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Dos hermanas que no se han dirigido la palabra en más de seis años. Se reencuentra solo para darse cuenta que sus vidas se están desmoronando al mismo tiempo. Genevieve huye de un ex novio violento y Julianne está atrapada en un matrimonio sin amor pero con una ventajosa posición social y económica. Ambas hermanas desean escapar de sus realidad y es cuando a Julianne se ocurre una idea que cambiará la vida de ambas para siempre Solo sería por un mes. Un intercambio de lugares. Julianne podría irse a divertirse con su amante utilizando la identidad de Genevieve, mientras su hermana se quedaba ocupando su lugar y así podría estar protegida de su ex novio. Era un intercambio muy sencillo y por un breve periodo de tiempo. Nada debía salir mal. Nadie lo sabria. Pero nada en esta vida es simple. Y siempre algo puede llegar a salir mal.
Somos lo que nunca fuimos
Lo que nos faltaba
Somos lo que no seremos
Y no somos nada.
Nos necesitamos para seguir con vida.
Porque cada una tiene,
Lo que a la otra le falta.
Separada estamos incompletas
Juntas somos una.
Aún no podía creer que me hubiera podido convencer de hacer esto.
Pero aquí estaba vestida como ella.
Peinada como ella.
Perfumada como ella.
¡Ahora yo soy ella, y ella soy yo!
¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo me puedo convencer de esto?
―¿Está segura que es una buena idea?―le vuelvo a preguntar. Estoy muy ansiosa y apenas puedo controlar mis nervios.―y si alguien se da cuenta de que yo, no soy tú. ¿que hago?―le pregunto y ella rueda los ojos un gesto muy poco común en mi hermana. Ni siquiera cuando éramos pequeñas lo hacía porque ella lo consideraba una falta de educación.
―Sí, hace todo tal cual te lo he dicho, nadie se dará cuenta.―habla con ese timbre de voz tan suave como el terciopelo que me da miedo. ¿Como puede estar tan tranquila?―y entonces yo, podré a ayudarte a salir del país para que Malcolm no te encuentre nunca. Pero―una sonrisa victoriosa se dibuja en su rostro. En ese rostro tan idéntico al mismo―ya sabes, hermanita. Favor con favor se paga.
Asiento a regañadientes y la sonrisa en el rostro de mi gemela se amplía. Se levanta del asiento donde se había sentado con una elegancia que solo podría igualar una reina. Había aceptado las condiciones de mi hermana pero no sabía cómo podría ser posible que yo pudiera engañar a todos fingiendo ser como ella. Julianne es una gran dama. Posiblemente la próxima primera dama de Portland, ¿como yo podía fingir ser como ella?
―continuemos con tus lesiones.―dice y yo la sigo de manera obediente, está el comedor principal de la casa.
La enorme mesa del comedor está preparada, de forma muy elegante y con todos los cubiertos y copas que se debe utilizar para cualquier cena elegante que implique recibir a personas importantes: políticos, empresarios, senadores, etc. ¿Cómo lo hacía? ¿Como Julianne podía memorizar todo esto? Yo apenas y podía recordar el número de mi cuenta bancaria. A pesar de ser idénticas físicamente eran muy distintas en lo demás.
Julianne siempre fue diferente a las demás niñas, incluso de mí. Si no fuera por el parecido físico nadie pensaría que eramos hermanas. Desde que eramos niñas Julianne destacaba no solo por su belleza, sino por su inteligencia sobre todo en matemática. Las matemáticas siempre fueron mi "coco" en cambio Julianne parecía que hubiera nacido entre números. Ella siempre fue inteligente y siempre había aspirado a un mejor nivel de vida. Tanto que nadie en la enorme ciudad de Portland, adivinaria que es originaria de un pequeño condado costero como lo es Calvert, Maryland.
Yo solo podía preguntarme una cosas
¿Como mi hermana gemela se había convertido en la posible próxima primera dama de Portland?
Julianne se quedó para frente a la mesa y volteo para mirar. Con esa perfecta ceja arqueada y me hace una señal con la cabeza. Ya sé lo que quiere. Quiere que camine como ella me enseñó, hacerlo. Comienzo a caminar bajo la escudriñadora mirada de mi hermana gemela. Y ya siento todas las fallas que ella desea corregir en mi a la velocidad de la luz.
―Levanta la barbilla―me repite y yo lo hago. Levantó más la barbilla pero no de forma exagerada. Mantengo la espalda erguida, el pecho sacado sin bajar la mirada.
