, adentrándonos por una puerta semioculta en la pared, una por la que nunca había pasado. Me doy cuenta de que es la puerta que mi hermano Mattheus decía que llevaba a una sala donde torturaban a los presos más peligrosos.
Atravesamos la pesada puerta de madera con rapidez y, para mi sorpresa, no se trata de una sala de torturas. La estancia es estrecha y nos lleva a una escalera en forma de caracol que se dirige a las profundidades del palacio. Bajamos con cuidado de no caernos, pues eso es lo último que necesitamos en estos momentos.
Cuando llegamos abajo del todo, nos encontramos con un pasadizo estrecho con poca iluminación, que, a decir verdad, da mucho miedo.
-Amelia, por favor. ¿A dónde vamos tan rápido?
-Este pasadizo lleva al refugio en el que se encuentran tus hermanos, cariño- Se detiene un momento para observarme.
-¿Pero qué es lo que sucede?- No puedo más con la angustia, necesito saber.
Ella devuelve la mirada al frente, evitando responderme. Nunca había actuado así conmigo, así que esto no hace más que preocuparme más de lo que ya estoy. Seguimos avanzando en completo silencio hasta encontrarnos con una puerta de hierro. Amelia llama cinco veces en una secuencia claramente rítmica. Alguien que se encuentra dentro abre una pequeña rejilla para verificar que somos quienes esperan.
-Traigo a la princesa, abrid rápido- Brama Amelia, con una mezcla de impaciencia y nerviosismo.
El guardia dirige su vista hacia mi y procede a abrir la puerta. Entro con cautela, pero esta desaparece cuando veo a mis hermanos mayores sentados al fondo de la estancia, rodeados por varios guardias que se mantienen impasibles.
-¡Matt, Ry!- Grito corriendo hacia ellos para abrazarlos, mientras los guardias se apartan de mi camino para permitírmelo.
Rylan me proporciona un abrazo protector que en verdad me tranquiliza mucho. Son mis hermanos mayores, siempre me cuidarán. Si estoy con ellos nada puede pasarme. Es lo que me repito siempre desde que tengo memoria. Voy hacia Matt para hacer lo mismo, pero su expresión de extrema preocupación me frena en seco.
-Haley, estamos en problemas- Explica con cuidado. -El ejército de Kalaryan ha invadido la ciudad. Calculamos que empezaron a entrar hace unas cuatro horas. Papá y mamá están encargándose de ello, pero... -Su semblante sombrío me dice todo lo que necesito saber. Cree que no tendrán éxito.
-No hay peros que valgan- Lo reprende Ry. -Ellos vencerán y lo arreglarán, como siempre hacen. Solo tenemos que esperar.
-Esta vez es diferente- Lo enfrenta Matt. -Los pillaron por sorpresa, el Rey Thomas fue muy inteligente. Sabía que la gran mayoría de nuestro ejército estaría defendiendo las cordilleras, porque eso es lo que se acordó y nosotros sí cumplimos nuestra palabra.
-Bueno, no esperábamos que fuese tan rastrero como para atacar cuando nuestras tropas y las suyas luchan por un objetivo común- Ry defiende a nuestros padres, cruzándose de brazos.
No entiendo nada, todo esto me abruma en demasía. Solo quiero que papá y mamá vuelvan para que todo esté bien de nuevo.
-¿Cuánto tiempo estaremos aquí?- Pregunto nerviosa, sintiendo cómo los latidos de mi corazón van tornándose cada vez más fuertes y rápidos.
Ambos me miran, pero ninguno sabe qué decirme.
Matt se pasea nervioso por la habitación, frotando una mano contra la otra repetidamente. Mientras, Ry me abraza para reconfortarme, pero esta vez eso no basta. No después de saber lo que está sucediendo realmente. Soy una niña, pero no soy tonta.
-Debo ir con ellos- Decide Matt después de un rato en el que nada ocurre.
-¡¿Qué, estás loco?!- Se exalta Ry. -Tú no puedes hacer nada, no más de lo que pueden hacer ellos.
-Soy el heredero al trono de Velstand y debo ayudar a los reyes en un momento así.
-¡Sólo lograrás acabar muerto!- Ry está completamente desesperado, intentando hacerle entrar en razón.
-No digas tonterías, Ry, eso no pasará- Asegura Matt, mirándonos esta vez a ambos.
Ry se aleja de él, respirando fuerte mientras trata de calmarse.
-Está bien, si eso es lo que quieres hacer... iré contigo- Afirma con rotundidad.
