"Por fuera parecen una pareja perfecta, pero la historia de Mary y William no es tan dulce como parece. Su matrimonio comienza como un simple contrato: Mary acepta casarse a cambio de que William pague los gastos médicos de su madre. Sin embargo, las cosas toman un giro dramático. Ninguno de los dos sabe quién cruzó la línea primero, ni mucho menos quién inició este juego de amor. ¡Pero sin duda que ha empezado! Descubre cómo transcurre esta trama exclusiva llamada Marriage Contract: Nunca Digas Adiós."
"No sean tan quisquillosos. ¡Acérquense un poco más!", ordenó el fotógrafo, mientras sostenía su cámara con la mano.
Entonces Mary Lu se inclinó hacia el hombre un tanto incómoda.
"Regálenme una sonrisa", dijo el fotógrafo con el ceño fruncido. Luego agitó sus brazos exasperado, insatisfecho con todas las fotos que había tomado. "Se supone que la foto para el acta de matrimonio se hace con felicidad y dulzura en sus rostros. ¡Así que relájense!".
Bueno, aquella acta era todo menos... Ella ni siquiera sabía cómo se veía el hombre a su lado en ese momento, probablemente tenía una expresión de total indiferencia.
Después de un largo rato trabajando duro, finalmente tomaron una foto conveniente y los tres suspiraron aliviados.
Cuando salió, la chica pudo escuchar al fotógrafo quejándose entre murmullos, "Nunca había visto una pareja tan extraña, serán recién casados, ¡pero actúan como si se acabaran de conocer!".
Mary Lu simplemente suspiró, negando con la cabeza. Realmente había querido actuar con naturalidad, pero ¿en realidad había algo de natural en la situación en la que se acababa de meter?
¿Acaso aquel matrimonio era algo de lo que se podría enorgullecer? ¡La única razón por la que se casaba era por el acuerdo!
Resultaba que el matrimonio era tan sencilla como beber agua.
Comenzaba a lloviznar cuando salieron, desafortunadamente, ninguno de los dos llevaba paraguas.
"¿A dónde vas?", le preguntó William Lan, quien para ese momento ya era el marido de Mary Lu.
"A casa primero", respondió la mujer mirando el cielo gris. Y pronto, gotas de lluvia se deslizaron por sus mejillas. "Puedo volver yo sola", respondió ella.
"¿Y qué hay de tu madre? ¿No deberíamos ir a verla?".
La chica negó lentamente con la cabeza. "Aún sigue en coma, mejor ve a tu trabajo", dijo casi con amargura, pero a él realmente no le importaba.
"Está bien, volveré a la empresa". Y sin una palabra más, el hombre se dirigió hacia el lujoso auto al otro lado de la calle. Aunque la joven no sabía cuánto costaba, podía deducir que era extremadamente caro por las miradas de envidia de la gente.
Y sin mirar atrás, el hombre se deslizó dentro del auto.
No obstante, la mujer todavía estaba algo aturdida mientras observaba aquella figura que se marchaba, entonces recordó el primer día que lo conoció.
Aquel día, ella había sido llamada a la oficina del CEO, tan solo era la subdirectora del Departamento de Relaciones Públicas. ¿Por qué de repente el CEO quería verla? ¿Acaso había hecho algo mal?
Así que llena de ansiedad, entró en su oficina, era la primera vez que vio tan cerca a su jefe, William Lan. Viéndolo así, parecía un hombre sin defectos, era increíblemente alto con una mandíbula bien definida. Hizo una mueca con sus delgados labios, y había algo en sus ojos que le hacía parecer sumamente atractivo. Luego de mirarlos durante mucho tiempo, sintió como si estuviera cayendo en un abismo. Aquel alto ejecutivo llevaba un traje negro que resaltaba su bien definida figura, pero ella pensó que se vería más adecuado en azul.
"¿Eres Mary Lu? ¿La subdirectora del Departamento de Relaciones Públicas?", preguntó William Lan con calma, sosteniendo un documento en su mano, luego se puso de pie y caminó a su lado. "Dicen que hace dos años, a tu madre le diagnosticaron cáncer, y que tu padre incluso las dejó a las dos. ¿Cómo vas con eso?".
¿Qué acababa de decir? Mary se quedó boquiabierta, mientras miraba al hombre frente a ella.
'¿Cómo puede un CEO estar tan preocupado por una simple empleada? ¿Me habrá investigado?', pensó con intriga.
"Gracias por su preocupación, Señor. Creo que estaré bien", respondió ella con calma, tratando de no verse afectada por sus palabras.
"¿Estás segura?", insistió William, apoyándose en la esquina de su mesa. "¿Y qué hay con las tarifas del tratamiento que le debes al hospital? Incluso con tus trabajos de medio tiempo, no creo que sea suficiente para costearlo todo. Al menos no hasta después de algunos años".
La joven parpadeó con sorpresa, tropezando hacia atrás. "¿Cómo sabe todo eso?", le preguntó con exigencia. "¿Acaso me ha estado investigando? ¿Qué rayos es lo que le sucede?", continuó con aprehensión.
Pero su jefe no se vio afectado por aquellas severas preguntas, mientras fijaba sus ojos penetrantes sobre ella. "Sí, llevé a cabo una investigación", admitió abiertamente. "Quiero hacer un trato contigo", planteó finalmente.
