Serena era una mestiza entre vampiro y hombre lobo. Sus padres fueron asesinados justo ante sus ojos cuando era una niña inocente y ella fue adoptada por Alfa Teodoro de una manada. Pero no la criaron exactamente. En cambio, la convirtieron en sirvienta e incluso la vendieron como esclava sexual más tarde. Durante todos estos años, su única fuente de apoyo fue Bruno, el hijo de Teodoro. Siempre trabajaba como un burro. Un día, después de tantas quisquillas, descubrió que Bruno la había estado engañando con su verdadera pareja durante bastante tiempo. Y como si no pudiera ser peor, se le reveló que Alfa Teodoro fue el asesino de sus padres. Se sentía como si el mundo se hubiera vuelto completamente en su contra. Pero de repente, un apuesto y poderoso Alfa llamado Pedro entró en su vida, afirmando que ella era su pareja. Con un poder peligroso en su sangre, la consideraban una amenaza para los vampiros y los hombres lobo por igual. Y un enemigo misterioso siempre conspiraba contra ella en la oscuridad. Ante esa situación, ¿podría Serena salir victoriosa de todas estas pruebas con Pedro a su lado?
Punto de vista de Serena:
"¡Oye, tú, Serena! ¡Ven aquí y limpia esto!", me gritó con desdén una de las lobas que estaba en el césped junto a otras de la manada en un pícnic. Tiraron con descuido todos los desechos: envolturas, cáscaras y residuos de comida, etc. sobre la fina hierba que las rodeaba.
El bote de basura ni siquiera estaba tan lejos de su alcance, solo a unos pasos de ellas, así que podrían haberlo hecho por sí mismas como era debido. Pero no, por supuesto, no lo harían porque había una humilde sirvienta aquí para limpiar, así que, sencillamente ellas no tenían que preocuparse por tirar la basura.
Yo había pasado una hora limpiando la goma de mascar que estaba pegada en los escalones de la sala de reuniones, por lo que mi espalda y mi cintura ya estaban muy adoloridas. Con un profundo suspiro, tomé una escoba y me acerqué para limpiar la suciedad, pero cuando vi que la mayor parte estaba en el césped, me di cuenta de que barrer sería inútil.
"Oye, ¿puedes al menos dejar de escupir las cáscaras en la hierba? Aquí es muy difícil barrer". Apreté los dientes, tratando de contener la ira que sentía dentro de mí.
"No lo hagas, entonces. Solo recógelas una por una con las manos". La malvada loba cruzó las piernas con indiferencia y escupió otra cáscara de pistacho en la hierba, justo delante de mis pies.
Acto seguido, otra de ellas volvió a llenar el plato de estos frutos secos y me miró con un gesto burlón. "Oh, no le prestes atención a lo que dice. Ni siquiera escuches sus quejas. De todos modos, no puede desobedecer nuestras órdenes".
"Bueno, entonces renuncio", exclamé muy molesta, mientras dejaba caer la escoba y di la vuelta para marcharme.
"¿Cómo te atreves a hablarnos así? ¿Quién crees que eres?", reclamó una de las lobas, quien luego se levantó, me bloqueó el paso y me arrojó su bebida en la cara. El líquido se escurrió y empapó toda mi ropa.
"¡Haz tu trabajo y recoge la basura! ¡Si no, le diré al Alfa que estás holgazaneando!".
Tuve que reunir toda mi fuerza interior para no cerrarles la boca con la escoba. Ellas tenían razón. ¿Quién me creía que era? De todos modos, yo era solo una huérfana, a quien la manada de la Luna Negra había adoptado. No era más que una esclava, sin ningún otro estatus. Todos los demás hombres lobo estaban por encima de mí en rango, por lo que cualquiera podía mandarme, regañarme, golpearme y nadie se inmutaría siquiera.
