rea fácil, pero no lo es, más aún sí los tres son varones; eso hac
inero, necesito compr
abajaba para ayudarla, por esa noble causa, nunca pudo ir al colegio; Braulio tampoco lo hizo, pero a di
sin comer no quier
rve sonriente la comida. En verdad aquella mujer adoraba a sus hijos. Por ellos había dado todo en la vida, incluso, después del abandono de su marido, quie
dinero, la situación está difícil, todo se ga
untualmente todos los martes y a la misma hora; era por decirlo así, cómo una especie de costumbre. En ese momento repica el celu
u teléfono, puede se
pero lo hace con desgano, de mala gana; s
é quieres? ¡Qué! ¡No puedes est
ya no le interesaba almorzar, el hambre pasaba a un segundo plano, perdía importancia. Toma con torpeza sus libros y se despi
e sucede
ella, un poc
apetito, eso es todo;
nero que
lo des, se m
s por cierto, ella detuvo su labor y se quedó pensativa; su pequeño no era así, lo conocía muy bien,
aul
he conocido el verdadero
tomaba como es lógico, un merecido receso, buscando fuerzas para empezar de nuevo aquella faena. Ella no era mujer de un orgasmo, no le bastaba el "uno y yá", era inten
rdadera furia. Empezaron otra vez las caricias y al calor de estas creció la excitación; en
ralo m
con suavidad, la mano dere
que la llamada es de su padre; eso la inquieta, le preoc
r, es mí papá, sí no lo h
rincesa, atie
ra una especie de empresa portátil, que le generaba excelentes ingresos. En verdad no amaba a ninguna, les daba eso sí, placer por dinero, era el Kama Sutra hecho carne, el amo del éxtasis, el señor del orgasmo; sin duda alguna, conocía todas las posiciones, incluso tenía hasta propias; sabía con precisión como excitar, manejaba con mae
quel amor, era algo utópico, fantasioso, no podía ser en el plano real; ella pertenecía a la alta socie
apá, te
, atendiendo
nde e
migas, andam
la pista, no saben de ti y
me algo d
quí te espero y cuidado sí estás con ese sinverg
o te preocupes papá,
lla, esto con el objeto de calmarla; porque
té preocupes, no estás sola, esto
odía la hermosa joven disimular, la inmensa preocupación que
o, eso sí, evitando a toda costa, iniciar de nuevo el acto sexual; esto porque no podían perder más tiempo. Finalmente, la primera persona en dejar la ducha fue Mónica,
glaste rá
al mismo tiempo que ordena sus objetos personales. Al llegar a su cartera, extrae de la misma, una f
r, los 1000$
ita y rica, podía recurrir a esta clase de "tratamiento"? Braulio le sonríe maliciosamente, no posee el más mínimo escrúpulo. Es un tipo codicioso, amaba como nadie al dinero, esa era una parte esencial de su extraña personalidad; por ello toma los billetes, lo hace sin pro
riño, mi padre m
gaba; incluso y Mónica lo sabía, el pretencioso muchacho, había sido amenazado de muerte por sus peligrosos escoltas, hombres de dudosa