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Augusto es un hombre humilde, trabajador, casado con María, la costurera del barrio; tienen 3 hijos: Prince de 6 añitos, Braulio de 4 y Roberto de 6 meses. No sentía él, que aquella relación tuviese futuro, el cómo obrero no avanzaba y el mísero salario, no le alcanzaba para nada. Por otro lado, la mafia organiza un gran atraco tipo comando, al Banco Central, de allí logran sacar 30 millones de $. Pero los tres hombres que intervienen en la acción, deciden traicionar a Quintana, quién es el jefe de la mafia y huyen con el dinero, el destino de ellos quedo dividido así. Uno irá preso, el otro caerá en manos de la organización delictiva y el último será herido de muerte, es éste quien en su huída, encuentra a un hombre, sentado en la banca de una plaza, allí, casi moribundo le expresa: Tome este dinero y huya lejos, es de la mafia. Después de esas palabras cae muerto. Augusto después de verificar aquello, decide salir del país, sin decirle nada a la familia, pensando en volver luego, como un hombre poderoso. Prince pierde así su infancia y desde pequeño tiene que trabajar para ayudar a su mamá, Braulio se levanta como un vago enamorado y chulo y Roberto si logra estudiar. Pasan los años y Augusto regresa, como el Doctor Idelfonso Aristigueta, un empresario poderoso, qué encuentra a su hijo, trabajando de día, de obrero en la empresa de López y de noche de mesero en el club; también se entera de que Braulio es un gigoló, sentenciado por Salgado, el padre de Mónica, muchacha qué a pesar de lo que Braulio es, lo adora; Augusto impone su poder y ayuda a qué Prince, logré su sueños de crecer. Son tres historias de amor, llenas de cambios bruscos, que mantendrán el interés.
Prince era el mayor de los hijos de María, su primogénito y el único que recordaba cómo era su padre, en verdad lo quería mucho, esto a pesar de su abandono, tanto así que lo extrañaba; nunca entendió su partida, nunca pudo superar su ausencia. Tenía apenas 6 añitos. ¡Tan sólo seis! Cuándo lo vió salir por última vez, para jamás regresar, con él se fue la palabra papá, se llevó también su alegría, las inolvidables horas a su lado, los increíbles cuentos que contaba.
¡Todo! Dejó eso sí, un vacío imposible de llenar, cómo sea él lo intentó, trató de ser un Padre para sus hermanos, de cubrir de alguna manera su puesto; tarea nada fácil y algo complicada, tuvo que hacerse hombre rápido, no había tiempo para la infancia, para los deportes, ni para el estudio; el trabajo sustituyó los juguetes, había que producir dinero, tenía que traer comida para su casa. Por eso llenaba las bolsas en el supermercado y hasta sé ofrecía para llevar los paquetes. (Esos pesados mandados) Sé ayudaba eso sí, bastante con las propinas, estas claro está dependían, del buen corazón de la gente, una veces eran jugosas, otras, miserables y patéticas, esto a causa de la pichirrez.
En ese trajín el tiempo fue transcurriendo y aquel sufrido niño, se hizo todo un hombre; alto, fuerte, atlético y muy apuesto, que aún pensaba en su papá, que no desechaba para nada su imagen, sobre todo sus ojos, mismos que Augusto posaba con ternura sobre él y que aún permanecían intactos en su memoria; con ese nostálgico recuerdo llegó a su lugar de trabajo.
Llevaba casi siete años, laborando en aquella prestigiosa empresa; en donde cumplía funciones de utiliti, el muchacho que hacía esto o aquello, algo así como una especie de comodín, del gigantesco departamento de servicios generales; sabía de electricidad, dé plomería, dé carpintería y hasta trabajaba, cuando así se requería, en el área de mensajería, hablando coloquialmente, hacía de todo un poco o sea, lo que le mandasen.
Eran ya las 9 y 55 de la mañana, como quién dice, casi las 10; él venía de retirar una encomienda en RDK (Empresa dedicada a este ramo) La cuál y por cierto, estaba dirigida a la "Gerencia de Recursos Humanos"; cargando la misma. Ingresó lentamente a la entrada principal, del suntuoso y gigantesco edificio, sede de la "Trial Rek Company"; un elegante y vistoso letrero identificaba aquel espacio como: "Área de atención al cliente" (A.T.C).