―¿Qué tal?―le pregunto y ella se pasa el dedo índice por la ceja derecha. Es un gesto muy significativo para mí. Porque se lo que significa "Estoy hecha un desastre"
―Lo puedes hacer mejor.―comenta sin el menor rastro de empatía en la voz.―Mírame.―me pide y lo hago―barbilla, hacia arriba. Hombros atrás. Espalda erguida, siente que un hizo te jala por la cabeza. Metes el abdomen, saca el busto. Mirada franca y avanzas.―repite nuevamente lo que ya me había enseñado y puedo distinguir en su voz el fastidio por tener que repetir lo mismo aunque, trata de disimularlo―Nunca mires al suelo. No muevas demasiado las caderas o parecerás un teibolera. Ahora hazlo tú.
Nuevamente vuelvo a repetir lo que acabo de realizar una caminata. Al que debería ser fácil resulta tan complicado como aprender el uso de cada uno de los cubiertos de la mesa. Lo repito una y otra vez.
―Recuerda que debe proyectar seguridad en tu caminar.―me dice―debes caminar paulatinamente pero ligera al mismo tiempo. No debes ir tan lento que parezca que te molestan los zapatos o que está contando tus pasos, ni tan rápido que nadie pueda reparar en tí.
―¿Porque es tan importante, esto?―le pregunto frunciendo ligeramente el entrecejo.
―No, frunza el ceño se te va llenar la frente de arrugas antes de tiempo―me reprende―Y contestando a tu pregunta. Es importante, porque es la forma correcta de realizar las cosas. La estética es un reflejo de lo que somos, Genevieve.
―Que profunda.―digo y no puedo evitar sonreír con gracia. Julianne habla como si estuviera curando el cáncer por solo caminar correctamente.
―Alto.―dice y yo obedezco. Queda delante de mí, a solo unos escasos centímetros de distancia. Tiene plantado un gesto de dureza que me hace lamentar haberme reído de lo que había dicho. ¡Tonta!―¿Te parece muy gracioso?―me pregunta y yo no sé qué responder―Cuando tienes que tratar con personas que toda su vida han nadado en dinero. Que han asistido a las mejores escuelas, que han tenido una educación privilegiada. Debes cuidar cada detalle, sino eres uno de ellos y deseas serlo. ―habla con mucha determinación que aun si el timbre de voz continúa siendo como el terciopelo de suave. Es una mezcla de firmeza sin parecer brusca, o no lo se. Pero me tiene conteniendo la respiración.―Porque a pesar de lo que digan los demás, de que hay existen cosas más importantes... ¡Las apariencias son lo más importante! De esa manera controlas lo que la gente ve. Lo que deseas que vean.―me mira de arriba para abajo.―Vuelvo y hazlo de nuevo. Y esta vez, ponle empeño.
Asiento, con la cabeza sin decir ni una sola palabra más. No se que me sucede, Julianne no me trato mal. No me dijo que era una inutil o me había insultado como Malcolm lo había hecho. Pero me habló de una forma que me dieron ganas de llorar y vomitar al mismo tiempo. Pero lo peor era su mirada.
Esa mirada que yo conocía de sobras. Julianne me había mirado, como si yo no valiera nada antes sus ojos. Para mi hermana, yo no era otra cosa que una fracasada, sin ninguna aspiración que había terminado enamorarse de un golpeador de mujeres y tal vez se merecía que la golpearan por estupida.
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Tenía que hacer esto bien.
Tenía que hacer algo, bien en mi vida aunque fuera una vez.
Se lo debía a Julianne y me lo debía a mí misma.
Alexander R. Harrison Wright es un hombre guapo, rico, dueño de un gran imperio que esta condenado a muerte por una enfermeda incurable. Al darse cuenta de lo vacía que es su vida y como la a desperdicia en frivolidades, decide aprovecha su último año de vida cambiando todo incluso su manera de ser. Sorprendiendo al mundo y a si mismo cuando decide casarse con un bella joven pero de humilde origen que está embarazada de otro hombre. **** **** **** Kimberly Jones es una hermosa, dulce y tierna joven de veintidós años que trabaja como recepcionista y en ocasiones masajista en el HMH "Harrison Magnus Hotel". Su vida da un giro de más doscientos mil grados, cuando descubre que está embarazada de su ex-novio el cual la abandonó por una "fea adinerada" ósea una niña rica, mimada. Sin saber que hacer con su vida ni que hacer con el bebe que está esperando. Cae en la desperacio y en un momento de debilidad le cuenta sus penas a un completo extraño que le hace una propuesta muy peculiar. Casarse con ella y reconocer al bebe que ella espera. ¿A cambio de que? Según el extraño de absolutamente ¡Nada!