-¿Qué? Ni hablar.
-Lo haré, no me convencerás de lo contrario. Si no es tan peligroso como dices... ¿Por qué motivo no podría ir yo también?
-Yo soy el heredero, Rylan. Yo soy quien debe ir y ayudar a nuestros padres. Además, ¿Quien cuidará de Haley si nos vamos los dos? No, tú debes quedarte.
-Ella estará bien aquí con los guardias. Tú eres el heredero, pero sabes que desde siempre nos han educado para que te apoye en todo. Y eso es precisamente lo que voy a hacer.
Intercambian un par de miradas significativas hasta que Matt suspira derrotado y es en ese instante cuando me doy cuenta de que todo está decidido. Me aterra lo que pueda sucederles fuera de estas cuatro paredes y no quiero quedarme sola. Ry se gira hacia mí, mientras Matt habla con los guardias.
-No quiero que te vayas, Ry- Confieso compungida. -Tengo miedo.
-Lo sé, pero ahora necesito que seas valiente. ¿Recuerdas lo que siempre nos decía mamá?
Asiento suavemente con las primeras lágrimas cristalizando mis ojos.
-"Pertenecer a la familia real está lleno de lujos, pero también de deberes. No mereces ser rey si no estás ahí en los malos momentos"- Citamos al mismo tiempo.
-Bueno, desgraciadamente este es uno de esos momentos- Susurra con suavidad.
-Prométeme que volverás, Ry. Que volveréis todos- Suplico.
-Te juro que haré todo lo que esté en mi mano porque así sea. Tú... Sólo no salgas de aquí y estarás bien. Prométeme tú eso.
Asiento esta vez con rapidez, mientras abrazo fuertemente a mi hermano durante varios segundos. Me niego a soltarle, pues algo en mi pecho me dice que nada va a estar bien. Matt me da un abrazo más corto, algo típico en él. Siempre fue el más serio y menos afectuoso de los dos.
Ambos se encaminan fuera del refugio con paso decidido, mientras que yo siento un vacío dentro de mí, que, por más que quiera, no desaparece. Trato de convencerme a mí misma de que van a volver. Derrotarán al malvado rey y volverán. Seguro.
Me acurruco en una de las camas presentes aquí en el refugio, la cual es bastante incómoda, pero eso no me importa en estos momentos. Observo el techo con poco interés, mientras los guardias se mantienen en alerta constante. Estoy protegida, pero me siento más sola que nunca.
Las horas pasan y nada ocurre. No llegan noticias de mis padres y evidentemente tampoco de mis hermanos. Todo está en calma, demasiada calma. En un momento dado llego a pensar que eso significa que las cosas no marchan tan mal como parecía.
El guardia que me dejó entrar a mí se aventura fuera para recabar información sobre lo que está sucediendo. El tiempo vuelve a pasar, y el guardia no vuelve. Me dan algo de comer, pero siento que tengo el estómago cerrado y no logro probar bocado. No ingiero ningún alimento desde hace ya muchas horas y a estas alturas debe ser ya la hora del almuerzo, pero simplemente no puedo.
-Trate de dormir un poco, Alteza- Aconseja uno de los hombres. -Se le hará más llevadero.
No respondo, pues creo que también me arrancaron la voz. Sin embargo, me tumbo y finjo dormir para que no me lo vuelvan a repetir.
Un rato después me sobresalto con unos golpes fuertes en la puerta. Los hombres se ponen en guardia de inmediato y el que me habló antes se dirige a abrir la rejilla. Mantiene una conversación bastante larga con quien sea que está afuera pero, al final, decide dejarle pasar.
Se trata de un hombre al que creo que nunca había visto. Tiene el cabello castaño, estatura mediana, ojos claros y aparenta unos treinta años. Se acerca a mí con rapidez y se sienta en una esquina de la cama.
-Buenas tardes, Alteza. Sé que usted no me conoce, pero mi nombre es William Russell. Soy alguien de confianza de su padre- Hace una pausa larga, observándome con cautela. -He de sacarla de la ciudad, porque aquí ya no está segura, por desgracia.
-Quiero ir con mi familia- Afirmo con rotundidad.
-Lo sé, pero eso ahora no es posible. Por su propia seguridad...
-¿Están bien?- Lo interrumpo con un hilo de voz.
El señor Russell se queda en silencio y entonces sé que la respuesta es un no. Siempre lo fue, era obvio desde el principio, pero yo no quise verlo.
