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Tiempo De Perdonar

Tiempo De Perdonar

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Aida Delmon es una fotógrafa, con una familia estable y un matrimonio de más de 18 años. Leila es amiga y compañera de trabajo, ambas han compartido muchas cosas de sus vidas, es tal la amistad que es parte de la familia. Horacio Kent es un empresario, exitoso, excelente esposo, quien, en una noche de copas, da rienda suelta a un romance que deshace todo lo que han construido con Aida. Este romance toma fuerza, logrando desestabilizar el matrimonio por completo. Un divorcio en puerta, una familia desunida, una amistad que se quiebra, serán los matices nuevos en la vida de sus protagonistas. Horacio quiere conquistar a su ex mujer, su ex mujer está siendo conquistada por Albert uno de sus vecinos. ¿Podrá el amor renacer después de una tormenta? ¿Se dará Horacio por vencido? Descubre en cada capítulo sus vidas, sus sentimientos, emociones, y lo más importante al final del camino. ¿Despertará el amor? O ¿Es el momento de tomar sus vidas nuevos rumbos? Las decisiones que abordaran los llevaran por el sendero marcado, el perdón que reinicia todo, el pasado que debe quedar sepultado. Un perdón nace del alma para reconstruir el camino que los hace encontrar el amor. Acompáñalos en esta historia que tocará el alma de sus personajes. La Autora Charló Blus

Capítulo 1 Feliz Cumpleaños

- ¡Por Dios!, creo que llegaré tarde a mi cita con Mark, tengo el cabello hecho un completo desastre -Aida se miraba en el espejo del automóvil.

-Creo que piensas hacerte algo novedoso, lo noto por tu expresión Aida-. Leila su amiga buscaba en su bolso una revista, estaba segura que la tenía allí mismo.

-La tengo- Leila hizo una mueca, Aida ahora conducía a velocidad, tenía que ir a la peluquería, después pasaría por el pastel de chocolate, nueces, almendras y cubierta para su esposo.

-Creo que me haré un corte al hombro, secado, y listo, quedaré perfecta para esta noche-. Aida sonreía, estaba feliz, su esposo Horacio cumplía sus 48 años, y en días celebrarían su aniversario número (20) se habían casado y después de unos años llegaba al hogar su primera hija, Ciara era ahora una chica hermosa, blanca, ojos azules como su madre, alta, esbelta, a sus 20 años cumplidos, se perfilaba como una excelente abogada, Martin de 19 estudiaba Arquitectura, eran dos lindos chicos, buenos estudiantes, amaba su familia, la verdad que era muy bendecida, así ella lo veía, siempre habían estado juntos, apoyándose.

Vivian en Portland, los chicos asistían a la universidad a unas horas de casa, así que cada oportunidad que tenían, venían a casa a compartir en familia.

Aida giró a la izquierda buscando donde estacionar, y encontró lugar justo cuando se estaba dando por vencida, tomando su bolso, teléfonos, cerrando el auto se encaminaba hacia la peluquería.

-Oh, Aida querida por fin llegas, te dejaré hermosa para esta noche-

-Siempre confío en tus manos, lo quiero al hombro, un toque más arriba mejor, y por ahora no me cambiare color-

-Bien un día lo decidirás, te dejaré estupenda-

-Veo que tu esposa, está ahora en la peluquería que bueno-.

-Hemos hecho este salón a pulso entre los dos, ella es magnífica maquillando, y, además, maquilla uñas como ninguna otra, te cuento que ya son años trabajando, pronto mi hija se graduará de estilista, quería que escogiera otra profesión, pero lo lleva en la sangre-. Es inevitable cariño-.

-Pues me alegra por ti, te conozco bien, somos amigos, siempre en todos los momentos de Horacio y míos, ¿Qué te parece? 20 años juntos, el tiempo pasa veloz-.