Retrospectiva de Serena:
Mi padre era un vampiro y mi madre un hombre lobo, lo que me convirtió en una híbrida. Su unión era una abominación tanto para unos como para otros, por lo que mi existencia era una desgracia en sí misma. Los híbridos eran seres muy poderosos y esto representaba una amenaza tanto para los hombres lobo como para los vampiros, quienes, al descubrir una criatura como yo, debían matarla en el acto.
Mis padres sabían que tendrían que ocultar mi identidad al mundo, así que le pidieron a un mago amigo suyo en quien confiaban ciegamente, que lanzara un hechizo para ocultar mi línea de sangre híbrida. De esta manera, para las criaturas ordinarias, solo parecería un Omega.
Recordaba que durante mi infancia, nuestra familia siempre vivió en lo profundo del bosque, pero un día horrible, nos descubrieron y la paz que reinaba en nuestro hogar se hizo añicos. Un grupo de Alfas había rodeado nuestra casa junto con otros hombres lobo. Mientras mi padre trataba de luchar contra ellos en el salón, mi madre me tomó de la mano y me condujo hacia un pasadizo secreto. Yo lloraba y rogaba que mis padres se fueran conmigo, así que ella tuvo que tomarme con fuerza por los hombros. Sus ojos estaban llenos de preocupación y miedo. Me agarró tan fuerte que sus uñas casi se clavaron en mi piel.
"Serena, lo siento, pero tienes que escuchar con atención y recordar todo lo que te voy a decir. Tu padre ha previsto tu futuro. Tu vida va a ser muy difícil por lo que eres, incluso más de lo que puedas imaginar, pero tienes que ser fuerte. Un día, te convertirás en una híbrida muy poderosa, al punto de ser capaz de cambiar el mundo. Sin embargo, debes tener mucho cuidado. Vas a encontrarte con un terrible enemigo que solo desea tu poder. Él te perseguirá a toda costa. Y luego...".
La voz de mi madre se apagó cuando escuchamos unos pasos que se acercaban, sacudió la cabeza y no pudo decir nada más. Con lágrimas en los ojos, me envolvió en un último abrazo y me sostuvo todo el tiempo que pudo. Finalmente, me empujó hacia la salida secreta.
"Cariño, tienes que irte ahora. Intentaremos alcanzarte. ¡Vete! ¡Corre!".
Yo hice lo que me pidió pero no me alejé demasiado, ya que había encontrado un escondite cercano donde podía ver lo que estaba pasando dentro de la casa. A través de la ventana, observé como los Alfas lograron someter a mis padres y los empujaron al centro del salón. Todos llevaban máscaras y algunos miraban vacilantes a la pareja, como si estuvieran discutiendo sobre algo. Entonces, ignorando a los demás, uno de ellos se acercó a mis adorados padres. Sus garras brillaban con una luz fría y asesina.
Ahogué un grito y me tapé la boca al ver que mamá y papá cayeron sin fuerzas al suelo y su sangre tiñó la alfombra de un rojo vivo.
Entonces, varios Alfas salieron de la casa y miraron a su alrededor. Me estaban buscando y yo lo sabía. No podía hacer ni el más mínimo ruido, pero tenía que irme en ese preciso instante. Con lágrimas aún corriendo por mi rostro, di un paso atrás lentamente hasta que estuve lo bastante lejos como para correr hacia la oscuridad sin que ellos advirtieran mi presencia.
Los cielos grises lloraron conmigo y derramaron fuertes lluvias. Las gotas que caían se juntaron con las lágrimas en mis mejillas. Era difícil ver el camino bajo mis pies. Innumerables veces, tropecé con el barro y me golpeé, pero cada vez que me caía, apretaba los dientes y volvía a levantarme de inmediato. A pesar del dolor que torturaba tanto mi cuerpo como mi alma, tuve que seguir corriendo. No sabría decir por cuánto tiempo estuve huyendo, solo sabía que estaba exhausta. Ya no podía sentir mis piernas y mis pasos se estaban desacelerando. Había oscurecido, por lo que era aún más difícil para mis ojos ver dónde pisaba a medida que pasaban las horas.
