La época en la que se desarrolla esta historia es un periodo oscuro y cruel, los reyes y nobles no son grandes guerreros llenos de bondad sino que se acercan más a lo que conocemos como tiranos, hacen guerras para ocupar territorios y por intereses económicos, no para liberar a los pueblos. Esta saga se basa en la eterna lucha entre el bien y el mal, en donde el bien es sinónimo de luz, de la bondad y de belleza. Los héroes que defienden el bien portan armaduras de metales nobles, casi siempre son altruistas, siempre se esfuerzan por enfrentarse al mal, a la oscuridad, a seres repugnantes, marchitos y corruptos que sirven a un señor oscuro con un nombre prohibido de pronunciar. El único fin de los malos es destruir y corromper el mundo tal y como se conoce porque sí. Cabe aclarar que esta no es una historia de fantasía, es mas bien un relato de hechos que ocurren en una dimensión paralela.
La lluvia caía con fuerza y con ella el frio de la noche se hacía sentir, era de esos fríos que hielan la sangre y llegan hasta los huesos. Esto a Grindal le preocupaba mucho, luchaba por cubrir muy bien a la criatura que llevaba en sus brazos, el pequeñín gritaba con todas las fuerzas de sus pulmones. El caballo iba a buen paso, pero el mago sabía que no muy atrás de él venían sus perseguidores, ellos no se detendrían hasta matar a aquel pequeño ser.
Mientras cabalgaba bajo la luz tenue de la luna y la fuerte lluvia muy propia de aquel país donde se encontraba, Grindal recordaba los hechos pasados.
-Siempre es bueno verte Grindal-. Le saludó el rey Emerson el grande.
Grindal apenas unos minutos atrás había llegado al castillo del reino de Saravia, el último gran reino de los medioelfos. No había tenido oportunidad de asearse, ni siquiera de comer algo. Con sus ropas andrajosas y sucias, de inmediato fue conducido al gran salón del trono del castillo, allí lo esperaban el rey Emerson el grande y su reina Beatriz.
-disculpe su majestad, no creo estar vestido para la ocasión- dijo Grindal bajando la cabeza y haciendo una genuflexión ante los reyes.
-no te preocupes mago, esta no es una visita social ni mucho menos-. Le dijo la reina con una expresión cálida en el rostro.
Que la reina sonriera le sorprendió a Grindal dado la situación en la que se encontraba aquel país. Desde hacía un año, el vecino país del sur, Moravia, con su rey a la cabeza, Wenceslao el temerario, en una alianza con los ejércitos de Britania en cabeza de su rey Abel, le habían declarado la guerra a aquel reino. La razón, Saravia era una tierra privilegiada, tanto para la agricultura así como también para la excavación de oro y otros minerales y piedras preciosas. Mientras que el país del sur de Moravia estaba pasando su peor época, una plaga había invadido sus campos echando a perder sus cultivos y matando a su ganado, eso sumado a la mala administración del rey, había llevado al país a una crisis económica y de alimentos, su gente en campos y ciudades estaba muriendo de inanición. Fue allí cuando Emerson el medioelfo, le tendió la mano a su vecino del sur, le proporcionó comida a precios bajos y dinero en modo de préstamo. Pero Wenceslao era muy soberbio y orgulloso, no aceptaba que mientras su pueblo pasaba hambre y necesidades, el país del norte, el país de los odiados medioelfos le tendiera la mano, eso para él era una humillación. Wenceslao que era de un temperamento fuerte y obstinado, no por nada era llamado el temerario, pues había peleado en muchas guerras, contra los hombres de las montañas, contra los orcos, contra los elfos azules, se le llenó la cabeza de ideas y llevado por la ambición y el odio creciente se unió con el vecino reino de Britania y le declaró la guerra a el reino de Saravia.
-Tiempos oscuros nos asechan, Grindal-. Dijo el rey Emerson mientras caminaban por los majestuosos jardines imperiales. –una ola de muerte aun mayor que la que mi pueblo ha tenido que soportar este último año, se aproxima. Los ejércitos de Wenceslao y sus aliados, están muy cerca de este lugar. Ayer mismo sufrimos una de nuestras peores derrotas, en las proximidades del gran bosque de robles. Fuimos masacrados, ahora solo queda en pie nuestra última defensa, el fuerte al pie del rio Rigalia, si ese fuerte cae, estamos perdidos, en cuestión de días Wenceslao entrará triunfante a la ciudad y nada podría hacer para evitarlo-
-¿y tus aliados, nadie ha venido a ayudarte?-. Preguntó Grindal.
