Aiden es típico hombre por él que cada mujer suspira. Su cuerpo es una creación perfecta, te quedarías más hipnotizada mirándolo a él que a la Torre Eiffel con tu primera visita a París. Tiene una combinación brutal. Un pelo castaño, revuelto, que le da un toque sensual y salvaje, unos ojos pardos y una mirada intensa que hace que te tiemblen las piernas. Basta con que te acuestes con él para descubrir que no vas a tener un orgasmo mejor en toda tu vida. Tiene muchos demasiados... demasiado guapo, demasiado arrogante, demasiado mujeriego, demasiado cabrón, demasiado controlador y obsesivo. Con sus treinta años es dueño de A.S. Enterprise, la empresa de logística más importante de los últimos años. Su encanto natural ha sido un arma letal para tener a su disposición a la mujer que quiera, pero Keira, ¿Qué le pasará cuando conozca a Keira?, la chica más natural y sencilla que haya conocido, que le chiflan las películas de terror, andar descalza en casa, usar unos tenis en vez de unos tacones y unos jeans en vez de un vestido, que es sincera, amable, con un corazón enorme y hasta un poco loca.
Sentado en el borde de la cama termino de ponerme los zapatos para marcharme.
-Cariño, ¿no piensas quedarte esta noche? -me dice Megan cruzando la estancia que nos separa. Toma mi cara e intenta besarme con el fin de retenerme.
-Acaso no fui lo suficientemente específico contigo cuando te mencioné que fuera del sexo no tienes ninguna posibilidad conmigo -le doy un último trago a mi whisky.
-¿Me volverás a llamar? -pregunta desesperada agarrando la puerta.
No le contesto. Para que prometer lo que no voy a cumplir.
Miro el reloj son las once y media. Todavía es temprano, sería un desperdicio total irme a casa y no aprovechar la noche.
Voy camino a Pura Club, el local que ha sido testigo de los mejores placeres que me he permitido estos últimos cinco años.
-Supuse que te habían convencido de dormir abrazados toda la noche -se burla Liam.
Liam, es uno de los dos cabrones que suelo llamar mejores amigos. Y, aunque la palabra afectuoso no está en nuestro diccionario, esos tipos son realmente mis hermanos.
-No ha nacido todavía esa mujer -le contesto sin mirarlo-. Un whisky, "Johnny Walker'' etiqueta negra -le pido al camarero.
-Pero miren a quien tenemos aquí. Si te soy sincero creí que por primera vez en todo el tiempo que te conozco romperías tus propias reglas -comenta Dylan bajo mi atenta mirada de pocos amigos.
He aquí el segundo susodicho. Dylan. Indiscutiblemente, este es el más cabrón de los tres.
Le doy otro sorbo al whisky, disfrutando de su increíble sabor. -¿Acaso crees que yo, Aiden Stone, cambiaría esta vida tan extrovertida por un compromiso que me va a joder la vida?.
Soy un alma libre... extremadamente libre. Me centro exclusivamente en el trabajo y en darle a mi cuerpo los mejores placeres: whisky y sexo.
Sí, soy ese tipo de hombre que las mujeres tienden describir con dos palabras, "no sirve", el que está muy lejos de pronunciar otras frases que no sean "quiero follarte", el tipo que no te abrazaría, ni te besaría, ni te llevaría de la mano a caminar por la plaza. Tampoco el que te dedicaría un montón de canciones románticas y te diría esas dos palabras, tan grandes y tan imbéciles a la vez, que dicen los que caen en las redes de algo absurdo e inexistente como lo es el amor.
¡Vamos que ni siquiera puedo decir esas palabras! Pero bueno, todos saben cuáles son.
-Cuidado Aiden, el universo por primera vez puede jugar en tu contra -expresa Liam, caminando destino a su conquista de esta noche.
Mentiría si dijera que creo en la atracción de las frases pronunciadas en voz alta. No vuelvo a follar con una mujer por segunda vez, simplemente porque me aburre, como podría tener a alguien a mi lado, cada día. Eso sería tan imposible como contar la cantidad de arena que tiene el océano.
Sigo sentado con la espalda apoyada en la barra y el antebrazo izquierdo sobre ella, con la otra mano sujeto el vaso de whisky. Inspecciono con mis ojos el lugar.