Una vez más, tropecé y caí al suelo, pero en esta ocasión perdí el conocimiento.
Cuando me desperté, me encontré en la manada de la Luna Negra.
Fin de la retrospectiva.
Uno de los poderes de mi padre era prever el futuro. Todavía recordaba esas palabras y creía que algún día se harían realidad. Sin embargo, habían pasado seis años desde que lo dijo, y yo todavía estaba haciendo las tareas del hogar. ¿Cómo iba a cambiar el mundo desde aquí?
Recordaba a esos Alfas que vinieron a atacar a mi familia, especialmente al que mató a mis padres. Los odiaba a todos. Pero como llevaban máscaras entonces, no pude reconocerlos. No sabía cómo vengar a mis amados padres. Aunque, de todos modos, todavía tenía que alcanzar la mayoría de edad ya que aún era débil y no tenía poderes, por lo que no tuve más remedio que quedarme aquí solo para sobrevivir.
Desde ese día en que me desperté en la manada de la Luna Negra, mi vida se había convertido en un auténtico infierno. Más tarde me di cuenta de que la persona que me acogió era el verdadero asesino de mis padres y, lo que era peor, me había enamorado de su hijo.
El Alfa Teodoro García fue quien me dejó vivir en su casa, pero en verdad, solo quería una sirvienta gratis.
Me obligaron a vivir en el patio de la residencia, donde había un pequeño cobertizo, en el que apenas me pude acomodar. Me asignaron todas las labores domésticas y siempre me decían que debía considerarme afortunada de que el Alfa me hubiese acogido y que debía trabajar diligentemente con gratitud.
Era cierto que el Alfa Teodoro me había ofrecido un techo durante los últimos años, pero aun así, creía que ninguna deuda de gratitud podía convencer a alguien de vivir felizmente una vida tan miserable como la mía. Por suerte, se acercaba mi cumpleaños y estaba a punto de alcanzar la mayoría de edad.
El sol había empezado a ponerse cuando las lobas terminaron su pícnic. Esperé a que todas se fueran antes de recoger las cáscaras que habían tirado en el césped. Cuando estiré la espalda y la cintura, me sentí incluso peor que antes.
Finalmente, caminé hacia la sala de la manada. Todavía me quedaban algunas salas de reuniones por limpiar. No muy lejos, vi al Alfa Teodoro caminando por allí. Siempre andaba con aire orgulloso, como si no hubiera nada que mereciera su preciosa atención. Yo había colocado el balde de agua sucia en el porche y vi cómo lo pateaba con el pie. El agua turbia que se derramaba por todo el suelo manchaba la superficie a medida que la tocaba.
"¿Quién puso ese maldito cubo allí?", maldijo Teodoro. Inmediatamente saltó al suelo seco y comprobó si se habían salvado sus costosos pantalones.
"Yo... lo siento".
Corrí hacia el cubo y lo volví a colocar en posición vertical.
Justo en ese momento estaba limpiando los escalones del pasillo, por eso tuve que dejar el balde allí. Sin embargo, el cubo era lo suficientemente grande, así que era imposible no notarlo. Teodoro debería haberlo visto a una milla de distancia, pero sabía que nunca admitiría haber cometido ese error. Él era el Alfa. En primer lugar, no debería haberse puesto nada en su camino.
El hombre lobo que me había ofrecido un techo cuando perdí a mi familia frunció el ceño con disgusto. No estalló en un ataque de ira ni me golpeó. Solo era una huérfana, una esclava, por lo que el mero acto de pegarme no estaba a su altura.
"Limpia este lugar ahora. Tenemos invitados que vendrán pronto", ordenó con impaciencia. Luego se dio la vuelta y se fue, sin siquiera mirarme, como si yo fuera un pedazo de basura.
Mi cuerpo se sentía flácido y entumecido mientras miraba el piso del porche, lleno de agua sucia. Calculé que demoraría más de una hora en limpiarlo todo, lo que significaba que no iba a cenar aquella noche.
