/0/14574/coverbig.jpg?v=826938fa2d6147a359ff89b8580da6c0)
Tiene que ser rico, de alta cuna y desearla como a ninguna otra mujer. Estas son las condiciones que debe cumplir el hombre que Cassandra Belmont tome como amante. Porque la idea de prometerse y volver a casarse ha quedado descartada para esta joven viuda sobre quien circula un rumor que lentamente ha ido cerrándole las puertas de la sociedad: que ella causó la muerte de su difunto marido, lord Paget. Cassandra lo ha perdido todo excepto un puñado de sirvientes leales y una belleza de la que piensa servirse para encontrar a ese hombre que la mantendrá a cambio de sus favores, pero que jamás podrá decidir sobre su vida.
-Lo que voy a hacer es buscar un hombre.
Quien hablaba era Cassandra Belmont, lady Paget, una dama viuda. De pie, junto a la ventana de la salita de la casa que había alquilado en Portman Street, en Londres. La casa estaba totalmente amueblada, aunque tanto los muebles como las cortinas y las alfombras habían visto mejores días. Posiblemente ya los hubieran visto hacía diez años. Era un lugar elegante pero deslucido, muy apropiado para las circunstancias que rodeaban la vida de lady Paget.
-¿Para casarte? -precisó, asombrada, Alice Haytor, su dama de compañía.
Cassandra observó con desánimo y con una sonrisa burlona en los labios a una mujer que pasaba por la calle llevando a un niño de la mano que ni quería que lo llevaran de la mano ni quería ir a semejante trote. Los movimientos de la mujer ponían de manifiesto su irritación e impaciencia. ¿Sería la madre del niño o la niñera? fuera lo que fuese, daba igual. La rebeldía de la criatura y su tristeza no eran de su incumbencia. Bastantes preocupaciones tenía ella.
-Desde luego que no -contestó-. Además, para eso tendría que encontrar a un
tonto.- ¿A un tonto?
Cassandra sonrió, aunque no fue una expresión alegre, y tampoco se volvió para mirar a Alice. La mujer y el niño habían desaparecido de su vista. Un caballero caminaba en dirección opuesta con la mirada clavada en el suelo y expresión ceñuda. Supuso que llegaba tarde a alguna cita y que, en opinión del caballero, su vida dependía de llegar a tiempo a dicho encuentro. Tal vez estuviera en lo cierto. O no.
-Solo un tonto se casaría conmigo - adujo -No. La verdad es que no necesito un hombre para casarme, Alice.
-¡Ay, Cassie! -exclamó la dama de compañía, muy preocupada -Seguro que no te refieres a... - Dejó la frase en el aire porque no hacía falta que la completara. Cassandra solo podía referirse a una cosa.
-Por supuesto que sí -afirmó, volviéndose para mirar a su dama de compañía con expresión jocosa, burlona y penetrante.
Alice se aferraba con fuerza a los brazos del sillón que ocupaba y se inclinaba hacia delante como si tuviera intención de ponerse en pie, aunque no lo hizo.
-¿Te he escandalizado?
-Si hemos venido a Londres ha sido con el propósito de buscar empleo, Cassie. Las dos. Y Mary también - le recordó Alice.
-Sin embargo, no es un plan muy realista, ¿no te parece? - Replicó ella con una carcajada carente de buen humor -Nadie querrá darle empleo a una criada convertida en cocinera que tiene una hija pequeña... sin estar casada y sin ser viuda.
Y una carta de recomendación firmada por mí le hará un flaco favor a Mary, ¿verdad? Además y perdona que te lo diga, Alice, poca gente querrá contratar a una institutriz que pasa de los cuarenta cuando hay tantas jóvenes dispuestas a ocupar dicho puesto. Siento mucho tener que señalar esa cruda realidad, pero la juventud es un valor en alza hoy en día. Fuiste una maravillosa institutriz para mí, y desde que te convertiste en mi dama de compañía has sido una maravillosa amiga. Pero la edad juega en tu contra, reconócelo. En cuanto a mí, en fin... a menos que haga algo para ocultar mi identidad, cosa que será imposible porque necesitaré cartas de recomendación, tengo un futuro muy negro en el mercado laboral. Y en cualquier otro, ya puestos. Nadie querrá contratar a la asesina del hacha bajo ningún concepto. Digo yo.
-¡Cassie! -Exclamó su antigua institutriz, que se llevó las manos a las mejillas -No debes describirte de esa manera. Ni siquiera en broma.
