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El aire espeso del hospital, cargado de tristeza, presagia mi final. Mi padrastro, Ricardo, y mi hermanastra, Valentina, no ocultan su impaciencia, esperando mi último aliento para quedarse con la fortuna de mi madre. Desde mi alma flotante, observo mi cuerpo inerte y escucho a Ricardo desear mi muerte, mientras el médico advierte la gravedad de mi tumor cerebral. ¿Cómo es posible que mi propia familia vea mi agonía como una molestia, un simple truco para llamar la atención? Pero el juego cambiará, porque mis córneas, mi último acto de amor, serán el espejo donde Ricardo verá la cruel verdad de su engaño.