-por más de un año hemos combatido solos. Nuestros antiguos aliados nos han abandonado justo cuando más los necesitábamos. ¿Además quien vendría a ayudarnos? ¿Enanos?, ¿elfos?, ¿los Cadelienses? No mi amigo, estamos solos en esta guerra. Los enanos hace mucho tiempo perdieron su honor, ahora son solo comerciantes, ya no les interesa lo que pase en el mundo, solo les interesa tener dinero y acumular riquezas, las épocas de los grandes ejércitos de enanos quedaron muy en el pasado. Los elfos por su lado y con razón supongo, dejaron de interesarse en este mundo que una vez fueron los amos y dominaron, se aislaron del mundo conocido, ellos no vendrán a ayudarnos. El único que respondió a mi llamado de mis amigos fuiste tú. Gracias por ello viejo amigo-. Dijo el rey.
-Disculpa que no te haya venido a ayudar en esta guerra antes-. Habló Grindal. –pero he tenido que atender ciertos asuntos en diferentes partes. Algo está por suceder, algo en el mundo está por cambiar, tienes razón en eso que nos esperan días sombríos-.
-¿a qué te refieres?- preguntó Emerson.
-hay rumores de una fuerza que crese de nuevo en el norte. Ha habido avistamiento de orcos más de lo normal, como hace mucho tiempo no sucedía. Quizás sea solo coincidencia pero creo que este ataque de Wenceslao y Britania contra tu reino es un presagio de la proximidad de una época de guerras y sangrientas batallas-. Respondió Grindal.
Emerson se quedó pensativo por un momento y luego dijo –hace un tiempo, nuestros soldados en la frontera norte reportaron una refriega contra un grupo de orcos. Eso no había pasado en mucho tiempo y ahora que me dices lo que tú piensas lo mismo, creo que estás en lo correcto. Algo en el mundo está cambiando, las alianzas se desvanecen, los hombres y su ambición sin límites, mi pueblo reducido a un único reino y los elfos desinteresados en todo lo que ocurre en el mundo que una vez dominaron y protegieron. Tiempos oscuros nos asechan-. Terminó diciendo Emerson.
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Los Medioelfos son una raza hibrida. El primer rey de esta raza fue Harod 1ro, el hijo de la elfa Liris y de Harod príncipe de Henaith. En su época de más esplendor llegaron a crecer en número tanto que se dividieron en tres reinos, el reino de Modeira, el reino de Calejas y el reino de Saravia. Después de muchas guerras contra este pueblo tan solo quedaron reducidos al reino de Saravia. No son muy diferentes a los humanos, físicamente son los mismos, la diferencia está en la fuerza y resistencia que son mayores que los humanos y no tanto comparados con los elfos.
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El camino se hacía más imposible, la lluvia aun caía con fuerza encharcando el camino. Grindal estaba preocupado no solo por sus perseguidores sino porque el frio crecía y la lluvia no cesaba y la criatura que llevaba entre sus brazos, si seguía así no resistiría por mucho tiempo. Ya había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaba cabalgando. Como lo había predicho Emerson, los ejércitos de Wenceslao arribaron triunfantes a la ciudad de Pridelia la capital del reino de Saravia, después de derrotar a la última resistencia del reino, el fuerte del rio Rigalia. Wenceslao el temerario y su colega Abel el rey de Britania entraron triunfantes al castillo del rey Emerson y reclamaron allí su victoria reclamando la total rendición del reino y la completa sumisión de Emerson y su pueblo a Moravia. Pero Emerson sabia de la ambición de Wenceslao. Desde hace mucho tiempo Wenceslao tenía planes de invadir y apoderarse de aquella fértil y rica tierra y ahora que la oportunidad se le había presentado no la iba a desaprovechar. Emerson sabía que Wenceslao se haría rey de aquella tierra recién conquistada, pero ¿cómo ser rey si ya había uno? Sencillo, la vida de Emerson y de Beatriz lo mismo que la de su primogénito corrían serio peligro. Así que por fin Grindal entendía por qué había sido llamado de urgencia a aquel reino. Siguió las instrucciones de Emerson y antes que Wenceslao entrara triunfante al castillo, Grindal partió raudo y con él una misión, preservar la vida de aquella criatura, el legítimo heredero al trono de Moravia, el primogénito de Emerson y Beatriz.
