Cerró los ojos con fuerza, intentando bloquearlo, pero era imposible. Esa frase se le había grabado en los huesos. No era una súplica. Era una orden-de su supuesto padre biológico, exigiendo pago por los diecinueve años que la había "protegido".
Enderezó la espalda y practicó una sonrisa. Luego otra. Y otra más.
«Pase lo que pase hoy-se dijo-, solo tienes que sonreír».
Un carraspeo educado la sobresaltó.
-¿Señorita Livia Shelby?
Se levantó de golpe. Era el asistente, el mismo hombre que la había recogido antes.
Y detrás de él... entró un hombre.
No-entró como si el lugar le perteneciera.
El café pareció cambiar en el instante en que apareció. Damian Alexander no era un hombre cualquiera: parecía alguien que poseía el mundo entero y esperaba que todos en él se inclinaran ante él.
A Livia se le cortó la respiración. Era la primera vez que lo veía... y todo su cuerpo ya temblaba.
Ése debía ser Damian Alexander. El hombre que se convertiría en su esposo-o, para ser exactos, en su nuevo jefe.
Damian no perdió ni un segundo. Se sentó como si la silla, el café y hasta el aire le pertenecieran. El asistente sacó un sobre marrón grueso y lo colocó sobre la mesa con un movimiento ensayado.
Damian apenas la miró antes de deslizarle el sobre.-Léelo.
Livia parpadeó.-S-sí, señor.
Lo abrió con los dedos temblorosos. La primera frase fue como una bofetada:La segunda parte debe obedecer y escuchar a la primera parte en todos los asuntos durante la duración del matrimonio. La primera parte es la regla.
Su cerebro se congeló.
«¿Así que... él es la ley? ¿Literalmente? ¿Me estoy casando con un esposo o con una constitución humana?»
Pero se contuvo a tiempo y forzó una sonrisa.-Eh... solo para aclarar, ¿esto significa que debo... obedecer todo lo que usted diga?
Damian alzó una ceja, divertido.-Exacto.
-Oh. Maravilloso. M-me gusta la claridad -asintió con entusiasmo exagerado, como una colegiala que acabara de aprobar un examen sorpresa-. Es muy eficiente.
Él ignoró su sarcasmo-o no lo notó.
-Tres reglas.
Ella se irguió, lista.
-Uno: nunca interfieras en mis asuntos personales. Especialmente en mis relaciones con otras mujeres.
Livia parpadeó una vez. Luego otra.-De acuerdo -respondió con alegría, como si acabara de aceptar regar las plantas.
-Dos: cumple tu papel como mi esposa. En silencio.
-Sí, señor. Esposa silenciosa. Entendido. Como una esposa ninja.
Él se detuvo.-...¿Qué?
-Nada, señor.
Damian la observó con sospecha.
-Tres: nunca me avergüences en público. Compórtate de manera adecuada, presentable y callada.