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Mi mundo era perfecto. Con el "bebé mariachi" en camino, mi esposa Sofía y yo éramos la envidia de todos, después de años y tres costosos tratamientos de FIV. Pero una llamada nocturna lo cambió todo. Corrí al hospital, esperando la alegría de un nuevo padre, solo para encontrar a Sofía tranquila, con el vientre plano, junto a su exnovio, Javier. "Tuve que interrumpir el embarazo", dijo ella, con una frialdad que me hielo la sangre. ¿La razón? Una estúpida superstición para proteger a ese hombre que me robó la oportunidad de ser padre. Estaba atrapado en el horror, el dolor y la traición. Quería gritar, exigir una explicación real, pero solo había incredulidad. ¿Quién era esa mujer con la que me casé? El divorcio fue mi única respuesta, junto con la amenaza de revelar un fraude masivo en mis cuentas bancarias. Mi destino se entrelazó con el suyo, y la búsqueda de justicia se convirtió en mi única meta en la vida.