Grindal no dejaba de pensar en el destino del rey de los medioelfos. Wenceslao era desalmado y no tenía conciencia, seguramente a estas alturas, ambos, Emerson y Beatriz ya estaban muertos. Ahora más que nunca la misión de preservar la vida de aquel pequeñín era más importante. En sus manos viajaba el último gran medioelfo de sangre pura, el legítimo heredero al trono de Moravia. Aquel ser diminuto tenía que vivir. Pero Grindal tenía un plan, algo el mago había cavilado en su mente, así que se decidió a ejecutar su plan.
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El ejército invasor dio el golpe de gracia derrotando a los últimos focos de resistencia de Saravia en el fuerte del rio Rigalia. 50000 hombres al mando del mismísimo Wenceslao derrotaron a los medioelfos y ahora se encaminaron hacia Pridelia, la ciudad capital del reino medioelfo. Wenceslao y Abel arribaron al palacio real y se apoderaron del lugar, ondeando las banderas del reino Moraviano, un lobo huargo rojo sobre un plano negro. Los hombres, se proclamaron amos de la ciudad, matando a los soldados de la guardia real del rey Emerson.
Wenceslao y Abel entraron al gran salón donde estaba el trono del reino. Allí sus hombres tenían como prisioneros al rey Emerson y a su reina.
-Durante mucho tiempo me imaginé como sería el día en que entrara triunfante en esta ciudad y que por fin me sentara en este trono-. Dijo Wenceslao mientras se sentaba en el trono del rey.
-espero no estés decepcionado, maldito asesino-. Le respondió Emerson.
-son palabras muy duras contra alguien que con una sola palabra que salga de mi boca bastará para que me mis soldados me ofrezcan tu cabeza y la de tu queridísima esposa en una bandeja-. Luego de decir esto Wenceslao hizo un ademan y al instante uno de los soldados entró al salón escoltando a un niño. –Ven hijo mío, ven y siéntate con tu padre y nuevo rey de estas tierras-. El niño, Primogénito de Wenceslao, estaba vestido con una armadura pequeña especialmente diseñada para el príncipe y en el cinto llevaba una pequeña espada. El niño corrió y se sentó en las piernas de su padre.
-¿verdad que este trono es muy cómodo, hijo mío?-.
–Si-. El niño atinó a contestar tímidamente.
En ese preciso momento su hombre de confianza y capitán de sus ejércitos entró al salón y mirando a Wenceslao dijo –no hemos podido encontrar al pequeño, señor, fuimos a su habitación y no estaba allí, luego buscamos por todo el palacio y no hay rastros de él-.
-dime en donde escondes a tu hijo y quizá, perdone tu vida y la de tu perra-. Dijo Wenceslao acercándose a Emerson.
-puedes tomar mi vida, pero nunca encontraras al pequeño-. Respondió Emerson al momento que le escupía en la cara a Wenceslao.
El rey de Moravia se secó el escupitajo del rostro con un pañuelo que le alcanzó uno de sus hombres, luego hizo un ademán que uno de sus soldados entendió. El soldado desenfundó la espada y avanzó amenazante hacia Emerson.
En ese preciso momento Abel le habló a Wenceslao –parad. Esto no estaba en los planes, en ningún momento hablamos de quitarle la vida al rey-.
Wenceslao le respondió con tono amenazante –se hará lo que tenga que hacerse. Este no es el momento para que flaquees. Además solo puede haber un rey de Saravia y ese soy yo a partir de ahora-. El rey Avanzó hacia Abel y le dijo al oído –hemos llegado muy lejos como para ser moralistas y justos, en este momento te necesito a mi lado-.
Abel le respondió –estoy de tu lado, pero conste con que no estoy de acuerdo con esto-. Luego de decir esto, salió del salón.
Wenceslao miró al soldado y este último entendió.
-Antes de morir. ¿Algún deseo final su alteza?-. Se burló Wenceslao de Emerson.
El rey medioelfo extendió la mano y tocó la de su esposa, luego dijo –espero algún día mi hijo clave la punta de su espada en tu corazón-.