Viene una chica en mi dirección. Da cada paso bajo mi mirada, observo cada espacio de su cuerpo, cada detalle. Es sencilla... muy sencilla. No es de grandes curvas, su pelo es castaño y sus ojos... sus ojos a pesar de no tener un color exótico, son jodidamente bonitos.
Me asombra, como no luce un extravagante vestido o unos tacones exagerados o un maquillaje excesivo. Por el contrario, camina orgullosamente por el medio de todas estas chicas etiquetadas de perfectas, con unos jeans, un top y unos tenis.
No he dejado de deleitarme con la vista que me proporciona, sin embargo, no mantiene el contacto visual. Se sitúa a mi lado, pide un Martini y espera a que el camarero cumpla con el pedido. Sigo mirándola con descaro, ella evita el contacto. El camarero le entrega la bebida y se marcha.
Mi cuerpo responde a los impactos que ha dejado su simple presencia. Dudo que otra me ponga al nivel que lo ha hecho esta, sin siquiera ser consiente. La opción más sencilla, mi método más común sería ir hasta ella y decirle las tantas ideas que cruzan mi mente. Sin embargo, no hace falta ser un experto para darse cuenta de que esa chica no está hecha para todo lo que quiero y me gusta. Y me jode, me cabrea muchísimo.
Sigo en mi posición, viene otra chica, está muy diferente a la anterior, pero igual a todas las que he sometido en mi cama. Esta no evita el contacto, sino que enseña su mejor sonrisa, caminando de forma seductora, así como cuando la mujer quiere llamar demasiado la atención. No deja de mirarse.
-Un tequila, "Don Julio" para ser exactos -le pide al camarero. Me observa, sin dejar de sonreír, reflejando a una cría de quince años cuando el chico del que está enamorada le hace caso-. ¿Piensas quedarte ahí toda la noche o tienes algún plan mejor? -expresa sin ser consiente de que está jugando con fuego.
-Siempre tengo un plan mejor, pero las chicas buenas y correctas no están invitadas -doy otro sorbo a la bebida sin dejar de mirarla.
Mi instinto animal aparece, pidiendo a gritos ser calmado.
-Las chicas buenas y correctas también se portan mal -se toma el tequila y hace la mueca más graciosa que he visto, lo que me hace dudar de que esté acostumbrada a beber.
Era esa la respuesta que esperaba, pero, no de los labios que quisiera escucharla.
-¿Y tú quieres portarte mal o eres la típica princesita que vives en un castillo esperando al príncipe azul? -interrogo. Siendo completamente sincero me importa una mierda de que sea, si de portarse bien o mal, pero, mi cuerpo estaba manifestando su necesidad con querer así, como está esta chica ahora, a otra.
¿Qué mierda me pasó con aquella chica?
-Las dos. Soy la típica princesita que vivo en un castillo esperando a mi príncipe azul y que esta noche quiere portarse mal -se acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja.
-Lo de príncipe azul y castillo tendrás que buscarlo en otro lugar, pero, con respecto a portarte mal, realmente descubrirás hoy lo que significan esas palabras. ¿Tu casa o un hotel? -termino el whisky.
-Preferiría un hotel -se limita, solamente, a responder a mi pregunta
-Entonces estamos hablando de más. Espérame en The Ritz-Carlton. Estaré allí en veinte minutos.
Asiente con una sonrisa.
Treinta minutos después estoy entrando en la suite.
-Llevo demasiado tiempo esperando por ti -dice mientras se levanta de la equina de la cama, donde se encontraba sentada cuando entré.
Como un león que captura a su presa. Devoro su cuello a mordidas. Con mis manos le acaricio la entrepierna. Su respiración se acelera mucho más cuando llego a su sexo, lo aprieto, y un gemido se escapa de su boca. Deslizo el dedo por debajo de su braga, esta mojada, muy mojada y eso me la pone aún más dura. Le retiro el vestido con impaciencia. De un tirón me deshago del sujetador, sus increíbles pechos se encuentran a mi merced, tiro de un pezón, gime y observo como se endurece. Mi boca va en busca del otro, lo succiono, lo lamo. Mueve su cabeza hacia atrás, extasiada de placer. Abro mucho más sus piernas, comienzo haciendo presión en su clítoris, deslizo un dedo en su interior.