-Así es Aida, el tiempo pasa volando-. Por cierto, esa amiga tuya nunca me ha parecido agradable, cuida tu esposo Aida, estas son como víboras-.

-Oh, es una buena chica, trabajadora, responsable, Horacio no es coqueto por suerte, es un hombre serio, fiel, leal-.

-Querida estos ojos han visto tantas cosas, esta peluquería es centro de muchas historias-.

Las manos rápidas y agiles de Mark, le daban los últimos toques al corte, lucia esplendida, era una mujer de hermoso rostro, figura envidiable, siempre activa, deportista desde joven, inteligente, y buena amiga, consideraba Mark a Aida, se conocían desde jóvenes, los padres de Mark siempre habían desaprobado que aunque había estudiado, se había dedicado a la estética, con el paso de los pocos meses de graduarse, se conoció con Sara, al cabo de un tiempo de novios decidieron abrir una peluquería, ahora con los años, era un salón muy equipado, junto a estética, era de dos pisos, en la planta baja, el salón, y en la segunda planta, su casa, eran dos personas hermosas, con un carisma, los padres de Mark no le visitaban casi pues la noticia les había caído como plomo.

No gustaban de su matrimonio y mucho menos que hubiera dejado una ambiciosa oferta en una empresa de contadores, por un saloncito de cortar cabello, arreglar uñas, pies y recoger hongos, según los padres de Mark, pero eran felices, algún día lo entenderían.

Aida se miraba al espejo, el corte resaltaba sus ojos azules preciosos que poseía, así que, dando los últimos toques, tomando su café a prisa, agradeció a Mark, quien ahora no quería recibir el pago, a lo que ella tuvo que amenazarle con no volver.

-Entonces querida, cobraré el doble-.

-Puedes hacerlo cariño- has hecho una completa obra de arte-.

Mark se echó a reír entregándole el cambio, luego de un abrazo, le recordó que, en punto a las ocho, sería una sorpresa para Horacio.

-Estaré minutos antes, ya me conoces corazón, siempre puntual-.

-No me queda duda alguna-.

Salió con paso firme, sin mucha prisa, Leila le pidió que la dejara en el almacén que estaba de camino, pasaría por su vestido para esa noche.

-Leila quiero pedirte un pequeño favor, puedes pasar por la pastelería de Silvina tiene unos encargos para mí, pasas justo por allí-.

-Sí, con gusto, no hay problema, los recogeré-.

Aida frenaba, justo en la esquina donde daría el giro para pasar por el pastel, Leila tomaba su gran bolso, dando las gracias por acercarla, entraba en la tienda a buscar su vestido.

Horacio terminaba una junta cuando su secretaria Emma le entregaba una fila de documentos para firmar, sabía que al siguiente día Horacio no vendría a la oficina, siempre tomaba la mañana después de su cumpleaños para ir con su esposa a un lugar hacia las afueras a desayunar, su aniversario de bodas seria en siete días, el 25 ya era una fecha programada, estaría por fuera todo el fin de semana. Luna de miel, no lo dudaba, era una pareja hermosa.

Horacio tenía una constructora grande, un gran proyecto estaba en camino a llegar, poseía una inmobiliaria, allí manejaba la venta de propiedades, que el compraba, restauraba dando un toque único, sutil, elegante, para luego ser vendidas, tenía reconocimiento en el sector, decía que lo hacía por hobby, le encantaba colocarse a la cabeza de la remodelación, Aida de tanto en tanto le daba una mano con la decoración de los interiores.

Horacio firmaba los documentos dejando todo organizado, se tomaría no solo la mañana si no también el día.

Tenía claro que después de la celebración solían irse a ver el amanecer, era su romántica idea, llevaban café, y algún pastel que Aida preparaba como sorpresa, no sabía con cual lo sorprendería esta vez, pero todo lo que ella hacia quedaba de maravilla.