Wenceslao rio estrepitosamente seguido también por los suyos, dijo –prometo que muy pronto tu pequeño hijo estará clavado a una estaca siendo comida de cuervos-.
A los ojos de los presentes, el rey y la reina de los medioelfos fueron ajusticiados.
Al momento del tajo de la espada en el cuello de Emerson, el pequeño hijo de Wenceslao se llevó las manos al rostro para no mirar la gran cantidad de sangre que brotaba del cuello cercenado del rey medioelfo, pero Wenceslao lo reprendió diciéndole –no te tapes los ojos, mira. Esta es la forma en la que tu padre se hace grande, tan grande como algún día tú serás y cuando llegue ese día, recordaras estas palabras. Un rey nunca muestras debilidad, un verdadero rey nunca muestra clemencia, un verdadero rey no tiene piedad con sus enemigos-. En efecto el niño se quitó las manos que le cubrían los ojos y vio como era ahora la cabeza de la reina la que era desprendida de su cuello.
Después de ese espectáculo aterrador, el capitán y mano derecha del rey hizo pasar al gran salón a una miembro de la servidumbre del palacio. La mujer apenas vio a su rey y su reina asesinados, se echó a llorar.
-si no quieres que te pase eso a ti, debes decirnos donde está el primogénito del rey, donde eta escondido-. Le dijo el hombre en tono amenazante.
La mujer que estaba en shock apenas pudo juntar unas palabras y entre sollozos y lágrimas dijo –el rey......mi rey....un hombre......un mago...se lo ha llevado por órdenes del rey....mi rey....mi reina.....dos días atrás-.
Wenceslao hizo sacar a la mujer del salón y dio órdenes para que su capitán escogiera a los mejores de sus exploradores e iniciaran la búsqueda del mago y del primogénito del rey. La orden fue clara y precisa, la muerte de ambos.
♦♦♦♦♦
La lluvia se sentía que caía con fuerza en el techo de la humilde casa. Tamir y Sirna dormían. Ambos se protegían del frio con unas gruesas cobijas. En la mesa una vela que iluminaba la pequeña sala ya perdía la batalla por permanecer prendida pese al viento que se filtraba por las ventanas y se consumía sin remedio. Unos fuertes golpes en la puerta despertaron bruscamente a Sirna.
-Tamir, Tamir, Alguien toca a la puerta-. Dijo Sirna, tratando de despertar a su marido quien estaba profundamente dormido. –Tamir, despierta, alguien llama a la puerta-. Insistió Sirna. Al no tener respuesta de su esposo, la mujer dudó en pararse o quedarse acostada, de todas maneras, era peligroso abrir la puerta a esas horas de la noche. Los golpes no se hicieron sentir más, pero la mujer aún tenía la incertidumbre de quien había golpeado de tal manera la puerta de su humilde casa. La mujer tomó fuerzas y se paró de su cama, vio a su esposo que aún seguía profundamente dormido, aprovechando la poca luz de la agonizante vela, se puso las chanclas y una manta para protegerse del reinante frio y se dispuso a abrir la puerta. Cuando tomó la manija de la puerta para abrirla dudó un momento y se dijo así misma << ¿que estoy haciendo? debo regresar a la cama>>. La mujer estaba a punto de dar vuelta de nuevo a su cama cuando le pareció escuchar algo que venia del otro lado de la puerta, entonces la mujer pegó su oreja a la puerta para escuchar y en efecto aquel sonido que había escuchado se repitió. Sirna comprensiblemente nerviosa fue de nuevo a tratar de levantar a su esposo pero esta vez lo sacudió con fuerza.
-¿qué pasa mujer?, porque me despiertas de esa manera y a estas horas de la noche-. Le dijo Tamir contrariado.
-hay algo al otro lado de la puerta, lo acabo de escuchar, hace unos instantes sentí unos duros golpes, que alguien tocaba la puerta, me levanté para averiguar que era y escuche un sonido que viene de afuera-. Le respondió su esposa.
