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A pesar de ser hija ilegítima, Lena tenía un parecido asombroso con la señorita de la familia Evans. Ante sus amenazas, se vio obligada a ocupar el lugar de su media hermana y casarse con Dylan. Como acto de rebeldía, Lena sedujo a Dylan noche tras noche, hasta tenerlo completamente atrapado. Aprovechando su afecto, se propuso socavar la familia Evans. Con el tiempo, Dylan empezó a notar algo extraño en su amada esposa...
En Termas Glory de Camont, la superficie de la piscina estaba cubierta de delicados pétalos de rosa, rozando la piel de Lena Evans. Su figura era elegante, cada curva se veía cautivadora.
Una leve niebla cubría su mirada, dándole un brillo etéreo a sus rasgos, una mezcla de fragilidad y fortaleza silenciosa.
Era una hija ilegítima, ella y su hermano menor habían sido criada por su madre sola. Tuvieron que apoyarse mutuamente para soportar las dificultades de la vida.
Hacía una semana, la familia de su padre la llamó inesperadamente con una sorprendente demanda: ocupar el lugar de su media hermana, Alana Evans, y cumplir una obligación marital con Dylan Harvey, el director ejecutivo del Grupo Harvey.
Su unión era un conveniente acuerdo comercial. Como no tenía ningún vínculo emocional con su esposa, Dylan se fue del país inmediatamente después de su boda y permaneció en el extranjero durante tres años.
Ahora que su familia lo estaba presionando, había regresado bajo la orden de reunirse con su esposa esta noche.
Los Evans le propusieron a Lena un trato: si reemplazaba a Alana y se acostaba con Dylan, liberarían a su madre y a su hermano, incluso le proporcionarían tratamiento para la enfermedad crónica de su hermano.
Lena conocía el inmenso poder de los Evans. Podrían aplastarla a ella y a sus seres queridos con suma facilidad.
Su sorprendente parecido con Alana era la única razón por la que la consideraron para esa farsa.
Aunque sus rostros y voces eran parecidos, sus figuras mostraban sutiles diferencias.
Aunque Dylan nunca había estado físicamente cerca de Alana, los Evans evitaban que los descubrieran. Por eso organizaron la reunión en las apartadas aguas termales.
"El señor Harvey llegará pronto. Ya sabes lo que se espera de ti, así que ten cuidado con lo que dices y cumple con tu parte", siseó una mujer mayor.
Algunos miembros del personal habían sido sobornados, por lo que estaban al tanto del engaño.
Lena asintió. "Entendido".
Durante la última semana, había estudiado cada detalle sobre la información de Dylan hasta que todo estuviera grabado en su mente.
Al borde del manantial, Alana se agazapó y la fulminó con la mirada. A pesar de su parecido físico, sus personalidades eran polos opuestos.
Con los dientes apretados, la mujer gruñó: "No olvides tu lugar. Incluso si terminas en la cama de mi esposo, ¡solo eres una sustituta, una simple bastarda!".
Dylan era su esposo, a quien había esperado volver a ver durante tres largos años.
Esta noche debería haber sido suya. Pero la familia Harvey había exigido que la novia fuera virgen, por lo que no tuvo más opción que involucrar a Lena.
Esta última bajó la cabeza y contuvo las lágrimas. "Liberen a mi madre y a mi hermano mañana temprano".
"Lo haré, ellos no significan nada para mí", resopló Alana, agitando la mano. "Solo asegúrate de hacer tu parte".
Luego, hizo un gesto hacia la mujer mayor y ordenó: "Vigílala de cerca".
De repente, esta susurró con urgencia: "El señor Harvey ha llegado".
Alana se retiró rápido a un rincón oculto.
Lena se estabilizó y tomó un profundo respiro. Después de unos momentos, un sirviente condujo a un hombre alto, vestido con una bata suelta, a la habitación. Sus pasos eran ligeramente inestables debido al alcohol.
"Señor Harvey, usted y su esposa pueden relajarse en las aguas termales. Lo dejaremos aquí". El sirviente se fue a toda prisa.
Dylan recorrió a la mujer con la mirada. Era sensual, delicada, tranquila e inexplicablemente hipnótica.
Llevaba un seductor traje de baño, y parecía que los tirantes de sus hombros se romperían si les daba un tirón.
Era extraño, porque ese mismo día había sentido una vaga antipatía hacia Alana. Pero esta versión de ella parecía diferente. Era más suave y cálida, intrigantemente irresistible.
Cuando él retrocedió un paso, Lena agarró desesperadamente su bata. No podía dejarlo marcharse, ya que el destino de sus seres queridos dependía de ella.
Dylan confundió su urgencia con miedo a que la abandonara de nuevo.
"¿No me deseas, cariño?", susurró ella con vacilación.
Su delicada súplica provocó un escalofrío en la columna del hombre.
Lena salió del agua y se aferró a él, rozando su pierna con dedos temblorosos.
Abrumado por el deseo, Dylan apartó su mano y entró en las aguas termales.
Después de todo, ya estaban casados. Era hora de consumar su matrimonio.
"¿Aún recuerdas que soy tu esposo?", murmuró con voz ronca.
"Sí, yo...".
La respuesta de Lena fue interrumpida cuando él agarró su barbilla y le dio un ferviente beso.
Lena se tensó ante la desconocida intimidad, pero las manos del hombre no le permitieron alejarse.
Había un ligero olor a alcohol en sus labios.
La mujer no se atrevió a cerrar los ojos y vio el revoloteo de sus largas pestañas, dándole una sorprendente sensualidad a sus rasgos cincelados.
Era exactamente el hombre descrito en su expediente: ojos hundidos e ilegibles, y una mandíbula afilada que parecía haber sido tallada a la perfección.