La última voluntad de su abuelo es una noticia inesperada para ella. Y más al comprender que para poder continuar llevando la vida llena de lujos y comodidad debe casarse con un hombre que este ha elegido sin consultarle que no conoce. ¡Un desconocido! ¿Acaso es 1800? Él es un hombre serio ante los demás, jamás espero esa decisión de parte de su padrino y mentor. Jamás espero que le regalara casi toda su fortuna y de paso que le dejara además una malcriada como prometida. La vida de dos personas muy diferentes está apunto de cambiar. Ambos tienen un interés en común. ¡La Herencia! pero para obtener lo que desean deberán cumplir con las reglas del abuelo Remington.
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Mi familia era pobre y tenía que trabajar medio tiempo todos los días solo para pagar las cuentas y estudiar en la universidad. Fue entonces cuando la conocí, la chica bonita de mi clase con la que todos los chicos soñaban salir. Era muy consciente de que ella era demasiado buena para mí. De todos modos, reuniendo todo mi coraje, le dije que me había enamorado de ella. Para mi sorpresa, accedió a ser mi novia. Me dijo, con la sonrisa más bonita que he visto en mi vida, que quería que el primer regalo que le diera fuera el último iPhone de gama alta. Un mes después, mi arduo trabajo finalmente valió la pena. Pude comprar lo que ella quisiera. Sin embargo, la pillé en el vestuario besando al capitán del equipo de baloncesto. Incluso se burló despiadadamente de mis defectos. Para colmo, el tipo con el que me engañó me dio un puñetazo en la cara. La desesperación se apoderó de mí, pero no pude hacer nada más que tirarme en el suelo y dejar que pisotearan mi orgullo. Cuando nadie lo esperaba, mi padre me llamó de repente y mi vida cambió. Resulta que soy el hijo de un multimillonario.
En su borrachera, Miranda se acercó audazmente a Leland, sólo para encontrarse con su mirada fría. La inmovilizó contra la pared y le advirtió: "No me provoques. Dudo que puedas soportarlo". Poco después, su compromiso se canceló, dejándola en la indigencia. Sin otras opciones, Miranda buscó refugio con Leland. Con el tiempo, asumió el papel de madrastra, cuidando a su hijo. Llegó a comprender que la decisión de Leland de casarse con ella no se debía solo a que ella era obediente y fácilmente controlada, sino también porque se parecía a alguien que él apreciaba. Ante la solicitud de divorcio de Miranda, Leland respondió con un abrazo desesperado y una súplica para que reconsiderara su decisión. Miranda, impasible, respondió con una sonrisa de complicidad, insinuando un cambio en su dinámica. El señor Adams, que siempre fue el controlador, ahora parecía ser el atrapado.
Durante tres arduos años, Emily se esforzó por ser la esposa perfecta de Braiden, pero él todavía se mantenía distante con ella. Cuando él le pidió el divorcio por otra mujer, Emily desapareció. Sin embargo, cuando reapareció más tarde, se convirtió en su última fantasía. Despidiendo a su ex con una sonrisa burlona, ella le desafió: "¿Te interesa una colaboración? ¿Quién te crees que eres?". Los hombres no le servían para nada; Emily prefería la independencia. Mientras Braiden la cortejaba sin descanso, descubrió las identidades secretas de Emily: hacker de alto nivel, chef, médica, talladora de jade, corredora clandestina... Cada descubrimiento aumentaba el desconcierto de Braiden. ¿Por qué los conocimientos de Emily parecían ilimitados? El mensaje de Emily era claro: destacaba en todos los aspectos.
A veces el amor aparece de la manera más inesperada y en la forma de la persona menos pensada. Para Daniel, la vida a sus 40 años es una rutina entre sus tres hijos y su cargo de CEO de la empresa familiar. El fallecimiento de su esposa lo deja inmerso en la tristeza; creando, con el correr de los años, una coraza fría a su alrededor. Deanna tiene una vida normal, trabaja medio tiempo y estudia en la Universidad de Artes porque quiere lograr su sueño: cantar en la ópera. Solo le falta un año para terminar su carrera cuando su amigo Harry le pide ayuda desesperado. Una antigua regla familiar le impide casarse con su novia, la cual está embarazada. Para hacerlo, Daniel, su hermano, debe casarse primero. Para ayudarlo con su problema Daniel y Deanna acceden a fingir una relación y un matrimonio. Son tan opuestos que la atracción es inevitable. Él encuentra en ella la calidez que faltaba en su vida y Deanna el amor luego de una ruptura desastrosa. Finalmente, Daniel puede volver a tener una familia. Pero hay muchos intereses ocultos que buscan separarlos y alejarlos. El viaje es difícil, deben enfrentarse no solo a terceros que les complicaran las cosas, sino también a sus propios miedos e inseguridades. No es sencillo equilibrar 15 años de diferencia. Pero el corazón tiene razones que la misma razón nunca entenderá.
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