Tamir al ver el rostro contrariado de la mujer se puso de pie, se puso su pantalón y un grueso saco, luego fue al armario y empuñó un largo machete, el mismo que utilizaba en sus largas jornadas de trabajo y fue en dirección a la puerta, no sin antes sacar del mismo almario una pequeña y desgastada lámpara de aceite. La encendió con la agonizante vela y la sujetó con una mano, mientras con la otra sujetaba el pesado machete. Le hizo señas a su esposa que abriera la puerta mientras el empuñaba el machete, esperando encontrar a alguien del otro lado de la puerta. Sirna siguiendo las instrucciones de su esposo, le quitó la traba a la puerta y se dispuso a abrirla, miró a Tamir y este le hizo saber con la mirada que estaba listo así que la vieja procedió a abrirla. En el momento en que la puerta estuvo abierta, una ráfaga de viento frio entró a la casa, fue tan fuerte que apagó la lámpara de aceite que el viejo llevaba en la mano, dejando toda la casa en una intensa y sepulcral oscuridad.
De inmediato Tamir, nervioso, dijo con voz titubeante – ¿Quien anda hay?-. No se escuchó nada, ninguna respuesta, solo el caer de la lluvia y el sonido del fuerte viento que mecía los árboles.
Sirna mientras tanto había ido por la vela que estaba sobre la mesa con la esperanza que el viento no la hubiera apagado y en efecto la agonizante vela había resistido la envestida del viento y aun iluminaba, muy tenuemente pero aun lo hacía. La vieja con mucho cuidado, tomó la vela en sus manos y se dirigió a la puerta. Allí y con la colaboración de su esposo de nuevo prendieron la vieja y desgastada lámpara, cuando esta última estuvo de nuevo prendida, los viejos miraron hacia afuera y no vieron a nadie, no había nadie cerca.
-me has levantado para nada, mujer-. Dijo Tamir un tanto incómodo. Sirna permaneció en silencio.
Cuando se disponían de nuevo a cerrar la puerta para volver a la cama, se escuchó un sonido, algo parecido a un llanto de bebe, pero esta vez Tamir también lo escuchó y pudo identificar de dónde provenía tal sonido. Al pie de la puerta yacía un pequeño canasto, en él había varias mantas, no lo habían visto porque la luz de la lámpara era muy tenue y no les había permitido verlo a primera instancia. La mujer, entonces se agachó para coger el pequeño canasto, eso sí con mucha prudencia no sabiendo lo que iba a encontrar, mientras el viejo iluminaba con la lámpara. La mujer alzó la canasta y en ella vio a un niño; un niño hermoso de piel blanca y tersa que cuando miró a la mujer paró su llanto.
-¡es un niño, nos han dejado un niño!-.Exclamó la mujer en una mezcla de júbilo con incredulidad.
Tamir dijo –hay que llevarlo adentro, está haciendo mucho frio-.
En efecto los dos viejos llevaron al pequeño niño dentro de su casa, allí le cambiaron unas mantas que estaban mojadas y lo envolvieron en una cobija que aunque vieja y remendada, cumplía la tarea de darle calor a aquella pequeña criatura.
Mientras Sirna le cambiaba las mantas y arropaba al bebe, Tamir revisaba la pequeña canasta y se dio cuenta que había algo más en ella.
-¡qué demonios es esto!-. Dijo Tamir alzando una pequeña bolsita color purpura.
-¿Dónde la haz encontrado?-
-aquí en la canasta, entre las mantas que cubrían la criatura-
-¿y que tiene adentro?, mirad-
El viejo miró y en su rostro se dibujó una mueca de incredulidad, luego dijo – ¡son piezas de oro y plata!-.
La vieja que aun tenía al pequeño niño entre sus brazos, lo dejó en la cama que aún estaba cálida y corrió al lado de su esposo para cerciorarse que lo que el hombre le decía era verdad. En efecto dentro de la bolsita había por lo menos cuatro piezas de oro y unas diez piezas de plata, lo suficiente para vivir cómodamente durante algún tiempo.
-Está claro que quien quiera que haya dejado a este niño, se ha asegurado de dejarnos estas piezas para que lo cuídesenos-. Dijo Tamir. Después de quedarse un tiempo pensativo mientras su esposa examinaba cuidadosamente las piezas de oro y plata, Tamir volvió a hablar en un tono serio, ese tomo que Sirna conocía muy bien, el tono que su esposo usaba cuando quería expresar una decisión que había tomado. -mañana a primera hora cabalgaré al pueblo y me llevaré al niño conmigo, allí se lo entregaré al alguacil en jefe. Él sabrá que hacer-
Sirna apenas escuchó lo que su esposo decía, corrió hacia la cama y de nuevo tomó al niño entre sus brazos, este último le brindó una sonrisa.