Los tirantes de su traje de baño se deslizaron bajo las caricias de Dylan mientras sus besos dejaban un rastro ardiente sobre su piel.
La tenue iluminación y el vapor de las aguas terminales hicieron que el momento fuera más encantador.
Mientras las ondas bailaban sobre el agua, Lena se rindió y abrazó su cuello. En el calor de esa noche, se desarrolló un torbellino de pasión y placer.
Anoche pasé una noche erótica con un desconocido en un bar. No soy una mujer al azar. Hice esto porque estaba muy triste ayer. El novio que había estado enamorado de mí durante tres años me dejó y se casó rápidamente con una chica rica. Aunque actúo como si nada hubiera pasado delante de mis amigos, estoy muy triste. Para aliviar mi estado de ánimo, fui solo al bar y me emborraché. Accidentalmente, me encontré con él. Él es más que atractivo e increíblemente sexy. Como el deseo controlaba mi mente, tuve una aventura de una noche con él. Cuando decidí olvidarme de todo y seguir adelante, descubrí que mi aventura de una noche se convirtió en mi nuevo jefe. Un tipo posesivo.
Durante su matrimonio de dos años, Brian ignoró a su esposa, Rosalynn, por completo; la consideraba una mujer fea. Él la evitó como si fuera la peste. Para colmo, su nombre adornaba las portadas de los tabloides numerosas veces por salir con diferentes mujeres. Harta de ese matrimonio que nunca había funcionado, Rosalynn pidió el divorcio y se fue con determinación. Sin embargo, todo cambió en solo unos días. Brian se interesó en una estilista que trabajaba para su compañía de forma anónima. Con un simple vistazo sabía que Cupido le había tirado la flecha y había acertado: no podía resistirse al encanto irresistible de la muchacha. Hizo todo lo posible para descubrir su verdadera identidad. Poco sabía que recibiría el mayor shock de su vida. Brian se arrepintió mucho al recordar el trato que le había dado a su exesposa.
Se suponía que mi matrimonio con Mathias me haría la mujer más feliz del mundo. Aunque sabía que él no me amaba, pensé que se enamoraría de mí una vez que lo colmara de amor. Ya pasaron cinco años y Mathias me trataba como a una cualquiera. Para colmo, conoció a su verdadero amor y cortó todos los lazos conmigo por culpa de ella. Él la presentó a todo el mundo; algo que nunca hizo por mí. Su infidelidad me llevó a la depresión. Me sentía totalmente destrozada. Tristemente, incluso en mi lecho de muerte, mi supuesto marido nunca apareció. Cuando volví a abrir los ojos, sabía que el destino me había dado una segunda oportunidad. Yo todavía era la esposa de Mathias y pasamos dos meses antes de que conociera a su verdadero amor. En esta vida, me negué a que él volviera a lastimarme. Consciente del gran error de mi antigua yo, le pedí el divorcio. Mathias rompió los papeles del divorcio una y otra vez y al mismo tiempo me encerró. "¡Rylie, deja de hacer estupideces! ¡Hacerte la difícil no me funciona!". Para demostrarle que hablaba muy en serio, seguí adelante y solicité a la justicia. Finalmente entró en pánico. Abandonó a la "mujer de sus sueños" y se arrastró a mi lado. "Por favor, dame una segunda oportunidad, Rylie. Te prometo amarte con todo mi corazón. Serás la única mujer en mi corazón de ahora en adelante. No me dejes, ¿de acuerdo?". Una guerra estalló en mi mente. Por un lado, no quería que me hicieran daño otra vez. Pero, por otro lado, no quería dejar ir al hombre que amaba tanto. ¡¿Qué debo hacer?!
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Esperando un nuevo comienzo de su vida después de que ella se graduara de la escuela secundaria, estaba lista para volar en el cielo y elevarse hacia su sueño. Pero no sabía que su vida cambiaría al regresar a casa. El mayor evento que le cambió la vida la estaba esperando. Apenas era consciente de que el brazalete que llevaba puesto desde su nacimiento era un signo, que representaba su destino de casarse con un hombre que nunca había conocido. No podía hacer nada más que seguir el acuerdo, porque la vida no estaba dispuesta a perdonarla. Su impotencia no le dejaba otra opción. Pero finalmente, ¡ella decidió renunciar a todo y huir! Y de nuevo, el cielo se burló de ella. Para su sopresa, el supuesto prometido volvió a entrar en su vida. ¿Qué le esperaba en el futuro y hacia dónde la llevaría la vida?
Sabrina tardó tres años enteros en darse cuenta de que su marido, Tyrone, era el hombre más despiadado e indiferente que jamás había conocido. Él nunca le sonrió y mucho menos la trató como a su esposa. Para empeorar las cosas, el regreso del primer amor del hombre no le trajo a Sabrina nada más que los papeles del divorcio. Con la esperanza de que todavía hubiera una posibilidad de salvar su matrimonio, le preguntó: "Tyrone, aún te divorciarías de mí si te dijera que estoy embarazada?". "¡Sí!", él respondió. Al comprender que ella no significaba nada para él, Sabrina finalmente se rindió. Firmó el acuerdo de divorcio mientras yacía en su lecho de enferma con el corazón hecho pedazos. Sorprendentemente, ese no fue el final para la pareja. Fue como si Tyrone despejara la mente después de firmar el acuerdo de divorcio. El hombre que alguna vez fue tan desalmado se arrastró junto a su cama y le suplicó: "Sabrina, cometí un gran error. Por favor, no te divorcies de mí. Te prometo que voy a cambiar". Sabrina sonrió débilmente, sin saber qué hacer…