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Cuando te conocí por primera vez te me hiciste lo más hermoso de este mundo por lo que siempre había luchado y al fin había encontrado alguien con quien poder compartir una historia que pensé que había llegado a su fin pero en realidad iba empezando y fui descubriendo que viviríamos cosas tan hermosas pero también serías el desastre de mi vida la cual siempre estuvo en un orden exacto tú llegaste a ser un huracán en mi vida.
Daniel y Valeria permanecieron en la barra, intercambiando miradas cargadas de tensión y palabras que, aunque casuales, parecían encerrar un juego implícito. Entre ellos flotaba una energía que ambos podían sentir, una mezcla de curiosidad y atracción que ninguno intentaba ocultar. El resto del club parecía haberse desvanecido, dejando un espacio en el que solo existían ellos dos.
-Entonces, Valeria, ¿qué hace una mujer como tú en un lugar como este? -preguntó Daniel mientras daba un sorbo a su tequila, sus ojos fijos en los de ella.
-Digamos que necesitaba un cambio de aires. Pero ahora me pregunto si fue una coincidencia o el destino que me trajo aquí -respondió Valeria, ladeando ligeramente la cabeza, como si lo desafiara a seguir con el juego.
Daniel sonrió, disfrutando de la seguridad que ella desprendía. No era una mujer común, y eso le despertaba algo que no sentía desde hacía mucho tiempo. La conversación continuó, ligera en apariencia, pero cargada de tensión. Ambos parecían medir cada palabra, cada gesto, como piezas en un tablero donde la seducción era el arma principal.
El trato que había llevado a Daniel al club había quedado olvidado. Su atención estaba completamente centrada en Valeria. No era una mujer que se dejara impresionar fácilmente, y eso lo cautivaba. Cuando terminaron sus copas, él se inclinó ligeramente hacia ella, reduciendo la distancia.
-Esto es demasiado ruidoso para mi gusto. ¿Qué dices si vamos a un lugar más tranquilo? -La pregunta no era realmente una pregunta; era una invitación que dejaba poco espacio para rechazos.
Valeria lo miró fijamente, como si analizara cada una de sus intenciones. Luego, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
-Depende. ¿Tienes algo en mente que valga la pena? -respondió, con ese tono juguetón que ya empezaba a volverse su sello.
Daniel asintió y, sin decir nada más, extendió la mano. Valeria dudó por un segundo, pero finalmente la tomó, sintiendo la calidez y firmeza de su agarre. Mientras salían del club, los ojos de la multitud los seguían, como si fueran dos depredadores que abandonaban la caza para atender algo más importante.
Afuera, el aire nocturno era fresco, y las luces de la ciudad parecían más vivas que nunca. Daniel condujo a Valeria hasta un auto deportivo negro, elegante y discreto, que reflejaba la esencia de su dueño. Abrió la puerta del copiloto para ella, un gesto que contrastaba con su imagen de hombre frío y calculador. Ella subió sin decir nada, pero no pudo evitar notar cómo su corazón latía con fuerza, algo que no le sucedía con frecuencia.
El camino transcurrió en silencio, pero no era un silencio incómodo. Había algo eléctrico en el ambiente, una anticipación que ninguno de los dos mencionaba. Finalmente, llegaron a un edificio de lujo en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Daniel la condujo hasta un departamento en el último piso, donde las vistas panorámicas de Guadalajara parecían extenderse hasta el infinito.
-Bonito lugar -comentó Valeria mientras se acercaba a la ventana, observando las luces de la ciudad.
-Solo lo uso para reuniones... y para ocasiones especiales -respondió Daniel, acercándose lentamente a ella.
Valeria giró sobre sus talones, quedando frente a él. La cercanía entre ambos era peligrosa, como si estuvieran al borde de algo que ninguno de los dos podía detener. Daniel alzó una mano y apartó suavemente un mechón de cabello del rostro de Valeria, su toque cálido y firme.
-¿Y esta es una ocasión especial? -preguntó ella, su voz apenas un susurro.
Daniel no respondió con palabras. En cambio, se inclinó hacia ella, sus labios rozando los de Valeria en un movimiento que parecía tan calculado como inevitable. Fue un beso lento al principio, como si ambos estuvieran explorando un terreno desconocido, pero pronto se volvió más intenso, más urgente.
El calor entre ellos aumentaba con cada segundo, y la tensión que habían mantenido contenida finalmente estalló. Las manos de Daniel se deslizaron por la cintura de Valeria, atrayéndola hacia él mientras ella enredaba sus dedos en su cabello. El mundo exterior desapareció por completo.
La escena se detiene en ese momento, dejando en el aire la promesa de lo que está por venir, mientras la ciudad seguía latiendo bajo sus pies, ajena a lo que estaba ocurriendo en ese lujoso rincón donde dos almas se habían encontrado para cambiarlo todo.
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