Bueno, al menos, sabía que Bruno trataría de traerme buena comida en secreto. Bruno era el hijo de Teodoro, el futuro Alfa de la manada de la Luna Negra. También fue la única persona que me trató bien desde que me adoptaron.
Cuando era nueva en la manada, los otros niños me molestaban constantemente, y él era el único que estaba dispuesto a protegerme. Aunque, como era el hijo del Alfa, no se le permitía pasar mucho tiempo conmigo, seguía siendo mi único compañero de juegos en ese entonces. Al crecer, hablaba conmigo y me hacía regalos. Incluso me traía bolígrafos, papel y libros para que pudiera aprender a leer y escribir.
Cuando cumplí dieciséis años, Bruno confesó su amor por mí y esperaba que la Diosa de la Luna nos emparejara y que fuéramos compañeros para toda la vida, pero si eso no lo pensara la Diosa, él prometió que me elegiría como su pareja cuando llegara el momento.
Al escucharlo decir esas palabras, casi me sentí la chica más feliz del mundo. Creía con todo mi corazón que podía ser la pareja del hijo de Teodoro. De hecho, fue una de las principales razones por las que me quedé aquí. A pesar de la discriminación que tuve que sufrir pues todos me consideraban una humilde huérfana, mi amado juró que lo resolvería cuando se convirtiera en Alfa. Una vez que yo alcanzara la mayoría de edad, podríamos hacer pública nuestra relación.
Mi corazón estaba henchido de amor pues extrañaba mucho al amor de mi vida. Pensar en él definitivamente alivió la fatiga de mi cuerpo y me permitió seguir trabajando.
La puesta de sol iluminó la sala con un resplandor rojo anaranjado, y en un rincón noté algo reluciente. Por curiosidad, me acerqué un poco más y vi un brazalete cubierto de polvo que parecía haber estado allí durante mucho tiempo.
Cogí la pulsera y la limpié. Poco a poco, reconocí que este era el regalo que yo le había dado a Bruno por su cumpleaños el año pasado.
Como no contaba con mucho dinero, tuve que arreglármelas con lo que tenía ya que quería obsequiarle algo hermoso. Me tomó más de un mes recolectar piedras de diferentes colores del río. Trabajé para esmerilarlas, perforarlas y pulirlas cuidadosamente hasta que logré ensartarlas en una elegante pulsera. Aunque mis manos sufrieron muchas ampollas en el proceso, estaba muy orgullosa del regalo que le hice, ya que fue hecho a mano especialmente para mi amor, y pensé que le iba a encantar.
Él estaba muy feliz cuando lo recibió, aunque luego, nunca lo vi usándolo. Resultó que estuvo aquí todo este tiempo, acumulando polvo en un rincón. Él siempre había sido descuidado con sus pertenencias, así que probablemente perdió la pulsera por accidente y no me lo dijo para que yo no me enojara.
Guardé el brazalete en el bolsillo y me dije que se lo devolvería a su dueño la próxima vez que lo viera.
Un rato más tarde...
En cuanto terminé de limpiar el porche, me dirigí a la sala de reuniones. Los invitados comenzaron a llegar uno tras otro en ese momento.
La sala estaba muy iluminada. Teodoro y Zoe se pararon en el escenario, frente a todos los asistentes. Parecía que iban a anunciar algo importante. El Alfa infló el pecho y levantó la voz.
"Buenas tardes, damas y caballeros. Gracias a todos por venir. Hoy, nuestra familia tiene una gran noticia que nos gustaría compartir con ustedes. La Diosa de la Luna finalmente ha dispuesto que mi hijo Bruno García y Silvia Pérez, hija del Alfa Thomas Pérez, sean una pareja. Pronto celebraremos la Ceremonia de Pareja. También me complace anunciar que después de dicho evento, Bruno asumirá el cargo de Alfa de la manada de la Luna Negra".
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