– ¿Cómo puedes hacer eso, no ves que es un regalo que Dios nos ha mandado?-.
Tamir caminó hacia la cama y se sentó al lado de su vieja esposa, dijo -entiende mujer, esto es demasiado raro, no quiero tener problemas con nadie, ya estamos demasiado viejos para meternos en problemas-.
-esta es mi última oportunidad de ser madre, por favor no me quites esto, por fin Dios ha oído mis plegarias, por favor-. Las lágrimas brotaron de los ojos de la vieja y bajaron por su arrugada piel.
Tamir se compadeció de su mujer. Por años habían intentado tener hijos sin éxito, lo habían intentado todo, gastando mucho dinero visitando a renombrados conocedores de las ciencias médicas y brujos, pero ninguno había logrado tener éxito en la tarea de que su esposa quedara preñada, al parecer y tomando las palabras de unos de los médicos vistos <
Así que Tamir no tuvo más remedio que retractarse en sus intenciones. Allí al ver a su mujer acariciando a aquel bebe y al ver que este último le devolvía sus caricias con sonrisas tiernas, Tamir puso en duda su fe, en toda su vida y por la pobreza y miseria que había atravesado, nunca había creído en un Dios, ahora parecía que si existía después de todo.
♦♦♦♦♦
Grindal bajó de su caballo de prisa, sus enemigos ya estaban muy cerca, se podían oír los golpeteos de sus caballos y el humo que salía de sus antorchas. El mago caminó hacia el puente y se dispuso a atravesarlo, la lluvia aun caía. El rio Plas estaba muy crecido, rugía con fuerza, a lo largo de su senda había muchos puentes para cruzarlo, pero este puente en particular estaba muy desgastado. Era un puente colgante, le faltaban algunas tablas y las que habían estaban carcomidas por los insectos y parecían bastante inseguras y a eso había que sumarle que las cuerdas se veían viejas y gracias a la humedad y el paso del tiempo estaban podridas, en resumen cruzar el puente era una tarea peligrosa. El mago con mucho cuidado trataba de cruzar el peligroso puente, había dejado su caballo aun lado del puente y avanzaba cuidadosamente, mientras que la estructura se movía por el viento fuerte. Ya había avanzado más o menos hasta la mitad cuando Grindal escuchó una voz que le gritaba –no seas tonto mago, regresa y entréganos al niño, ese puente no es seguro, en cualquier momento se caerá y con él, tú y el niño-. Grindal voltio a mirar y en efecto sus perseguidores estaban al pie del puente, todos con armaduras negras, eran seis en total entre ellos un arquero.
-están locos si creen que tendrán a este niño, no permitiré que le hagan daño- Gritó el mago.
-entréganoslo mago, no mueras por una causa que no es la tuya, entréganoslo y te perdonaremos la vida-
-prefiero morir que entregarles al niño-.
Grindal miró a su alrededor y vio que sus posibilidades no eran buenas. Si trataba de cruzar el puente se demoraría mucho y seria alcanzado por una flecha, si trataba de volver seria asesinado muy seguramente, solo había una opción que tomar.
El que parecía ser el jefe de los perseguidores hizo un ademan con su mano, ademan que el arquero entendió, este último era un hombre joven, el más joven de los presentes. El muchacho con habilidad sacó una de sus flechas y la acomodó en el arco, luego apuntó al mago que al igual que el puente se mecía con el viento.
Grindal sabía que ese era el fin y lejos de sentir tristeza o miedo, sentía alivio sabía que había despistado a sus enemigos, el niño estaría a salvo, lo que llevaba en sus brazos eran solo unas mantas vacías, miró al joven arquero, este a su vez también lo miró directamente a sus ojos. La flecha voló en el aire, venciendo el fuerte viento y dio justo en el blanco, Grindal Sintió el dolor del impacto y luego la tibieza de la sangre que le bajaba por la barriga, la flecha se le había clavado en el costado, luego tomó una respiración profunda y se lanzó al rio. Sus perseguidores vieron como el mago bajaba en caída libre y se estrellaba contra las enfurecidas aguas del crecido rio, vieron también como las mantas se dispersaron y flotaron en las espumosas aguas negras. Entonces el joven arquero puso rápidamente otra flecha en su arco y apuntó de nuevo hacia el rio en dirección donde el mago luchaba por su vida siendo arrastrado por la fuerte corriente, pero el que parecía ser el líder lo detuvo.