Aida terminaba de maquillarse un poco, sus ojos hermosos resaltaban, se dio una rápida mirada al espejo, lucia hermosa, Horacio quedaría sorprendido, un vestido rojo oscuro elegante era esa noche su elección.

Aida fue directo al jardín, todo estaba listo, entraban en ese momento los dos meseros que atenderían, los invitados llegarían en unos minutos, sumarian algunos cuarenta invitados, la madre de Horacio, Katia y su esposo llegarían para pasar el fin de semana y regresar, por el contrario, sus padres no vendrían, estaban de crucero por el mediterráneo.

Keila, hermana de Horacio, llegaba en ese momento caminando directo a donde Aida se encontraba.

-Aida, estas realmente hermosa-.

-Gracias cariño, tú también lo estas-.

-Horacio se va llevar una grata sorpresa-.

-Sí, espero que le guste todo-.

- ¿Celebraras el aniversario en el club? –Mirando a Aida encendió su cigarro.

-No, será una cena pequeña, algunos amigos, nuestros cuñados en común y los chicos-.

-Bien tendré que alistar entonces algo lindo, iré con Michael, estamos saliendo hace unos meses, y va muy en serio, realmente Michael es adorable-.

-Bueno pues bien por ti- Aida caminaba en dirección a la sala de recibo del jardín.

-Aquí llegan los suegros, en ese instante el auto parqueaba en la entrada, Katia descendía del auto con George, la abrazaron mientras colocaban un paquete en sus manos.

-Katia no debiste haberte molestado, es hermoso-.

-No es molestia, lo hacemos con mucho amor...espero que te guste. -

-Seguro, lo adoraré, es un chal precioso-.

Entraron en casa, George abrazaba a Keila, Katia sacaba otra caja totalmente decorada.

-Cariño, de paso te compramos este detalle, espero que te guste-.

-Madre, es hermosa-. la blusa totalmente tejida era preciosa, de un rosa pálido que hacía tono a esos ojos verdes profundos.

-Estamos pensando en quedarnos unos días más, así podemos celebrar el aniversario, sería maravilloso, no todos pueden contar que tienen 23, años en su historia de amor...

-Abuelos... que bonito que estén aquí, díganme que estarán para la celebración próxima, mucha música, baile, brindis, en especial esa parte... brindis-.

-Vaya Martin, el brindis....

-Sí, y claro la comida no podemos negar que mis padres siempre salen con sorpresas exquisitas-.

Los abuelos y todos allí presentes reían, al tiempo se escuchaba una voz en la cocina donde todos estaban reunidos, era amplia, con un comedor auxiliar tipo vintage, la barra con cocina al centro, los ventanales amplios y el precioso mármol negro le daba un toque único.

Los amigos de Horacio llegaron, su secretaria Emma, Mark, su esposa e hija, y algunos invitados que ya estaban en casa. Se colocaron en sus lugares estratégicamente para apagar las luces, Horacio estaba por llegar a casa, Aida le había dicho que cenarían en familia, y le daría su regalo sorpresa.

No esperaba una fiesta como la que Aida le había organizado, ni tenía la más remota idea que sus padres estaban allí.

Leila tomaba su lugar era la encargada de encender las luces cuando Horacio ya estuviera en la sala, estaba de un tono azul oscuro, zapatos blancos y accesorios grandes, su collar era sencillo, elegante y llamativo, en especial por la piedra del centro. No era muy alta, de curvas, exótica, bulliciosa, llamativa, picara y coqueta, pero a Aida eso no le hacía sentir temor alguno, eran amigas hace mucho tiempo, trabajaba en la parte de redacción de la revista Company Aresti, una revista Cosmopolitan, Aida hacia las fotografías para algunos artículos, y escribía en su columna sobre temas en general de las citas, romances, detalles para sorprender como destinos para dos, una sección bastante leía, buenas fotos, y hermosos lugares.

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Recién lanzado: Capítulo 56 Renacer   10-29 09:40
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