La habitación del hotel se estremece con cada gemido que sale de su boca. Siento como sus piernas se aflojan. Comienzo a mover el dedo en pequeños círculos, introduzco otro dedo.
Los muevo un poco más fuerte, más rápido.
Gime. Grita.
-Estoy a punto de correrme -dice con la respiración entrecortada.
Y justo antes de que se corra salgo de ella.
Ahoga un suspiro de desencanto. Como una niña cuando le quitan su juguete favorito.
-Tranquila nena, aún no he acabado contigo.
La acerco a la pared más próxima que tenía. Me deshago de mi bóxer, tomo un preservativo y lo deslizo sobre mi duro pene.
No tiene escapatoria. Con una mano agarro su cuello. Su cara y sus pechos están completamente pegados a la pared. Con la otra mano, le abro más las piernas.
De un movimiento brusco, entro en ella.
Intenta moverse, sin embargo, la mantengo quieta.
-Tú limítate solo a obedecerme -salgo y entro con más fuerza. Grita-. Si yo te digo muévete lo haces, si te digo que te quedes quieta, obedeces.
Acaricio su clítoris con una mano, que se mueve al compás de cada embestida.
Está a punto de correrse, vuelo a impedírselo.
De un rápido movimiento la cargo. Introduzco mi polla, ella rodea con sus piernas mis caderas. Me muevo rápido, fuerte, ella grita de placer, no puede más, yo tampoco. Sigo moviéndome.
Intenta besarme. Niego con la cabeza. Los besos en la boca no están incluidos en el sexo que a mí me gusta. Hay una gran diferencia entre tener sexo y hacer el amor. Yo solamente tengo sexo.
Un orgasmo se expande en su cuerpo, acompañado con un gemido de puro placer. No me detengo. Y con un gruñido -Joder -me corro dentro de ella.
Termino de vestirme y me marcho. Ella también entiende que esto fue exclusivamente sexo porque no dice ni una palabra.
Muchas veces creemos que los sentimientos pueden controlarse, somos capaces de pensar que porque hemos esquivado el amor, somos inmune a él, que las personas pasarán por nuestras vidas como pasa un cometa, fugaz; pero no somos capaces de creer que amar a una persona o no sale de nuestro control, el cerebro entiende lo que quieras, el corazón no; y sí, puedes ordenarle a tu cerebro que no se acerque a alguien pero no puedes obligar al corazón que no sientas cosas cuando te gusta de verdad. Que te guste mucho alguien solo es un paso, un paso a querer pasar mas tiempo con esa persona, a empezar a sentir esas llamadas "maripositas en el estómago" ; ahí, justamente ahí, ni siquiera serás capaz de controlar tu cerebro. La ciudad de San Francisco vuelve a convertirse en escenario del surgimiento de una historia intensa y de dos personas que siendo completamente desconocidas se vuelven estrepitosamente muy cercanas. Liam, el guapísimo CEO en diseño de modas, irresistiblemente soltero y sin ningún tipo de interés en el amor. En él la belleza, el sexo y el talento alcanzan su mas alto nivel. Dicen que "si no has pasado una noche con él, no sabes lo que es la vida". Eileen, una chica humilde, trabajadora, sencilla, de corazón noble, sociable, divertida, simpática, de esas personas que con solo conocerlas ya se ganan tu cariño. La vida de Eileen se complica. Tiene una relación con su mejor amigo Jack, pero es Liam quien provoca escalofríos en ella. Ella intenta hacer lo correcto, pero Liam le complica siempre las cosas.
Quién dice que para tener sexo es necesario enamorarse, que tenemos que formalizar una relación e incluso casarse. Quién dice que la mujer por no querer enamorarse, solo tener sexo es una puta. ¿Por qué los hombres si hacen bien cuando se acuestan con un millón de mujeres y cuándo lo hace la mujer está mal? Andrea Anderson viene a romper todos esos estereotipos y comentarios de la sociedad. Es una mujer loca, extrovertida, pueden existir millones de mujeres pero ninguna puede hacerle sentir menos. Hace lo que quiere y lo que la gente comenta le da absolutamente igual. No busca un príncipe azul, ni un cuento de hadas con un final feliz; busca un lobo feroz que se la coma mejor.
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