Cassandra no era consciente de que estuvieran hablando en broma. De todas formas, soltó una carcajada.
-La gente suele exagerar, ¿no es cierto? - preguntó -Incluso para inventarse cosas. Así es como me ve medio mundo, Alice. Precisamente porque le divierte creer semejante barbaridad. Supongo que muchos saldrán corriendo en cuanto ponga un pie en la calle. Así que tendré que buscarme un hombre intrépido.
-¡Ay, Cassie! -Exclamó de nuevo Alice con los ojos llenos de lágrimas -Ojalá no tuvieras que...
-He intentado ganar dinero en las mesas de juego - le recordó ella, alzando un dedo para llevar la cuenta como si hubiera más -Habría acabado peor de lo que estoy, de no ser por el modesto golpe de suerte que tuve en la última mano. Cogí mis ganancias y hui tras descubrir que carezco del temple para apostar, por no hablar de la habilidad. Además, me estaba asando con el velo de luto, y me percaté de que varias personas estaban intentando adivinar mi identidad. - Alzó un segundo dedo, pero descubrió que no había nada más que añadir. No había intentado hacer nada más por la sencilla razón de que no había nada más que intentar. Salvo una cosa -Si no puedo pagar el alquiler de la próxima semana, nos quedaremos en la calle, Alice.
Cosa que me desagrada profundamente. - Rio de nuevo.
-Tal vez debieras volver a pedirle ayuda a tu hermano, Cassie. Seguro que...
-Ya le he pedido ayuda a Wesley, Alice - la interrumpió con sequedad -Le pedí que me acogiera una temporada hasta que pudiera encontrar un modo de ganarme la vida. ¿Y cuál fue su respuesta? Que lo sentía mucho. Que le encantaría ayudarme, pero que estaba a punto de embarcarse en un extenso recorrido a pie por Escocia con un grupo de amigos... que se sentirían la mar de decepcionados si los abandona en el último momento. ¿A qué lugar de Escocia dirijo mi petición de ayuda exactamente? ¿Debería suplicarle de rodillas esta vez? ¿E incluirte a ti y a Mary y a Belinda en la petición? Ah, y también debería suplicar por ti, Roger. ¿Creías que te había olvidado?
Un perro grande y desgreñado de raza indeterminada que estaba tumbado frente al fuego acababa de acercarse a ella cojeando para que le rascara la oreja. Solo tenía una, de la otra quedaba apenas un trozo. El animal cojeaba porque también le faltaba una pata. Y solo veía por un ojo, con el cual la observaba mientras jadeaba de felicidad. Por mucho que lo bañaran y lo cepillaran todos los días, siempre parecía desgreñado. Cassandra lo acarició con las dos manos.
-No le pediría ayuda a Wesley ni aunque estuviera en Londres - añadió una vez que el perro se tumbó a sus pies y dejó la cabeza entre las patas con un suspiro de contento -No, voy a encontrar un hombre - dijo después de volverse de nuevo hacia la ventana y mientras tamborileaba con los dedos sobre el alféizar -Un hombre rico. Muy rico. Que nos mantendrá rodeadas de lujos. No será caridad, Alice. Será un empleo y sabré ganarme bien el dinero. - Su voz destilaba un claro desdén, que podría estar dirigido hacia el desconocido que iba a convertirse en su protector o hacia ella misma. Había sido una esposa durante nueve años, pero jamás había sido la amante de nadie. Dentro de poco lo sería.
-¡Por Dios! -exclamó Alice muy alterada -. ¿De verdad hemos llegado a esto? No pienso permitirlo. Debe de haber otra alternativa. No voy a permitirlo. Mucho menos cuando una de tus razones para hacerlo es porque te sientes obligada a mantenerme.
Cassandra siguió con la mirada el avance de un antiguo carruaje que se movía despacio por la calle, conducido por un cochero que parecía tener tantos años como el vehículo.
-¿Que no vas a permitirlo? - replicó -. No puedes detenerme, Alice. Los días en los que yo era Cassandra y tú la señorita Haytor han quedado muy atrás. Tal vez quede muy poco de aquella Cassandra. No tengo dinero y mi reputación es pésima. No tengo amigos más allá de estas puertas y no tengo parientes dispuestos a sufrir las consecuencias de ayudarme. Pero tengo una cosa, una cualidad que me asegurará un empleo bien remunerado gracias al cual recuperaremos un nivel de vida acomodado y estable. Soy guapa. Y deseable.