"¿Un trato? ¿Qué trato?", preguntó la chica.
"Cásate conmigo y pagaré todos los gastos médicos de tu madre". William lo dijo sin rodeos.
"Gracias..., pero no estoy interesada". Ante tal propuesta, Mary se dio la vuelta y se marchó decidida.
"¿Estás segura?", preguntó aquel hombre. La chica se quedó petrificada, había algo en esa pregunta, algo que la hacía dudar.
Su matrimonio siempre había sido algo que preocupaba mucho a su madre.
Entonces Mary hizo una mueca al pensar en ella, quien estaba convaleciente en la cama de un hospital. Además, el médico le había dicho que solo le quedaba a su madre unos meses más, así que si fingía tener un matrimonio, quizás podría cumplirle su último deseo.
Las uñas de la mujer se clavaron en su palma con fuerza. "¿Qué tengo que hacer?", preguntó.
"Tengo el acuerdo aquí mismo, puedes revisarlo". Cuando ella se volvió, el hombre le entregó unos papeles. "Todo está escrito con claridad, no tienes que hacer mucho. Serás mi esposa nominal, y todo lo que tienes que hacer es coordinarte conmigo y con mi vida".
Mary miró el contrato con incertidumbre, y al ver que aún tenía dudas, este hizo un gesto con la mano. "Puedes pensarlo y darme tu respuesta mañana, si no tienes nada más que decir, puedes retirarte".
"Espere. ¿Por qué quiere hacer esto? ¿Qué gana con hacerlo?", preguntó la otra.
No obstante él simplemente se encogió de hombros. "No puedes saberlo, todo lo que necesitas hacer es considerar qué es lo mejor para ti".
'¡Ese patán! ¡Se cree con derecho de gobernar el mundo!', pensó con irritación.
Sin decir nada más, giró sobre sus talones y se marchó. Cuando regresó a su escritorio, abrió el acuerdo. En efecto, era breve y conciso.
El matrimonio solo sería por un año, y aunque estaban obligados a vivir juntos, las relaciones sexuales estaban prohibidas. A cambio, el hombre se haría cargo de todos los gastos de manutención y tratamiento de su madre. También la compensaría con un salario mensual de cien mil dólares. El matrimonio sería público, y se le pediría a la mujer cooperar con él en eventos importantes.
Al mirar aquel documento, Mary se quedó completamente estupefacta, con tanto dinero, todos los problemas de su vida simplemente desaparecerían, su madre no solo recibiría un mejor trato, sino que tampoco tendría que trabajar hasta altas horas de la noche. Aquello parecía inofensivo, pero ¿realmente era así de simple? Mientras dudaba, sonó su teléfono, era del hospital. Entonces la chica apretó los dientes y respondió, "¿Hola?".
"¿Habla Mary? Su madre se encuentra grave, ha sido enviada a la sala de emergencias, por favor venga preparada".
"¿Qué?", exclamó con un intenso sobresalto. "Voy para allá, Dr. Cao, por favor, haga lo que pueda para salvar a mi madre".
"Haremos lo que sea posible", respondió el doctor.
Y ella de inmediato se apresuró para llegar al hospital, afortunadamente, a su llegada, los médicos le informaron que su madre ya se encontraba estable, y sus hombros se ensancharon con alivio. Contemplando a su inconsciente madre a través del cristal, sintió la última pizca de calidez que le quedaba.
"Señorita Lu", le llamó el doctor a su lado, y ella se dio la vuelta.
"Dr. Cao, nunca podré agradecerle lo suficiente".
"No hay nada qué agradecer, es nuestro trabajo". le respondió el médico y le lanzó una sonrisa. "Pero hay un problema con los costos médicos de su madre, no quisiera insistir sobre esto ahora, pero...".
"No se preocupe, Dr. Cao, lo entiendo. Pagaré lo que resta en tres días", le respondió ella con mucha seguridad, ya tomando la decisión desde el fondo de su corazón.
Poco después de salir del hospital, sacó su teléfono y marcó el número de William. "Firmaré el acuerdo, lo prometo, pero necesito el dinero primero...". Hubo una breve pausa antes de que asintiera con firmeza. "Gracias".
Con aquellas palabras, Mary acababa de vender su alma al diablo.
La chica detuvo sus pasos, y sacudiendo la cabeza se obligó a no pensar más sobre el asunto. Pero tan pronto como levantó la mirada, pudo ver que William estaba arrancando el auto en frente de la calle, incluso vio que había echado un ojo a su dirección. Aunque solo tenía treinta años, el hombre lucía realmente radiante. De hecho, tenía activos valuados en unos cien millones de dólares, además de que era extremadamente guapo. ¿Por qué un soltero tan codiciado le pediría arreglar un matrimonio fingido con él?
Al ver que cómo se iba el auto, ella hizo una mueca, negando con la cabeza. No tenía sentido pensar en los detalles, debía ocuparse de sus propios asuntos.
El hospital era el último lugar al que quería ir, pero había regresado allí con la esperanza de que la condición de su madre hubiese evolucionado favorablemente. Tenía la esperanza de que despertara y viera que su hija le había cumplido su último deseo.
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