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Mi vida era un sueño en el soleado Sevilla, esposa del famoso torero Máximo y madre de nuestros dos niños, Leo y Sofía. Pero el Día de la Feria, las risas de mis hijos se convirtieron en gritos cuando la amante de Máximo, Scarlett, nos secuestró a punta de pistola y nos llevó a un tentadero privado. Allí, delante de mis ojos, Máximo, el hombre que juró amarme, se rió de mi sufrimiento, me negó y, peor aún, bajo la cruel mirada de Scarlett, apuñaló a nuestros hijos con las banderillas que un torero usa en la plaza. El golpe final llegó cuando mi marido se arrodilló ante mí, clamando inocencia y prometiendo venganza, como si no hubiera sido él mismo quien había matado a nuestros pequeños. A través de las lágrimas que no podía contener, una única certeza heló mi corazón: mi dolor sería ahora el arma más afilada en una venganza que él jamás vería venir.