En otras circunstancias, semejante afirmación podría parecer pretenciosa. Sin embargo, lo había dicho con un hiriente tono burlón. Porque, aunque la afirmación era muy cierta, Cassandra no se enorgullecía de ello. Más bien le parecía una maldición. Su belleza le sirvió para obtener un marido muy rico a los dieciocho años. Y también le había servido en el plazo de diez años para conocer la tristeza más absoluta que podía existir. Ya era hora de que la usara para su propio beneficio. Para conseguir dinero con el que pagar el alquiler de ese deslucido alojamiento, la comida que se llevaban a la boca, la ropa que necesitaban. Y también para guardar unos ahorrillos por si acaso llegaban tiempos peores. No. Nada de ahorrillos. Unos ahorros como Dios manda. Nada de tiempos peores y de limitarse a subsistir a duras penas cuando le iba a costar tanto ganarse el dinero.
Sus amigos y ella vivirían rodeados de lujos. Desde luego que sí. El hombre que la mantuviera pagaría sus servicios a precio de oro. O se iría con otro que le pagara más. Lo mismo daba que tuviera veintiocho años. Estaba mucho mejor que cuando tenía dieciocho. Había cogido peso... en los lugares apropiados. Su cara, que a los dieciocho era bonita, había adquirido una belleza clásica con el paso de los años. Su pelo, de un brillante tono cobrizo, no se había oscurecido ni había perdido lustre. Y ya no era tan inocente. Todo lo contrario. Sabía muy bien cómo complacer a un hombre. En ese mismo momento había un caballero en algún lugar de Londres que pronto estaría dispuesto a gastarse una fortuna con tal de poseerla y asegurarse la exclusividad de sus servicios. En realidad, había más de un caballero, pero solo se decantaría por uno. Seguro que había uno en concreto ansioso por experimentar el placer de poseerla, aunque a esas alturas todavía lo ignorara.
Dicho caballero iba a desearla más de lo que había deseado nada en toda su vida.
¡Cómo aborrecía a los hombres!
-Cassie -dijo Alice para que la mirara, cosa que ella hizo con gesto interrogante -, no tenemos amistades en Londres. ¿Cómo esperas conocer a algún caballero?
Francelys Darthe, la cazavampiros sabe que es la mas experta en lo suyo. Lo que no sabe es si será suficientemente buena para llevar a cabo esta misión. La ha contratado el arcángel Antonio, un ser tan bello como peligroso, una criatura que aterraría a cualquier mortal. Francelys también sabe que el fracaso no entra en sus esquemas, ni siquiera cuando la misión es imposible porque esta vez no tiene que rastrear y capturar a un vampiro. Francelys se verá inmersa en una matanza como ha visto pocas, que la pondrá al borde de la vida... y de la pasión.
Diego Zarathe ha viajado a Nueva Esparta con su hermana menor y su amiga con la intención de buscarles unos buenos hombres de sociedad a ambas y luego regresar a su hogar en Cumanique donde espera estar solo y tranquilo. Recordó que una vez en la capital una vieja amiga y viuda de un amigo de él, llamada Lorena Riego le había ofrecido su ayuda para la búsqueda de las parejas para sus amadas hermanas. Lorena siempre ha guardado un gran secreto y deseo por el amigo de su marido, pero nunca lo había aceptado. Lo que comienza con una pequeña ayuda se envuelve sin pensar en una noche de pasión que ellos nunca habían imaginado posible. ¿Se arrepentirá Diego de haberla recordado y buscarla? ¿Qué pasara en este reencuentro?
Han pasado 20 años desde que Celeste lo miró por última vez en el restaurante, volver al pueblo significaba volver a verlo, Jeremy la había dejado por su mejor amiga y ella aun no entendía porque razón lo hizo. ¿Sera que este encuentro con Jeremy tendrá un significado para Celeste? ¿Qué reacción tendrá Jeremy cuando vea a su primer amor nuevamente?
Durante siete años, Jillian estaba enamorada de Bryan con pasión inquebrantable, pero él permaneció distante, con sus emociones herméticamente selladas. Descorazonada, ella se marchó al extranjero tras graduarse de la universidad. Tres años después, Jillian, ahora una abogada de éxito, se sentó provocativamente en el regazo del hombre. Con una sonrisa juguetona, le espetó: "¿Qué te pasa, Bryan? ¿Eres impotente?". Bryan ya no podía contenerse. Con un rápido movimiento, la tomó en brazos y la arrojó sobre la cama. A la mañana siguiente, cuando él se despertó, Jillian esbozó una sonrisa traviesa. "Solo es una aventura, ¿de acuerdo?".