-no es necesario que gastes otra flecha, este ya está muerto, dejemos que el rio haga lo suyo-. Soltó una carcajada de manera macabra siendo imitado por todos, seguido puso su pesada mano en el hombro del joven como señal de felicitación, luego montaron de nuevo sus caballos y dieron media vuelta tomando el camino de regreso.
-¿me dices que el mago, prefirió lanzarse al rio con el niño en brazos a entregárnoslo?-. Preguntó sorprendido Wenceslao. –bueno, el idiota nos ahorró el trabajo. Que les parece, dos pájaros de un solo tiro-. El rey Reía y su risa era una risa malévola.
La misión estaba completa, había vencido en la guerra y el botín para Wenceslao era generoso, ahora era el rey supremo de Moravia y de Saravia, ahora todas las riquezas de aquel basto reino eran suyas, claro tendría que compartirlas con Abel, pero sabía también que manejar a Abel le iba a ser muy fácil. Le tranquilizaba saber que ahora que se había extinguido la línea de sangre de Emerson, ya nadie en el futuro vendría a reclamar el trono del país de los Medioelfos. Pero estaba equivocado, porque en una pobre y humilde casa en los bordes mismos del reino de Britania y bajo el cuidado de dos viejos, reposaba un pequeño de sangre mezclada, el legítimo heredero al trono de Saravia.
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Blas caminaba y con él a su lado iba su fiel amigo Oso. Blas le había puesto ese nombre porque el perro se parecía mucho a un oso, era de gran tamaño y tenía un pelaje muy similar a la de aquellos animales. El niño tenía trece años y era pescador, al igual que su padre y el padre de su padre y así sucesivamente hasta cientos de generaciones atrás. Blas era el mayor de tres hermanos, vivía en una humilde casa muy cerca del rio, allí viva con su padre y su madre y sus dos hermanas pequeñas. Pero Blas no quería ser pescador por el resto de su vida, el soñaba con muchas cosas, con recorrer el mundo, con conocer lugares inimaginables, con conocer a los elfos, cada noche soñaba con aquello, soñaba con empuñar algún día una gran espada con sus manos; pero mientras tanto caminaba en dirección al gran rio. La noche anterior había tendido los anzuelos y las redes. El rio bajaba crecido así que seguramente la pesca había sido buena. Y en efecto no se equivocó, los anzuelos estaban todos ocupados y las redes llenas. El joven niño se dispuso a quitar de los anzuelos a los peces atrapados, cuando el perro empezó a ladrar de manera insistente y estruendosa. Los ladridos del animal llamaron la atención de Blas.
-¿Qué pasa amigo, que has visto?-.
El niño no daba crédito a lo que veía. Entre los matorrales en las orillas del gran rio yacía tirado boca abajo un hombre, estaba inmóvil. Blas se acercó sigilosamente, cogió una parca de una rama, alargó el brazo y tocó al hombre, pero no hubo respuesta alguna. Blas asustado supo lo que tenía que hacer, así que dio media vuelta y emprendió camino a su casa.
Blas y su padre que se llamaba Danael llegaron a l rio y el niño le mostró al hombre el lugar donde estaba el hombre, le dijo -¿ahora si me crees?-.
Danael examinó al hombre que yacía tirado entre los matorrales y al instante se dio cuenta de lo que el hombre era. Aquel sujeto tenía cabello gris que le bajaba un poco más debajo de los hombres, del cuello le colgaba un amuleto en forma de triángulo en cuyo interior estaba grabada una imagen en forma de un ojo y en su cinto llevaba una gran espada cuya empuñadura estaba adornada por un gran rubí de color rojo intenso.
-este no es un hombre común y corriente-. Dijo Danael a su hijo quien lo miraba con entusiasmo. –este hombre es un mago, un hechicero del noreste diría yo. No está muerto, aunque si está muy débil. Tienes que ayudarme a sacarlo de aquí-.
En efecto y con mucha dificultad, el padre y su hijo lograron sacar al hombre de entre los matorrales y pusieron su cuerpo débil y ensangrentado que se debatía entre la vida y la muerte en una carreta, la misma que utilizaban para llevar los peces del rio hasta su casa.
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