-Ellos... -Comienza con tacto. -Lamento mucho informarle de que fueron capturados por el Rey Thomas Larssen. Están vivos los cuatro, pero... Él será quien decida su destino. La ciudad fue tomada por las tropas del ejército enemigo y si no nos damos prisa en escapar, se la llevarán a usted también.
Ya no escucho nada de lo que dice. En mi mente solo se repite una sola palabra. Una y otra vez. Capturados. Capturados por el rey enemigo. Papá, mamá, Matt y Ry fueron capturados. No. No. No. No. No puede ser.
-Alteza, sé que es difícil, pero debemos huir de la ciudad. Él no puede tener a la familia real al completo- Trata de tocarme, pero yo me zafo con brusquedad.
-¡NO, NO, NO, NO, NO!- Grito con furia. -¡Mientes! ¡Tú mientes! ¡Ellos no están capturados, ellos están bien! ¡Papá es el mejor rey, él nunca permitiría que algo así pasase!- Estoy completamente fuera de mí, pero me da igual. Ese hombre es un mentiroso.
Se levanta de la cama y trata de tranquilizarme, pero le doy una patada en las costillas para que se aleje de mí.
-¡No me toques!¡Vete, vete, vete de aquí!
-Está bien, Haley. Siento que tenga que ser a las malas, pero el tiempo que tenemos es demasiado valioso como para perderlo. En cualquier momento estarán en el palacio los soldados kalaryenses y no pienso fallarle a Julen.
Acto seguido me coge en brazos, ignorando mis gritos y golpes. Salimos del refugio a paso rápido. Todos los guardias nos siguen de cerca mientras la bestia que me sujeta comienza a correr. Cuando me quiero dar cuenta, nos encontramos ya en los alrededores del Palacio Real.
Mis quejas cesan de inmediato cuando vislumbro el panorama. El azul que normalmente decora el cielo de Cráteris ahora es casi inexistente, intercambiado por una secuencia de humaredas negras que provienen de muchos puntos distintos de la ciudad.
Sin embargo, lo más terrible son los gritos y lamentos desgarradores que alcanzo a oír, erizándome los vellos de la piel. Cierro los ojos para evitar al menos ver el infierno en el que se ha convertido la ciudad en la que nací y estoy creciendo.
Seguimos avanzando sin parar hasta que llegamos a una especie de bote anclado en la orilla del río. El señor Russell me deja con cuidado en una de las banquetas, mientras que él se sienta en la otra. Aprieto los labios, mientras evito mirar lo que estamos a punto de dejar atrás. Los guardias me hacen un gesto de respeto y se alejan en dirección contraria, para ayudar a sus compañeros en la batalla.
El señor Russell comienza a remar respirando con esfuerzo, mientras que yo me mantengo inmóvil y en silencio. Es en ese momento cuando todo lo sucedido me golpea de forma más clara. El ejército enemigo invadió la ciudad y toda mi familia fue hecha presa. Lo cual significa que... No soy capaz ni siquiera de pensarlo.
-Desde ahora las cosas serán distintas- Comienza a entablar conversación con suavidad. -Sé que este momento es extremadamente difícil, pero ahora no puedes derrumbarte. Debes ser fuerte, no sólo por ti, sino también por ellos.
No le respondo, sólo bajo la mirada para observar las aguas tranquilas del río. Qué contraste más extraño, teniendo en cuenta lo que está pasando en tierra.
-El Rey Thomas ha ganado esta batalla- Continúa ante mi silencio. -Pero no ganará la guerra, te lo prometo- Asegura confiado.
Esta vez sí levanto la vista para observarlo y encararlo.
-Las promesas no valen de nada, señor Russell. Ya me di cuenta- Hablo con desánimo.
-Por favor, llámame William. O Will, si prefieres. Y en cuanto a las promesas... Sí que valen. Si la persona que te la hace es sincera, créeme que luchó para lograrlo y que le dolió en el alma no poder cumplirlo- Hace una pausa, quedándose pensativo. -Sé que ahora todo se ve negro, pero hay luz al final del túnel.
Me quedo en silencio de nuevo, procesando sus palabras.
-¿Los volveré a ver?- Pregunto más para mí que para él.
-Lo harás- Me dice. -No sé dentro de cuanto tiempo, pero lo harás. Te lo aseguro, Haley. ¿Puedo llamarte así?
-Supongo- Acepto mientras me abrazo las piernas con los brazos para combatir el frío que indica que la noche está al caer.