Dos años después de su boda, Ximena perdió el conocimiento en un charco de sangre durante un parto difícil, olvidando que su exmarido se iba a casar con otra persona ese día. "Nos vamos a divorciar, pero el bebé se queda conmigo". Estas palabras resonaron en su mente. Sabía que él no estaba allí para ayudarla, sino para quitarle a su hijo. Ximena preferiría morir antes que ver a su hijo llamar madre a otra mujer. Posteriormente perdió la vida en la mesa de operaciones con dos bebés en su vientre. Pero ese no fue el final para ella... Años más tarde volvió a encontrarse con Ramon, que ha cambiado mucho. Quería quedársela para él a pesar de que ya era madre de dos hijos. Y cuando supo que ella se iba a casar de nuevo, irrumpió como un loco. "Ramon, ya morí una vez antes, así que no me importa volver a morir. Pero esta vez, quiero que muramos juntos", gritó ella, mirándolo con angustia en sus ojos. Ximena pensó que él no la amaba y estaba feliz de estar fuera de su vida. Pero lo que ella no sabía era que la noticia de su inesperada muerte le había roto el corazón. Durante mucho tiempo lloró de dolor y agonía. Siempre deseó poder retroceder en el tiempo o ver su hermoso rostro una vez más. Todo esto fue demasiado para Ximena, cuya vida estuvo llena de idas y venidas. No sabía si debía volver al lado de su exmarido o seguir adelante con su vida. ¿Cuál elegiría ella?
Zen Luo, un joven y prodigioso patrón del clan Luo, perdió todo lo que apreciaba durante una pelea interna de la familia provocada por la codicia. Y después de eso fue esclavizado, pero al mismo tiempo, los impulsos de la venganza se calentaron a fuego lento. Nació una leyenda cuando, gracias al trabajo duro y la determinación, se convirtió en un arma poderosa. ¿Finalmente tendría éxito en vengar a su padre? ¿Llegaría al destino de la inmortalidad? ¿Qué pasaría con los que tratan de matarlo? ¡Lea esta historia y descúbralo!
La felicidad era como un espejismo para Rocío Ouyang, cuando más se acercaba a la felicidad, más se alejaba. Ella acababa de casarse con Edward Mu, pero en su noche de boda todo se derrumbó. Dejando a Rocío embarazada, Edward la abandonó en su noche de boda. Pasados unos años, Rocío renació por completo, cambiando totalmente su personalidad, convertiéndose en la única coronel del ejército. En este momento Rocío comenzó a reflexionar varias preguntas que eran misterios para ella: ¿Por qué los padres de Edward estaban actuando de manera tan extraña? ¿Por qué su padre la odiaba? ¿Y quién estaba tratando de dañar su reputación en el ejército que ella había trabajado tan duro para construir? ¿Y por qué sigues leyendo la sinopsis? ¿Por qué no abres el libro y descúbrelo tú mismo?
En su borrachera, Miranda se acercó audazmente a Leland, sólo para encontrarse con su mirada fría. La inmovilizó contra la pared y le advirtió: "No me provoques. Dudo que puedas soportarlo". Poco después, su compromiso se canceló, dejándola en la indigencia. Sin otras opciones, Miranda buscó refugio con Leland. Con el tiempo, asumió el papel de madrastra, cuidando a su hijo. Llegó a comprender que la decisión de Leland de casarse con ella no se debía solo a que ella era obediente y fácilmente controlada, sino también porque se parecía a alguien que él apreciaba. Ante la solicitud de divorcio de Miranda, Leland respondió con un abrazo desesperado y una súplica para que reconsiderara su decisión. Miranda, impasible, respondió con una sonrisa de complicidad, insinuando un cambio en su dinámica. El señor Adams, que siempre fue el controlador, ahora parecía ser el atrapado.
"Durante su trabajo de medio tiempo en un bar clandestino, Wendy se emborrachó accidentalmente. Cuando se despertó, se dio cuenta de que la habían confundido con una prostituta y que había perdido su virginidad. Después de tener una aventura de una noche con Charlie, un hombre increíblemente guapo, Wendy tiró doscientos dólares para defender su dignidad. Sin embargo, el comportamiento arrogante de Wendy molestó a Charlie, quien, en venganza, volvió a llevarla a la cama. ""¿Qué quieres?"", dijo Wendy molesta. ""Asumir la responsabilidad de lo que te hice"", respondió Charlie sonriente. ""¿Pero cómo?"", Wendy continuó. ""Al seguir acostándome contigo""."