El corpulento muchacho colocó con mucho cuidado. (Así era con todo lo que hacía) La caja qué transportaba sobre el amplio escritorio y saludó como era su costumbre, a la hermosa y sensual recepcionista, eso sí, con mucha amabilidad y respeto; luego sacó del bolsillo derecho de su camisa, un pequeño pañuelo, impecablemente blanco, con el cuál procedió a secarse el sudor que corría por su frente, producto del gran esfuerzo físico realizado. Eva lo observa de reojo, le fascinaban sus ojos azules, soñaba con acariciar su rubio cabello; tanta atracción le causaba a la joven empleada, la llegada de aquel muchacho, que su sola presencia, tan solo eso, era motivo suficiente para una fuerte excitación, qué casi tocaba los límites del orgasmo.
- ¿Té sientes mal Eva?
Le preguntó él y ella arreglándose un poco en su asiento; tomando una hoja para disimular su extraña actitud, expresa tímidamente.
- No Prince, es el trabajo, hoy tengo bastante.
En eso hace su entrada al lujoso inmueble; "Carolina Isabella López" la consentida hija de papá; nos referimos al conocido y respetado industrial Rafael López Idriago; el cuál no era Doctor, es más, ni siquiera era bachiller, pero le agradaba mucho que le llamasen así; quien no lo hacía se metía en problemas, claro está que entre bastidores, sus empleados lo apodaban de otra manera, le decían "el avaro". Esto porque lo era.
La imperiosa joven sé lleva por delante a Prince, en verdad era así con todos; prácticamente lo atropella, incluso, hasta lo empuja con marcada violencia.
- ¡Quítese del paso inepto! Tu sucia ropa, tocó la mía. ¡Qué asco!
Le grita ella y este sé aparta en completo silencio. No entendía él, como un ser tan hermoso, podía portarse así, de esa manera tan cruel y déspota.
- Así tiene que ser marginal, calladito y servil, arrastrándote como un perro, para no perder tu miserable empleo; cuidando las cuatro puyas que te paga mi Padre; para que no sé muera de hambre, tú patética familia. ¡Ahora apártate de mí vista! No voy a seguir perdiendo el tiempo contigo, tengo cosas importantes qué hacer ¿Se encuentra papá?
Pregunta Carolina a la recepcionista; de manera directa, seca y cortante. (La normas básicas dé educación, para ella no existían o por lo menos, no las uitlizaba) Esta que conocía muy bien al peculiar personaje; le responde al instante.
- Sí señorita, está en su despacho.
Después de oír lo anterior, ella pasó velozmente al ascensor, claro está, sin dar las gracias, nunca las daba, menos aún los "buenos días", era su forma de ser, una parte vital de su incomprensible personalidad; cómo siempre y fiel a sus principios, no esperaría en la antesala, para entrar a presidencia, odiaba los protocolos, detestaba ser anunciada; lo haría a su manera, como sea, aquella empresa también era de ella, esto porque para la encantadora heredera, los empleados eran simples peones de ajedrez, algo así como basura humana; elementos desechables, que no poseían ningún valor.
Pero había algo que la molestaba, que la inquietaba mucho y hasta la hacía sentir rabia consigo misma, y ese algo era aquel muchacho. ¿Por qué le causaba cosquillas en el estómago su presencia? ¿Por qué la ponía nerviosa, intranquila? ¿Por qué su corazón se alocaba ante él? ¿Por qué se acariciaba sus partes íntimas, en la soledad de su lecho, imaginándose que Prince la poseía? Era algo absurdo pero real, aquel joven la había llevado a los límites del placer y ni siquiera lo sabía. Ella no asimilaba aquello, era una idea loca, inaceptable, imposible de concretar.
- No, no puede ser. ¿Me estaré enamorando de él? ¿Acaso quiero ser la burla de todos? ¡La novia del pobretón!
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