El resto del trayecto transcurre en silencio, pues yo estoy sumida en mis pensamientos. En un momento dado llegamos hasta un pequeño puerto y Will me ayuda a subir al muelle. Avanzamos por las calles del pueblo hasta encontrar unos establos, en los que compramos un caballo que nos llevará hasta nuestro destino, que aún no sé cuál es.
Cabalgamos durante toda la noche y gran parte del día siguiente, hasta que nos detenemos a descansar en una posada. A primera hora de la mañana del día siguiente volvemos a cabalgar. Esta rutina se prolonga durante varios días hasta que finalmente llegamos. Se trata de una ciudad mediana de aspecto pintoresco.
La atravesamos toda hasta llegar a una de las casas. Es grande y acogedora, pero es completamente opuesta a lo que estoy acostumbrada. Subimos al porche y, antes de que logremos abrir la puerta, una mujer de edad similar a la de Will aparece frente a nosotros. Me observa con una clara sorpresa en su rostro.
-¿Qué...- Empieza, dirigiéndose a mi acompañante.
-Te lo explicaré luego- La interrumpe. -Ahora Haley debe descansar.
Me guía hacia el interior y le sigo sin rechistar, pues no me siento con fuerzas para hacerlo en estos momentos. Subimos las escaleras hasta el segundo piso y llegamos hasta un dormitorio. Hay una cama de tamaño mediano en el centro, una mesilla al lado y un armario enfrente. Las paredes están pintadas en colores vivos.
-Bien, bueno... Este será tu cuarto por el momento. ¿Te gusta?- Pregunta interesado.
-Es bonito- Murmuro sin ganas.
-Haley...- Inicia pasándose las manos por el pelo. -Hay algo que debes entender, algo que es muy importante para tu seguridad.
No le miro, en cambio me siento en la cama palpando la tela suave de la colcha.
-Escúchame, es importante- Chasquea los dedos para captar mi atención. -Ya no eres una princesa. Desde el día de hoy tu nombre ya no es Haley Antilles, sino Haley Russell. -Si el plan no funciona te buscarán y ser la hija de un simple profesor de universidad será la tapadera perfecta.
Ni siquiera me molesto en preguntarle de qué plan habla, porque intuyo que no me lo dirá.
-¿Por qué mi padre, un rey, sería amigo de un profesor de universidad?- Pregunto sin entender.
-Digamos que tenemos ciertas cosas en común- Responde enigmático. -Ahora descansa, hablaremos con más calma mañana.
Acepto solo porque el sueño está a punto de vencerme, así que Will se va y yo me meto entre las sábanas y me tapo con ellas. Estos días los he pasado pensando en mis padres y mis hermanos. En cómo deben estar ellos y en lo mucho que los necesito. Pero ahora un nuevo pensamiento ronda mi cabeza. Ya no seré princesa. Eso sin duda va a llevarme un tiempo hasta que me acostumbre y no sé si lo lograré del todo.
-Soy Haley Russell- Digo en voz alta. El apellido suena extraño y siento que no me pertenece, pero aún así lo repito una y otra vez hasta que caigo rendida ante el cansancio.
Después de la batalla que llevó a la caída del tirano rey Thomas, Haley por fin ha vuelto a vivir junto a su familia de manera normal, esperando poder reconstruir juntos todo lo que tenían hace una década. Sin embargo, mientras intenta encontrar su lugar en todo este complicado proceso de sanación, no logra dejar de pensar en el hombre que arriesgó tanto por ella. A pesar del desafío que supone que ese hombre sea precisamente el hijo de la persona que más daño le hizo, Haley ya no puede ignorar los sentimientos que han comenzado a formarse en su interior. Sentimientos que se asientan cada vez más y que no parecen querer desaparecer pronto, para su más absoluta desgracia, pues es consciente de que no es bueno ni conveniente lo que está sucediendo entre ambos. Así se embarcará en una relación clandestina y prohibida, encontrándose en un debate interno continuo, sin tener ni idea de a cuál de las dos partes debe hacer caso. ¿Es mejor tomar la decisión aparentemente correcta y fácil, ignorando los designios de su corazón o... deberá escoger el camino difícil, aquel que le traerá muchas consecuencias y sacudirá su vida hasta los cimientos? Además, pronto Haley enfrentará nuevos problemas, como la amenaza de ser descubiertos por personas que de ninguna manera deben saberlo y la aparición de nuevos enemigos y rivales. En medio de todas estas tensiones e intrigas, los sentimientos de ambos se pondrán a prueba como nunca antes. ¿Podrán Haley y Alexander superar los obstáculos que se interponen en su camino o sucumbirán a las fuerzas que amenazan con separarlos?
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